El veneno de la dama

Capítulo tres: Aullidos del silencio

Hay diferentes tipos de silencio. 

El que representa la calma, la paz pura. Aquel que te tranquiliza el alma, que se siente como una caricia. El aire se siente puro, te da energía, fuerza, vitalidad. El otro tipo de silencio es el que te aterra. El silencio que viene antes de toda la destrucción. Te hace saber que todo está llegando a su fin. 

Ese silencio atacó después de la visita a Melkor, no solo en el poblado de las amartistas, también en Mandino.

Camino por el bosque tranquila, pero sin olvidar si algún mal me acecha. Un ruido se oye a mi costado y giro el cuello en esa dirección, observando los arbustos. Nada parece estar allí, así que continuo mi camino.

Tarareo una canción que oí cantar hace unos días a Alix.

A young man walked through the forest

with his quiver and hunting bow

He heard a young girl singing

And followed the sound below

There he found the maiden

Who lives in the willow

Su voz en conjunto con la letra de la antigua canción conmovió mi alma y no pude evitar hacer comparaciones, a pesar de las grandes diferencias, entre los deseos avaros de la monarquía y aquel hombre que hizo de todo para conseguir aquella mujer imposible.

Los gobernantes jamás nos han pedido que los ayudemos desde el corazón, claro está. Sus pedidos siempre estuvieron cargados de un poder que intentaba afectarnos. Ellos solo consiguen lo que quieren y luego nos desechan como basura.

Y nosotras no somos basura, estamos muy lejos de serlo.

Al cruzar el límite del bosque me vuelvo invisible y camino por la ciudad, nadie es capaz de advertir mi presencia. Las personas caminan por las calles, vestidas de forma elegante y postura petulante, ignorando lo egoístas que son. Tienen una veda en sus ojos que les impide ver la carencia de los demás, solo se preocupan por sus riquezas y extravagantes vestuarios.

—Querida, no te preocupes —dice una mujer— Tu hijo obtendrá una gran esposa.

—Eso espero…eso espero —contesta la otra, abanicándose.

Obtendrá, como si fuera un objeto que se compra. Me repulsa que dos mujeres hablen de esa forma de otra mujer.

—Y yo me lamento por esa mujer…—digo en un susurro pasando por su lado.

La mayoria aqui carecen de coherencia, de empatía por el otro y lo demostraron desde el momento en el que decidieron ignorar a el barrio oscuro, a todas aquellas personas que luchan dia a dia por sobrevivir y que, la mayoría, ni siquiera tienen un techo o un lugar para dormir cómodos.

Continuo caminando hasta que lentamente, las casas iluminadas  llenas de vida se van convirtiendo en estructuras rotas, desprovistas de vida y llenas de melancolía.

Al estar lo suficientemente lejos de la vista de los ricos me dejo ver y poco a poco las personas comienzan a acercarse. Visten arapos sucios y rotos, sus rostros reflejan toda la tortura en vida que sus almas sufren.

—Traje comida —comienzo a distribuir las porciones y reprimo las lágrimas al ver sus sonrisas. Algunos se conforman con tan poco que me hace hervir la sangre saber que los que tienen todo solo desean poseer más.

—Gracias preciosa —dice un anciano. Es la primera vez que lo veo desde que vengo aquí, otro desgraciado que fue ignorado por los ricos.

Me alejo de ellos y camino unas calles más hasta llegar a una pequeña cabaña, le falta una pared y algunas maderas están podridas. Subo las escaleras con cuidado, observando de un lado al otro y luego ingreso a una habitación. Recostada en el suelo se encuentra una niña de cabello castaño que aún no me ha visto y a su lado, su madre le hace una trenza .

—Me dijeron que alguien cumple años hoy, ¿tu sabes quien es?

—¡Yo, yo soy! —grita alzando sus brazos—¡Te acordaste!

—Por supuesto que me he acordado —me agacho frente a ella y la abrazo—Feliz cumpleaños, dulce Emma.

—¡Ya estoy cerca de ser una niña grande! 

Sonrío, conmocionada por su alegría. Si tan solo supiera que ser grande no es tan genial como ella piensa.

—Te tengo un regalo, las chicas y yo lo hicimos con mucho esfuerzo —le doy mi bolsa y ella no tarda en mirar dentro, con una gran sonrisa que deja ver los espacios vacíos de sus dientes.

No necesita rebuscar demasiado. Sus ojos se iluminan y sé que le he dado el regalo correcto.

—¡Mira, mami! —dice sacando su obsequio—, ayúdame a ponerla.

Hell, me observa con los ojos húmedos y se acerca a su hija. Emma perdió una de sus piernas cuando tenía cuatro años, un accidente dijeron pero todos sabemos que fue la incapacidad de un guardia lo que le costó su pierna. Luego, Hell perdió su empleo y ambas terminaron aquí.

Las chicas y yo decidimos darle un regalo importante y después de mucho esfuerzo logramos crear con ramas una pierna para Emma. Las amartistas más pequeñas también quisieron ayudar, así que la decoraron con flores encantadas para que no se marchiten.



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En el texto hay: fantasia amor aventura

Editado: 17.10.2022

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