El veneno de la dama

Capítulo uno: La calma antes del huracán

Despierto mucho antes de que el sol salga. El insomnio es uno de mis peores enemigos desde hace siglos y por mas que intente, no logro vencerlo. Mi cerebro está alerta todo el tiempo, atento a lo que pueda pasar. Incapaz de olvidar todo lo que vió y sufrió en carne propia.

Una vez vestida me coloco mis guantes y salgo de la cabaña, dejando atrás a Yennefer que se encuentra en un profundo sueño. La amartista me ha acompañado en tanto que estaré en una eterna deuda con ella.

Recorro las calles que aún se encuentran vacías y me dirijo a lo alto de una colina en donde me permito relajarme antes de que todos despierten.

Desde este lugar se logra ver el verde prado en el que vivimos, oculto por el bosque y más allá, a lo lejos, por donde el sol sale, alcanzo a ver la silueta del gran castillo y las cabañas del reino. Una parte se ve iluminada, hermosa, con grandes cabañas con adornos dorados y ostentosos alrededores. Basándonos en ello podríamos pensar que es un lugar lleno de vida pero si miramos hacia el otro lado, vemos que este se encuentra oscuro, desprovisto de vida y cualquier rasgo de alegría. Las cabañas son oscuras y se caen a pedazos.

Suspiro sin poder evitarlo. Siempre pensé que con el paso del tiempo las personas evolucionarían, que dejarían atrás sus egoísmos y prejuicios. Pero me equivoque, nadie está libre de ellos a pesar de que el tiempo ha pasado.

Otro pensamiento que me ataca es aquello que quiero construir para nosotros. La comunidad se agranda cada día más y no nos vendría mal tener un instituto para aquellos que se están formando. Tanto humanos como amartistas.

Despejo mi mente de esos abrumadores pensamientos cuando comienzo a oír voces en el poblado. El lugar comienza a despertar y con ello, mis responsabilidades.

Voy de un lado al otro arreglando algunas cosas, me detengo un par de veces a hablar y resolver inquietudes de la gente del poblado.

Las horas pasan de manera lenta, un día común entre nosotros  o por lo menos, lo que nosotros llamamos común. 

Observo a Alix entrenar a las pequeñas amartistas. Siempre es bello ver a las pequeñas lograr su primera curación y más hermoso es verlas adquirir sus habilidades complementarias. Es un proceso increíble que jamás termina, incluso para mi. En los últimos años he tenido que aprender a utilizar dos nuevas cualidades.

Es un proceso arduo que necesita de toda nuestra energía, llega a cansar y muchas veces nos terminamos frustrando pero el resultado es increíble y definitivamente, no lo cambiaría por nada del mundo.

—¡Vamos, niñas! —dice Alix, llamando la atención de las amartistas—. Concéntrese en su planta, imaginen su tallo sano nuevamente.

Las pequeñas se encuentran sentadas en el césped con una pequeña flor con el tallo partido frente a ellas.

—¡No funciona, Alix! —grita una de ellas, cruzándose de brazos.

—Si funciona, cariño —se acerca y toma asiento a su lado, ignorando que la tierra ensucia su reluciente vestido —Cierra los ojos, imagina una linda flor sana.

Sonrío ante aquella imagen. Yo no tuve esa suerte. Aprendí por mi cuenta, a base de intento y error. Muchas veces intenté ayudar, muchas veces vi como la vida abandonaba los ojos de aquellos que no logré salvar. Me enfurecía, lloraba porque no tenía a nadie que me enseñara, porque quería ayudar y no podía. Porque me sentía sola y no había nadie a mi lado que me dijera que todo estaría bien.

La niña le hace caso y abre lentamente sus ojos dorados.

—¡Mira, Alix, mira! —señala a la pequeña flor que ahora se encuentra un poco mejor.

—¡Se ve genial, Lizzy! —dice abrazándola— Te dije que lo lograrías.

Ambas se levantan del césped y forman un grupo junto con todas las demás amartistas practicantes.

—¡Bien, chicas! Fue un gran día, nos vemos mañana.

—¡Adiós, Alix! —grita una de las niñas mientras se va corriendo y a mitad de camino voltea a mirarla— ¿Vienes a comer luego?

—Claro, nos vemos.

Me acerco a la amartista de cabello rubio que se encuentra entretenida despidiendo a las pequeñas que se quedaron retrasadas platicando.

—Te adoran —digo poniéndome a su lado.

—Claro que sí —dice con expresión altanera— ¿Quien podría no adorarme?

—Bueno…algunas veces eres algo insufrible, ya sabes…

—Claro, y tú eres la persona más simpática del mundo —dice golpeándome el hombro. Su risa es armoniosa, suena casi angelical.

Alix posee la cualidad del canto, su voz transmite tantas emociones que incluso, puede influir en el estado de ánimo de las personas. 

Si se encuentra enfadada y canta, lo sabrás. Si está feliz y la oyes cantar también lo estarás.

Nuestras risas son interrumpidas al oír gritos. Al voltear, veo al padre de Lizzy gritándole en medio de la calle.

—Odio a ese tipo…

—También yo —me acerco rápidamente a donde ellos se encuentran y la sangre me hierve al oír las palabras de Dazar.

—¡Eres una inutil! —la niña se abraza a sí misma y comienza a temblar un poco— ¡No sirves para nada, por eso tu madre nos dejó!



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En el texto hay: fantasia amor aventura

Editado: 17.10.2022

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