El Velo De La Rosa

Capítulo 45: Lo que Temo ser

El corredor lateral de la academia estaba casi vacío. La mayoría de los estudiantes aún comentaban los rumores sobre el reconocimiento que Anna recibió la noche anterior. Ella caminaba en silencio, abrazando un libro contra su pecho, cuando un sonido la detuvo.

Un quejido ahogado.

Un golpe seco.

Un susurro tembloroso.

Anna frunció el ceño… y al doblar la esquina, lo vio.

Marien Solgrave, una plebeya becada, estaba contra la pared, con la muñeca retorcida hacia arriba por la mano de un muchacho. Su cuaderno mágico estaba tirado en el piso, la tinta regada como si fuera sangre.

El muchacho no era cualquiera.

Alistair Dravenhart.

Su rostro estaba torcido en una sonrisa arrogante mientras presionaba la muñeca de la chica con fuerza suficiente para dejarla de rodillas.

ALISTAIR

—Vamos, Solgrave. ¿Qué parte de “entregar tu trabajo” no entiendes? Los plebeyos sirven para eso. ¿O creías que tu... “talentito” te hacía especial?

Marien jadeaba, mordiéndose el labio para no llorar.

Anna sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Esa escena… era un reflejo exacto de lo que ella misma había hecho en el pasado.

Pero ahora ya no era esa persona.

ANNA

(firme, fría)

—Alistair. Suéltala.

El chico giró la cabeza lentamente. Sus ojos se iluminaron con una mezcla de burla y satisfacción.

ALISTAIR

—¿Y si no quiero?

Se inclina sobre Marien.

—Después de todo, tú me enseñaste que así se trata a la basura.

Anna dio un paso adelante.

Su sombra cayó sobre ambos.

ANNA

—Te dije que la sueltes.

ALISTAIR

—Oh, eso sí que extrañaba…

(se acerca más a ella, sin soltar a Marien)

La voz de la antigua Anna… la que aplastaba a cualquiera que le molestara.

Esa era la chica que valía la pena admirar.

La presión sobre la muñeca de Marien aumenta brutalmente. La chica suelta un gemido de dolor.

El ojo de Anna tiembla.

El pasado… la culpa…

Pero sobre todo, la rabia.

ANNA

—Basta, Alistair.

ALISTAIR

—¿Por qué? ¿Porque ahora juegas a ser santa?

(ríe)

Vamos, Anna. Tú disfrutabas esto. Recuerda cómo te reías cuando te rogaban.

Inclina la cabeza con falsa dulzura.

Vuelve a ser tú.

Vuelve a ser la reina de la academia.

No te rebajes protegiendo a una plebeya.

Anna respira hondo.

Por primera vez en meses…

deja que su magia suba a la superficie.

No para destruir.

No para someter.

Sino para proteger.

El aire alrededor de ella vibra, como si el corredor entero contuviera la respiración. Un leve resplandor dorado se forma a su alrededor, cálido, contenido… pero poderoso.

Alistair retrocede medio paso, sorprendido.

Nunca había sentido la magia de Anna tan… estable.

ANNA

(voz baja, pero firme como el acero)

—La sueltas. Ahora.

La magia de Anna se expande como una presión invisible. No ataca, pero llena el aire con un mensaje claro:

“Ya no estoy indefensa.”

“Y no eres tú quien decide lo que soy.”

Alistair entrecierra los ojos.

La muñeca de Marien tiembla en su mano.

ALISTAIR

—Así que por fin la muestras…

(sonríe con malicia)

Pero la usas mal.

La usas contra mí por una plebeya… Qué decepción.

Anna extiende la mano… y su magia rodea a Marien como un escudo translúcido. Con un tirón suave pero firme, separa a la chica del agarre de Alistair sin tocarlo.

Marien cae hacia ella, temblando, los ojos al borde de las lágrimas.

MARIEN

(ahogada)

—Se… Señorita Anna…

Anna la sostiene por los hombros con suavidad.

ANNA

—Estás a salvo. Ya pasó.

Alistair observa la escena con un brillo oscuro en la mirada.

Herido en su ego.

Herido en su nostalgia retorcida por lo que Anna fue.

ALISTAIR

—Esto no termina aquí.

Da un paso atrás, alza la barbilla.

—Te haré recordar quién eras.

Y te juro…

Haré que vuelvas a serlo.

Se marcha con pasos lentos y seguros, su capa chocando contra las paredes como un latigazo.

El corredor queda en silencio.

Marien respira entrecortado, intentando no quebrarse.

Anna, en cambio, siente algo distinto.

Su magia… no la domina.

No la oscurece.

No la arrastra al pasado.

Por primera vez, la usó bien.

Y eso, más que el miedo, le provoca una emoción nueva…

liberadora.

El estallido de energía mágica había recorrido el pasillo como una onda silenciosa, pero tan densa que cualquiera con sensibilidad mínima pudo sentirlo.

Eliana fue la primera en aparecer.

Garoum, un paso detrás de ella, con la mano ya en la empuñadura de su arma.

Ambos frenaron en seco al ver la escena.

Anna, con un aura dorada y cálida…

pero tan intensa que aún vibraba en el aire como una bestia contenida.

Marien Solgrave temblaba en sus brazos, protegida por un escudo translúcido que todavía chispeaba suavemente.

Eliana abrió los ojos de par en par.

Su corazón se detuvo un segundo.

ELIANA

—Anna… tu magia…

Garoum sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal.

Esa esencia…

Ese tipo de presión mágica…

Era la misma que recordaba de la antigua Anna.

No la Anna arrepentida y dulce que habían conocido estos últimos meses.

No la joven que se había puesto en riesgo para salvar vidas durante la pandemia.

No.

Era la Anna que todos temían, la que miraba a nobles y plebeyos como insectos, la que entraba a una habitación y hacía que cualquiera sintiera que respiraba menos aire.

Y por un instante —solo un instante— ese recuerdo se superpuso con la imagen actual.

El pasado y el presente chocaron dentro de ellos.

GAR0UM

(con voz grave, cuidadosa)

—Anna… ¿qué pasó?

Anna levantó el rostro.

Sus ojos, aún brillando con restos de energía, se encontraron con los de ellos.




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