Capítulo II
El pequeño venado vagaba en un entorno demasiado espacioso, comparado con su antiguo hogar. Podía llegar a llenar todo este lugar amplio de comida, un espacioso sillón, con una habitación espaciosa para su estancia junto a todas las comodidades. En ese momento, todas esas ideas que vagaban de preocupación junto a su desesperación, ya no existían más, al menos temporalmente.
A lo lejos, podía observar varias figuras circulares, siendo una de ellas su antiguo hogar, Entre todas esas demas pelotas rodantes, había una que llamó su interés, poseía un color rojizo intenso que no paraba de brillar, destacando entre otras piedras que solo mantenían un color azulado. Sin dudarlo más, comenzó a mover sus pezuñas guiado por sus cuernos.
Al pisar la tierra roja, el ambiente comenzó a sentirse diferente en comparación con su antiguo hogar, de cierta forma le parecía acogedor, ya que a su alrededor se encontraban unas lindas flores de formas peculiares, contrastando con el panorama montañoso.
Nuestro amigo necesitaba buscar un hogar, comenzando una larga y trabajosa caminata, donde encontró una pequeña cueva que mantenía una buena vista al escenario floral. Más tarde, terminó construyendo su cama con unas cuantas flores y ramas.
Llega el anochecer, nuestro pequeño venado buscaba una forma de crear una fogata. Al regresar con más recursos, observó que esa pequeña cueva irradiaba unos deslumbrantes colores neón, junto a figuras geométricas, donde irradiaban caras sonrientes. Esa aburrida cueva con colores grises se había transformado en un mural mágico. Observando más detalladamente, había varias rocas con rostros graciosos. El moho de las paredes brillaba, contrastando con la habitación, junto a el suelo rocoso, parecía sorprendentemente acogedor, así que no dudó más y se recostó. Observando el techo con mas atencion donde pudo percatarse de manchas neón en forma de estrellas.
Rápidamente, el amanecer saludó con sus rayos de luz y cuando menos se lo espero, unas pequeñas criaturas despertaron con chillidos alegres a nuestro fiel amigo, estas eran muy tiernas, en sus rostros mantenían una cara sonriente, con una risa contagiosa para quien las escuchara. Estas criaturas en forma de oruga estaban por todas partes, invadiendo al venado. Trató de retirarlas amablemente debido a la incomodidad que causaba, pero estas se aferraron a él con esos inocentes rostros, de los cuales salieron unos afilados colmillos, absorbiendo su sangre.
Aterrorizado, corría sin control entre las plantas las cuales emitian un polvo tóxico que debilitaba su fuerza.
Cuando menos se lo esperó, el piso tembló de forma agresiva, provocando que varias arboles cayeran a los suelos, plantas se marchitaran y montañas emitieran un humo intenso. Todo lo que estaba en el ambiente no era lo que aparentaba; este lugar era un peligro inminente.
Daimhin se arrastraba con esfuerzo, pero de un momento a otro pudo impulsarse con sus cuernos al cielo. Desde la vista hacia abajo, observó detenidamente el volcán, percatándose de que las pequeñas rocas formaban una cara que podía resultar aterradora a simple vista. Lentamente llegó a las orillas del volcán, donde superficialmente las burbujas de magma no paraban de explotar. Pero, mientras más se adentraba en sus pensamientos, se impulsaba a ese total vacío; ya no importaba que fuera su fin, al menos sería algo rápido.
Cuando su muerte ya era inevitable, esa amenazadora magma roja se tornó en agua totalmente limpia, al parecer era un cenote; las larvas comenzaron a derretirse, transformándose en pura espuma esparciendo brillos que mostraban en el agua, asombrando a nuestro amigo. Todavía no procesaba lo ocurrido; al parecer este mundo estaba lleno de apariencias falsas, solo era cuestión de tiempo y no juzgar a simple vista.
Editado: 14.06.2024