El pasillo hacia la primera clase estaba inusualmente silencioso.
Anna avanzaba con calma, pero cada paso hacía eco sobre las baldosas como si fuera una intrusa en su propio mundo.
A su lado, Eliana caminaba en silencio, atenta, observando cada pequeño gesto que pudiera afectarla.
En cuanto doblaron la esquina, allí estaba él.
El profesor Darsen
El profesor Darsen, un hombre de mediana edad con bigote y lentes redondos, revisaba unos papeles.
Al levantar la vista y ver a Anna, se quedó completamente inmóvil.
Su rostro se endureció.
Su mano tembló apenas, pero lo suficiente para delatar que algo lo atravesaba por dentro.
Anna saludó con una reverencia leve:
—Buenos días, profesor Darsen.
El hombre tragó saliva.
—…Buenos días… señorita Anna.
No había hostilidad.
Pero tampoco respeto.
Solo… contención.
La tensión parecía un hilo a punto de romperse.
---
Un pasillo lleno de estudiantes.
Darsen recoge unos textos que se le caen al suelo.
Está nervioso, cansado, claramente abrumado.
La antigua Anna aparece, rodeada de dos sirvientes y tres estudiantes que la imitaban como sombras.
—Profesor Darsen. —Anna decía ese “profesor” siempre con veneno—. Mis notas están bajas. ¿Acaso tiene algo en contra de mi familia?
Darsen se inclina rápidamente.
—No, en absoluto, señorita Anna. Es solo que—
—Que eres incompetente —lo interrumpe, sonriendo hacia sus acompañantes—. ¿Ven? Incluso tiembla.
—Anna chasquea los dedos—. Levanten sus papeles. No quiero verlo arrastrarse frente a mí.
Los seguidores ríen.
Los sirvientes recogen todo al instante, mientras Darsen solo baja la cabeza.
El Darsen actual recuerda esa escena cada vez que respira.
---
Anna siente el peso de esa memoria.
La ve en los ojos del profesor sin necesidad de que él diga nada.
Ella habla con suavidad:
—Profesor… lamento cualquier cosa que yo… que la antigua yo… haya hecho para herirlo.
Eliana lo observa con atención; está preparada para cualquier reacción, incluso una explosión.
Pero Darsen simplemente abre los ojos con sorpresa.
—Yo… —se aclara la garganta, incómodo—. Aprecio sus palabras.
—Luego baja la mirada—. Espero… que tenga un buen día de clases, señorita.
Anna sonríe, tímida, sincera.
—Gracias, profesor.
Darsen se aleja rápido.
Pero sus hombros no están tensos.
No como antes.
---
La profesora Mirelda
Caminan hacia la segunda aula.
Y aparece la profesora Mirelda: joven, estricta, famosa por no dejar pasar indisciplinas.
Cuando ve a Anna… se queda fría.
Literalmente da un paso atrás.
Y aprieta los labios con fuerza.
Anna siente que su estómago se hunde.
Ese gesto… es miedo. Miedo real.
—Buenos días, profesora —dice Anna con toda la calma posible.
Mirelda no responde de inmediato.
Y cuando lo hace, su voz suena forzada:
—…Días… señorita Anna.
Sus ojos bajan hacia las manos de Anna, como si esperara verlas sujetando algo peligroso.
---
Aula llena.
Los estudiantes están rindiendo una prueba importante.
Mirelda supervisa.
La antigua Anna está sentada, aburrida, cruzando las piernas con arrogancia.
De pronto, tira la pluma al suelo.
—Profesora —finge molestia—, esta pluma es ridícula. ¿Cómo espera que escriba con esto?
Mirelda se acerca, tratando de mantener la compostura.
—Si tiene un problema con el material, puedo traerle otra. Pero debe continuar con el examen.
Anna sonríe con un filo cruel.
—¿Ah, sí? Entonces tráeme la pluma. Ahora.
Los otros alumnos contienen la respiración.
Mirelda lo piensa, duda… pero al final asiente.
Sale a buscar la pluma.
En cuanto se va, Anna se da vuelta hacia su grupo de seguidores y se ríe.
—Es como entrenar a un perro.
Toda la clase corre la mirada, algunos con rabia, otros con miedo.
---
La profesora Mirelda ahora traga saliva y pasa de largo, sin añadir nada.
Eliana murmura:
—Esa mujer… está temblando.
Anna baja los ojos.
—Fui horrible con ella.
—Lo sé —dice Eliana, sin suavizarlo—. Pero ahora eres diferente. Lo demostrarás con acciones, no con palabras.
---
El profesor Halven
Este encuentro es distinto.
Halven, uno de los profesores de mayor rango en la academia, mira a Anna con una expresión que no es miedo… sino juicio.
—Señorita Anna —dice con un tono neutro pero cargado de peso moral—. De regreso, veo.
Anna hace una reverencia.
—Sí, profesor Halven.
El hombre no se mueve.
La evalúa como si fuera una criatura extraña.
—La academia ha escuchado rumores de que está… cambiada.
Anna respira profundo.
—Así es. Intento hacer las cosas bien.
El profesor no responde de inmediato.
Pero sus ojos se endurecen.
---
Un aula vacía después de clases.
Un alumno llora en silencio.
Halven intenta hablarle.
—No debes permitir que la provocación te afecte. Es solo una estudiante más.
La antigua Anna entra, cruzando los brazos.
—Una estudiante más, dice —ríe con desdén—. Profesor Halven, ¿puedo saber qué hace motivando a un plebeyo al que acabo de poner en su lugar?
Halven respira hondo.
—Señorita Anna… él solo estaba—
—Dándome la espalda cuando yo hablaba —lo interrumpe, furiosa—. ¿Y usted lo defiende?
El chico llora más fuerte.