El Velo

Capítulo 6: El Cálculo de la Ruina

El viaje desde el desagüe de tormentas hasta el sitio de las Torres Ares fue un retorno forzado a la realidad de Máximo. Tuvieron que atravesar varias manzanas de edificios comerciales antes de poder robar un coche de alquiler de una cochera subterránea. Máximo conducía, su traje destrozado y el olor a residuales y éter quemado contrastando con el cuero pulido del interior. Serena, con el Ojo de Cástor envuelto en una bufanda de seda, estaba tensa. La energía caótica del artefacto pulsaba débilmente, como un corazón enfermo.

​El sitio de construcción era colosal, una herida abierta en el centro de la ciudad. El área estaba rodeada por vallas de seguridad altas y coronada con cámaras de vigilancia de última generación. Máximo detuvo el coche a distancia, en el borde de un terraplén que dominaba el foso de la excavación.

—La Torre A —murmuró Máximo, señalando una base de cimentación masiva de hormigón que se hundía en el suelo como una estaca—. En los planos de Ares, esta base es el punto focal de la estructura. Pero ahora, con el conocimiento de la Arcanía, entiendo que no es cimentación. Es el Ancla.

​—Y el objetivo de Ares es sellar el Ancla en la Fuente de Convergencia, justo bajo esa placa de hormigón —explicó Serena, sus ojos analizando las firmas de energía—. Puedo sentir el Velo gritando aquí. La inestabilidad es tan grande que la magia se está filtrando hacia el mundo A.

​Máximo sacó de su maletín dañado un medidor de resonancia digital, una herramienta mundana que utilizaba para calcular la fatiga del metal. Al acercarlo al Ojo de Cástor, la pantalla se volvió loca, mostrando un pico de energía que el aparato no estaba diseñado para medir.

​—El Ojo de Cástor es la clave de activación. Ares lo necesita para alinear la Fuente de Convergencia con el Ancla. Si lo hacemos nosotros...

​—Crearemos la Grieta —terminó Serena—. Una abertura en el Velo. Pero no una abertura violenta que colapse la realidad, sino una controlada. Una que exponga a Ares en ambos mundos y, crucialmente, atraiga la atención de Silas lejos de su santuario de desorden.

​Máximo se centró en los planos de la cimentación de Ares, que había memorizado.

​—Mira la profundidad de la excavación. 85 metros. Ningún edificio de este tipo requiere esa profundidad en suelo rocoso. Es un desperdicio de dinero, a menos que el objetivo no sea la estabilidad, sino la penetración. El diseño de los pilotes periféricos está destinado a sellar el anillo exterior de la Fuente, concentrando toda la presión en el centro, donde está el Ancla.

​Máximo sintió un profundo desprecio profesional. La ingeniería de Ares era una burla a las leyes de la física que él reverenciaba.

​—Es una mala ingeniería con propósito mágico. El desequilibrio en la carga de soporte en los pilotes C5 y C6 es casi intencional. Si aplicamos la energía del Ojo de Cástor en el centro, la Grieta se abrirá. Pero la Grieta será tan violenta que podríamos morir en la onda expansiva. Necesitamos un disruptor estructural que absorba y redirija parte de la energía.

​Serena lo miró con la intensidad de una Guardiana buscando la lógica en la locura.

​—¿Y dónde está este "disruptor estructural"?

​—El propio diseño fallido de Ares. El piloto C5. Hay una debilidad intencional en la mezcla de hormigón. Lo sé porque yo mismo lo habría diseñado así si quisiera sabotear la Torre en una década. Es su punto vulnerable. Si lo atacamos con una frecuencia controlada justo cuando activamos el Ojo, el pilote colapsará, creando una cámara de expansión que absorberá y redirigirá la onda inicial de la Grieta.

​Máximo empezó a trazar cálculos en un pequeño cuaderno, un frenesí de números que fusionaba la dinámica de fluidos y las ecuaciones de carga con la resonancia del éter.

​—El problema es que necesitamos una distracción mucho mayor para Silas. El mero hecho de que manipulemos el Ojo no será suficiente para sacarlo de su furia por la profanación de los Archivos. Su ira es local. Necesitamos un caos visible y generalizado que amenace toda la estructura del Velo en la ciudad.

​Serena asintió, su mente ya trabajando en el plano psicológico de su mentor.

​—Silas es orden. Ataca el caos. Si atacamos un símbolo de su control, tendrá que reaccionar. Su punto más sensible, aparte de los archivos, es la Cúpula del Cónclave en la superficie. Es el único edificio del mundo A que él considera sagrado, un punto de convergencia que le permite sentir toda la ciudad.

​—La Cúpula es una estructura art deco preciosa, la joya de la corona de su orden. Y afortunadamente, también tiene una cimentación de acero envejecido.

​Máximo esbozó un plan en el cuaderno.

​—Yo iré a la Cúpula. No voy a usar magia. Voy a usar vandalismo sonoro y deformación estructural calculada. Voy a colocar unos pequeños transductores de resonancia que imitarán el sonido de la fatiga del acero en los soportes principales. El sonido de la Cúpula colapsando lentamente. Para Silas, esto es la máxima amenaza: la estructura del orden cayendo.

​Serena lo miró, su admiración teñida de profundo miedo.

​—Estás proponiendo que te expongas en la boca del lobo para que yo pueda abrir una brecha en la realidad. Si Silas te localiza, te desmantelará.

​—Lo sé. Pero esta es la única forma de que tú tengas los tres minutos que necesitas para activar el Ojo. Además, mi firma es caos estructural. Él no buscará magia en mí, buscará la aberración. Su sistema de defensa no está preparado para una amenaza mundana tan bien calculada. Es el precio de la precisión, Serena.

​La mirada de Serena se endureció. El romance maduro significaba aceptar el riesgo del otro.




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