El venado y la ciudad espejo

Planeta Frío

Capítulo III

 

Ahora tenía que priorizar escapar de ese planeta, ya que, a pesar de ver un lado agradable, por algo era el planeta de las apariencias. En cualquier momento podría ocurrir otra cosa mucho peor, tomando eso en cuenta, comenzó a resurgir del exterior con cierto temor, sus cuernos comenzaron nuevamente a volar como en aquella ocasión anterior, pero esta vez lo fueron guiando hacia un lugar lejos del sol.

Se encontraba ya en ese vacío rocoso, junto a un frío inmenso, bajando lentamente, sintiendo como cada copo de nieve caia lentamente en su pelaje calido, donde el suelo y el lugar se apreciaban figuras totalmente cristalinas. Sus pezuñas comenzaron a temblar muchísimo, sentía que sus movimientos eran torpes. Por un momento echó de menos el cálido ambiente, pero no tanto al recordar esos gusanos chupasangre.

Recorrió sin más el espacio; todo estaba muy nublado, confuso y frío. Solía recordarle cuando invernó en su planeta natal, no únicamente la frialdad del ambiente, sino también cómo lo acechaban esos lobos llenos de sed de sangre. Sin embargo, en esta ocasión no era lo mismo. Se trataba como si realmente sintiera en cada planeta una intensidad distinta. De un momento a otro, comenzaron los escalofríos, el agua congeló totalmente sus delgadas piernas, Sin poder hacer nada, quedó totalmente encerrado junto a su mente temerosa.

Lo único que podía observar era una luz con varios colores que surgía del cielo que chocaban con el brillante hielo; parecía un espejo en el cual se reflejaba. Después de un tiempo, su creencia comenzó a crecer. Mirando desde lo más lejos, observó un planeta un tanto curioso, a su alrededor, lo cubría una aureola brillosa.

Lentamente, comenzó a caminar con fuerza, aún temblando debilmente. Sabía que no tenía nada que temer. No veía nada más que ese reflejo, lentamente sintiendo unos escalones por donde subía sin parar. No sabía a dónde iba, solo que seguía adelante, sin mirar atrás. Al llegar desde lo más alto, se percata que se adentraba a un glorioso castillo, con muchos lujos, pero algo le llamó peculiarmente la atención: este estaba hecho de mero hielo; tanto las camas, sillones, ventanas, absolutamente todo lo que te podrías imaginar estaba allí.

Aunque por un lado pareciera de lo más acogedor , sus muebles elegantes junto a sus deslumbrantes paredes, que poseían la mejor estética y resistencia, no eran de lo más cómodo. Empezó entonces a buscar entre ese castillo una salida, donde solo mantenia al percance varios muros cristalinos. Al regresar a la puerta, se mantenia ya cerrada, temiendo que tal vez alguien habitaba en el castillo. Daimhin se estaba volviendo una bolita, recordando esa vacía sensación de estar solo la mayor parte de su vida, sin necesitar la ayuda de nadie.

El pequeño venado comenzaba a llorar desconsoladamente. Cada lágrima se esparcía en un gran charco salado, con una gran concentración, provocando que esta se derritiera. Cuando menos se lo esperaba,  estaba en lo más profundo del planeta. Su desconsolado llanto continuaba, dandose cuenta de su profundidad cuando cayó en el gran mar, siendo el núcleo de este planeta que poseía colores fosforescentes y cristalinos, los cuales nuevamente le recordaban la ciudad espejo. No debía renunciar a ese sueño, así que, con esa poca fuerza de sus pezuñas, lentamente empezó a recuperar fuerzas, pero ya no era una sensación de temor lo que lo movía, sino su propia voluntad. Sentía mucho control en sus cuernos volando desde lo más alto, sintiendo una inmensa alegría.

Ya dirigiéndose al reflejante planeta, sabía muy bien lo que hacía y el porqué: necesitaba encontrar su lugar en el espacio.

 



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En el texto hay: drama, magia, venado

Editado: 14.06.2024

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