El Velo

Capítulo 3: La Geometría de la Amenaza

​La única opción para Máximo era rendirse a la locura. Serena lo condujo por una serie de pasajes de la Arcanía que se sentían como arterias cavernosas, cada uno iluminado por cristales pulsantes. La sensación de irrealidad era tan abrumadora que Máximo recurrió a su entrenamiento de arquitecto para mantener la cordura: clasificaba mentalmente el tipo de roca, estimaba la altura de las bóvedas, y calculaba las cargas que debían soportar. Su mente luchaba por imponer el orden en un lugar donde la estabilidad dependía del miedo.

​Llegaron a un pequeño nicho de piedra, una especie de sala de mapas natural. Serena conjuró una pequeña esfera de luz azul y la suspendió en el aire. La luz era estable, a diferencia de la pulsación de los cristales, y creaba un refugio de orden en medio del caos ambiental.

​—Aquí podemos hablar sin que el flujo de los Vigías nos detecte inmediatamente —dijo Serena, con la tensión del encuentro anterior aún tensando sus hombros.

​Máximo abrió su maletín. El olor a papel y tinta de los planos de las Torres Ares era un ancla reconfortante. Desplegó los pliegos de papel, la ingeniería precisa y brutal del siglo XXI.

​—Mira esto, Serena. La licitación de Ares. La Torre A, la más alta, no es sostenible. La base del pilotaje es una trampa. Según mis cálculos geotécnicos, la zona es de inestabilidad sísmica media. Para cimentar este peso, deberían usar pilotes de al menos ochenta metros.

​Serena se acercó a la mesa, su presencia elevando la temperatura de la roca. Miró los planos, pero no el dibujo; ella miraba la energía que emanaba del papel.

​—Es un engaño, Máximo. El propósito de la Torre A no es ascender. Es hundirse.

​Ella señaló el punto central del diseño del pilotaje, un área que Máximo había marcado con un gran círculo rojo por su complejidad geotécnica.

​—Lo que tú llamas "inestabilidad sísmica" es la Fuente de Convergencia Antigua. Es donde el Velo es más fino y la energía es más pura, un lugar que el Cónclave juró no tocar. El pilotaje que diseñaron no es para sostener el edificio. Es para perforar el Velo en ese punto. El edificio es solo el martillo.

​Máximo sintió un escalofrío que no provenía de la temperatura fría de la Arcanía.

​—Si perforan el Velo, ¿qué sucede? ¿Un derrumbe?

​—Peor. Si lo perforan y anclan una estructura de hormigón en ese punto, el hormigón se convierte en un conducto. Ares drenará la energía de la Arcanía. Esto no es solo magia, es ingeniería parasitaria. Quieren usar nuestro poder para estabilizar su edificio en el mundo A, hacerlo inexpugnable, volverse, de hecho, inmortales e intocables. Y el precio es el caos para ambos mundos. La Arcanía colapsaría por el vacío de energía, y el caos se desbordaría en tu ciudad.

​Máximo pasó la mano por el plano, viendo ahora las líneas de fuerza etérea donde antes solo veía vectores de carga. Su mente profesional se activó.

​—Un ancla de ese tipo, para drenar una fuente de convergencia, requeriría una fuente de poder, un mecanismo de sellado y, lo más importante, una llave de activación. Algo que resuene con la frecuencia de la Fuente.

​—Exacto. Y no es una llave física. Es el Ojo de Cástor.

​Serena se enderezó, la mención del nombre cargada de peligro.

​—El Ojo de Cástor es un artefacto de los orígenes de la Arcanía. Contiene el pulso original del Velo, lo que tú llamarías el código fuente de la realidad. Quien posea el Ojo puede dirigir la energía de la Convergencia. Si Ares lo consigue, el anclaje es instantáneo e irreversible.

​—¿Y dónde está esa "llave"?

​—Guardada por la única persona en la Arcanía que tiene el poder de protegerla y el rencor de usarla en mi contra: mi mentor, Silas, el Gran Custodio.

​Serena se apartó, sus manos agarrando el aire con frustración. La figura de Silas se elevaba entre ellos, una pared invisible de dolor pasado.

​—Silas no confía en nadie que tenga un vínculo con el mundo A. Me desterró precisamente por ti. Él mantiene el Ojo en los Archivos Antiguos bajo la sede del Cónclave. Un lugar sellado no solo por la magia, sino por el peor de los guardianes: el orden absoluto y la paranoia.

​Máximo se concentró en el análisis de Silas.

​—Entonces, el verdadero problema no es Ares, sino el custodio de la llave. Si Silas es tan obsesivo con el orden, su defensa debe ser predecible. Todo sistema de seguridad es el reflejo de la mente de su diseñador. ¿Cómo piensa Silas?

​Serena comenzó a caminar en círculos en el nicho, recordando los años de tutela.

​—Silas no tiene debilidades emocionales. Pero teme el desorden por encima de todo. Su magia no es poderosa por su fuerza bruta, sino por su cohesión. Los hechizos que usa para proteger el Ojo son Tejidos de Éter, redes de energía que detectan cualquier firma de intención disruptiva. Si deseas el Ojo, el tejido lo sabe. Y te ataca por tu deseo.

​—Una defensa brillante contra magos. Pero inútil contra un arquitecto —dijo Máximo, una sonrisa lenta y peligrosa curvándose en sus labios—. Si el sistema detecta la intención, no el movimiento, el truco es entrar sin desear nada.

​—Es imposible, Máximo. Para entrar al Tesoro, debes querer la llave.

​—No si entramos sin la intención mágica, sino con una intención puramente estructural. Un plan de infiltración que ataque la lógica y la física del edificio. Necesitamos ver los Archivos no como un lugar mágico, sino como una caja fuerte mal diseñada.

​Máximo sacó un pequeño cuaderno de bolsillo, el tipo que usaba para bocetos rápidos.

​—Dime qué hay cerca de los Archivos Antiguos. ¿Tuberías? ¿Fosas de ventilación? ¿Puntos de apoyo estructural que no son mágicos? Todo sistema de seguridad, incluso uno mágico, tiene que volver a la tierra. Tiene que tener un cable a tierra.




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