El vendedor de paraguas

El vendedor de paraguas

La lluvia arremetía indomable contra el ventanal, como si tratara de ahogar la poca luz que aún quedaba esa noche en la oficina. El tic-tac del reloj no era otra cosa que un recordatorio constante de que mi vida estaba pasando ante mis ojos sin que yo pudiese hacer nada, como si de una carrera se tratase, y yo solo fuese una espectadora más, no la corredora. Mis manos, cansadas y temblorosas, se arrastraban por el teclado en un último y desganado intento por terminar el informe que mi jefa exigía para el día siguiente. Sabía que si no lo entregaba a tiempo, me echaría a la calle sin pensarlo dos veces. La fatiga y la frustración se acumulaban dentro de mí, como una gran bola de fuego que amenazaba con estallar en cualquier momento. La lluvia, que parecía caer cada vez con más intensidad, se sumaba al caos que me envolvía. Quería huir, escapar de esa oficina, pero sabía que aún no podía hacer tal cosa.

En breve sería por fin medianoche, mi hora de salida, pero sabía que no me esperaba nada mejor fuera de esas paredes. La vida que llevaba era una rutina monótona y miserable. Mi jefa me explotaba sin piedad, el sueldo apenas me alcanzaba para vivir y últimamente la soledad era mi única compañía. De repente, un relámpago iluminó la oficina y un trueno retumbó por todo el cielo, como si quisiera hacerme saber que el mundo allí fuera era un lugar todavía más hostil. Miré por la ventana y vi la ciudad bañada por la lluvia, las calles vacías y los imponentes edificios grises, sin color, como si estuvieran muertos. ¿Era eso lo que me esperaba afuera? ¿Un mundo frío y desolado que me consumiría poco a poco?

Mi jefa entró en la oficina y me preguntó si ya había terminado el informe.

– No, aún no. - respondí con voz débil. Sabía lo que venía a continuación.

– Entonces no te vayas todavía. Te quedarás aquí hasta que lo termines. - dijo ella, con una expresión sin un ápice de simpatía, para acto seguido salir del edificio, dando un portazo y dejando solo silencio tras él.

Sabía que no podía irme hasta terminar. Mis ojos se llenaron de lágrimas de impotencia y frustración. Me sentía atrapada en una vida que no quería, sin esperanza de poder escapar. No tenía otra opción que continuar con el susodicho informe, así que me puse a ello. Cuando volvía a levantar la mirada del ordenador, pude ver en mi reloj que quedaban 5 minutos para las dos de la mañana. Solo dos horas habían pasado, pero lo había sentido como una eternidad, una eternidad faltante de ilusión y repleta de los estridentes sonidos de mis dedos golpeando cada letra del teclado. Había estado en la oficina todo el día, contando horas extras que muy bien sabía que jamás iban a ser compensadas. Estaba exhausta. La lluvia aún no había cesado, el mundo alrededor seguía siendo igual de gris y solitario.

Agarré mi bolso y salí de la oficina. La lluvia continuaba cayendo con rabia y el viento soplaba con mayúscula violencia, haciendo que mi endeble paraguas se doblara hacia dentro. No tuve otra opción que acurrucarme bajo mi chaqueta y recorrer las calles empapadas lo más rápido que pudiese. No había nadie en las calles, excepto algunos vagabundos que buscaban refugio de la cruel lluvia en los callejones oscuros. Después de atravesar incontables largos bloques de edificios, pude vislumbrar una humilde parada de autobús, en la que me apresuré a sentarme para poder descansar solamente unos minutos. Ni siquiera quería tomar un autobús, solamente poder sentarme unos instantes. Mientras reposaba, mi mente comenzó a divagar. Me di cuenta, una vez más, de que estaba atrapada en una vida que no deseaba, que no merecía. ¿Cómo podía romper ese ciclo? ¿Como podía librarme de la monotonía y encontrar aunque solo sea un poco de felicidad?

Para tratar de despejarme un poco, saqué del interior de mi bolso mi querida libreta y un desgastado bolígrafo. Los llevaba a todas partes, pues era de las pocas cosas que conseguía sumergirme en propio mundo, en un intento desesperado de apagar la realidad un rato. Comencé a escribir, dejando que mis pensamientos fluyeran libremente sobre el papel. Sin percatarme, los minutos seguían pasando, y lo que empezó siendo un pequeño descanso se convirtió en una ya deseada pequeña escapada de la gris realidad. Cuando quise darme cuenta, pude ver que un hombre mayor, con un abrigo marrón desgastado por los años. Su piel arrugada y sus ojos cansados hablaban de una vida difícil, de muchos días de lucha. El sonar de su bastón contra el suelo acompañaba su caminar. Su descuidada barba no hacía otra cosa que recordad su longeva vida. Después de verlo por unos segundos, paré de divagar en mis pensamientos para poder entender lo que me decía.

– Señorita, ¿Quiere un paraguas? Podría ser útil para usted en días como este. - me dijo con una agrietada voz y una cálida sonrisa amable.

Mientras sostenía el paraguas que me ofrecía, lo vi mirar sutilmente alrededor, con una expresión nostálgica en su rostro.

– La ciudad ya no es lo que solía ser. - dijo el vendedor. – Por el día hace un sol radiante, lleno de fulgor, y al caer la noche no queda nada más que calles vacías y mojadas por la lluvia.

– Y que lo digas… - dije yo, tratando de responder con una leve sonrisa. – Creo que tomaré uno de tus paraguas. ¿Por cuánto los vendes? - seguí, extendiendo la mano hacia mi bolso, donde se encontraba mi monedero.

– No se preocupe, señorita. No me sentiría bien si le hiciese pagar por un paraguas en un día tan húmedo como el de hoy. Puede quedárselo, cortesía del viejo Harold. - dijo él, seguido de una adorable risita, mientras me extendía su endeble mano con el paraguas hacia mí.

– ¿Lo dice enserio? - expresé mientras tomaba el rojizo paraguas de su mano. – Es ústed muy amable, señor Harold. Mi nombre es Maria. - dije yo, mientras extendia mi otra mano para poder darsela. – Encantada.

– El placer es mío, señorita. No todos los días este pobre anciano se encuentra con jovencitas tan amables. Cada vez queda menos gente respetuosa… - recitó Harold, dándome un sincero apretón de manos. – ¿Hacia dónde se dirige?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.