El tercer día había llegado sin que nadie en el campamento recordara el color del cielo. La neblina del alba era reemplazada por el humo de las hogueras, por los vapores medicinales, por el hedor del sudor y de la muerte lenta.
Anna apenas había dormido. En realidad, no podía.
Su cuerpo resistía gracias a las pociones de restauración ligera, pero su mente… su mente tenía otra batalla.
Estaba en el centro del campamento, bajo una tienda de lona reforzada con madera improvisada. En la mesa frente a ella, viales, tinturas, cuencos de cristal y textos alquímicos se apilaban como las ruinas de un mundo en guerra.
—Raíz de silfaria… tres gotas de extracto de mircalla… no. Eso anula el efecto primario —susurró con la frente perlada de sudor—. Prueba 17: inestable.
El líquido burbujeó en el matraz. Un silbido. Una explosión suave de humo violeta. Fallido. Otro más.
—¿Cuántos van? —murmuró.
—Diecisiete. Y contando —respondió una voz… que no venía de ningún lado.
Anna alzó la vista. Ahí, junto a la tela ondulante de la tienda, estaba ella.
La otra Anna.
Vestida con un refinado vestido rojo, su cabello perfectamente peinado, sus ojos llenos de burla.
—¿Tantas noches sin dormir para esto? Para verlos morir igual que antes. Pobres, sucios y débiles. No puedes salvarlos, Anna. No eres yo.
Anna cerró los ojos con fuerza. No. No ahora. No podía ceder.
—No eres real.
—Pero existí. Fui tú. Y esa niña aún vive dentro de ti. La que lloraba si se rompía una uña, la que gritaba a sus criadas por té mal servido. ¿De verdad crees que puedes cargar el dolor de todos estos cadáveres en tus manos temblorosas?
La voz no se alzaba. Pero cada palabra era como una aguja.
Anna respiró hondo, abrió los ojos y volvió al trabajo. Tenía el texto frente a ella. Sabía que la toxina actuaba como un veneno neuro debilitante. Necesitaba un agente que la descompusiera sin dañar el tejido nervioso.
Lien entró corriendo, con la camisa empapada y una caja entre las manos.
—¡Encontramos más flor de medianoche, y una raíz que no reconocemos! ¡Eliana dice que puede servir como catalizador!
Anna lo miró. El joven tenía el rostro cubierto de tierra, pero sus ojos brillaban con determinación. No había dormido en más de un día, pero allí estaba, como un faro firme.
—Buen trabajo, Lien. Déjala aquí. Haré la prueba.
—¿Cuándo comiste por última vez? —preguntó él, bajando la voz.
—Cuando esto termine.
Lien no insistió. Solo se inclinó y salió. Porque había comprendido que intentar detenerla sería más inútil que detener la lluvia.
La otra Anna volvió a aparecer, esta vez sentada sobre el escritorio, moviendo los pies con infantil arrogancia.
—¿Y luego qué? ¿Si encuentras la cura? ¿Crees que eso borrará las muertes? ¿Crees que te harán una estatua, pequeña mártir? Por favor… no te engañes.
Anna no respondió. Mezcló. Midió. Midió de nuevo. La mano le tembló un momento… pero no derramó ni una gota.
—La diferencia entre tú y yo —susurró sin mirarla— es que yo ya no necesito que me aplaudan.
Vertió el contenido del vial en el tubo contenedor. La mezcla burbujeó… y se tornó de un azul claro. No explotó. No cambió.
Estable.
Anna bajó lentamente el frasco, y por primera vez en tres días, sus labios se curvaron apenas.
—Funciona.
Detrás de ella, la sombra se desvaneció con una carcajada suave, como un eco entre espejos rotos.
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Fuera de la tienda, Lien, Garoum y Eliana atendían a los infectados. Eliana ya no tenía guantes. Se le habían roto. Sus manos sangraban, pero no se detenía. Daeron, con la voz ronca, seguía organizando listas y calculando dosis según peso, edad y tiempo de infección.
Cuando Anna salió de la tienda con el vial en alto, todo el campamento pareció girar hacia ella. No necesitó gritar. No necesitó palabras. Solo bastó su mirada. Su paso firme. El frasco en alto.
—no es una cura definitiva, pero nos ayudara a mantener los síntomas a raya, Comenzamos con los más graves. —dijo, y todos comprendieron.
Garoum sonrió por primera vez en días.
Eliana se limpió las lágrimas que no sabía que tenía.
Y Lien… Lien supo, en ese instante, que había elegido seguir a la persona correcta.