Empecemos esta pequeña historia describiendo el lugar que dio inicio a todo. Un lugar real y un relato basado en más que sólo rumores.
El velo de novia es una cascada misteriosa dentro de Perú en Latinoamérica, se encuentra cerca de la carretera que te conecta con las ciudades en la Selva. En la actualidad es un punto turístico para muchas parejas que buscan la prosperidad al iniciar su matrimonio pero hace 60 años era un punto de descanso para los conductores que transitaban por la en ese entonces, recién construida carretera.
Esta es una historia de una infidelidad y un demonio relacionada a esta cascada especial.
Aldo Petra era un conductor que se encargaba de transportar telas entre ciudades colindantes, en especial entre Lima, Huánuco y Ucayali. Entre las dos últimas ciudades se encuentra la casaca del velo de novia. Se le empezó a decir así ya que la cascada poseía una bonita forma triangular, bordeada por vegetación, lo que hacía que se viera como la espalda de una mujer cubierta, como las novias de antaño.
Aldo Petra era un esposo y padre de familia, que tenía residencia en Lima. Su matrimonio con Luisa Silvestre dió fruto a tres hijos a lo largo de 15 años. Adrián era el hijo mayor de 13 años, Fernanda y Sara eran las hijas menores quienes tenían 11 y 9 años respectivamente.
Todo parecía estar perfecto dentro de esta familia, Aldo trabajaba arduamente mientras que Luisa se encargaba de la crianza de los niños. El dinero que Aldo lograba gracias a su trabajo de proveedor de telas - conductor interprovincial le permitía a la familia tener una vida normal, mejor dicho, una buena vida de clase media.
Pero no siempre todo es color de rosa, y con mayor razón esta historia pues no es un cuento de hadas. Aldo Petra tenía un secreto, al igual que muchos hombres a lo largo de la historia.
Él tenía una doble vida, como las dos caras de una moneda. Su trabajo y la década de los 60´s le fueron ideal para ocultar esas facetas.
Ada da Silva, una morena guapa y popular por su belleza, con unos rizos lindos y pretos, que vivía en la ciudad de Ucayali. Ella era la otra mujer de Aldo Petra, con la cuál tenía una pequeña de 5 años, Mérida y otro futuro niño en la dulce espera.
Este hecho era un secreto en la bóveda para las mujeres, incluyendo las involucradas. Mientras que para los hombres y colegas de Aldo, era un secreto a voces. O más bien dicho algo de lo que presumir.
Quizás para Aldo todo empezó como un juego de conquista. Aburrido de su rutinario matrimonio y teniendo anhelos de volver a su vida de soltero logró conquistar a Ada, la chica por la que media población varonil de Ucayali suspiraba día y también noche.
Cabe recalcar que Ada vivía bien. no por ser la otra mujer de Aldo, sino por su familia. Su padre era alcalde de la entonces nueva ciudad de Pucallpa y tenía algunos cuantos lotes a su disposición. Por eso, al tener a una hija comprometida, no dudo dar como regalo de bodas uno de esos lotes a los recién casados. En ese pequeño pedazo de tierra se erigió una casa de la más fina madera. Acogedora y suficientemente amplia para 4 integrantes. La familia perfecta que Ada se había imaginado para ella.
Pero Aldo, por todos sus errores del pasado, era de esperar que tenía un mal karma, un mal aura esperándolo. Acumulado ya por varios años de infidelidad y de malas intenciones.
Un día mientras realizaba su recorrido interprovincial por su ruta habitual, la única carretera. Decidió hacer una parada debido al intenso calor, justo al costado de la catarata. Ese día estaba oscureciendo temprano, por lo que ese lugar también sería su lugar de descanso ya que pasar ticlio de noche era uno de los muchos peligros que a veces un conductor de ese tiempo decidía evitar.
Otro conductor de carga se estacionó al costado del camión de Aldo. Este conductor desconocido solo tomó un breve descanso y después continuó su camino a pesar de que era tarde. Quizás si Aldo hubiera arrancado su auto y continuado con su travesía no habría historia que contar el día de hoy.
Esa noche una criatura lo visitó. Algunos lo mencionan como un diablillo pero en la selva este ser tiene un nombre, “El Simpira”. Atraído por el aura pesada de Aldo, un delicioso pecador que dormía profundamente dentro de su camión, al costado del velo de novia. El lugar favorito de Simpira. Pensó en comerselo y desaparecerlo en su pequeño infierno de bolsillo, sin embargo decidió jugar un poco con su presa. Tomando una decisión un tanto maquiavélica.
Simpira decidió jugar con la mente de Aldo, corrompiendo lo poco bueno que quedaba dentro del hombre. Mediante un sueño maldito. Un susurro y mucha sed de sangre.
Al despertar, ya no quedaba nada de lo que era la conciencia anterior de Aldo. Era sólo un títere del Simpira, listo para divertirlo antes de ser devorado.
Fue el inicio de dos días macabros.
En el primer día, Aldo condujo en sentido contrario, regresando a la capital en un estado de transe. Llegó a la casa que tenía con Luisa. Con mucha incertidumbre ella se animó a preguntarle la razón de su llegada anticipada. A lo que él respondió que había decidido llevar a sus hijos al viaje y que había regresado por la familia.