La vida es algo completamente fugaz, basta con un chasquido de dedos para que tu vida se evapore. Muchas veces no nos damos cuenta de que esta sigue su curso y que ya no nos queda tiempo, comprendes que has desperdiciado tu vida observando simplemente las estrellas pasar.
Algunas personas dicen que es como un lento despertar, que poco a poco se van percatando de su alrededor y de todo lo que se están perdiendo. En mi caso fue completamente al revés. Desperté un día y me di cuenta de que mi vida era un completo desastre, mi padre se encontraba gravemente enfermo, mi madre y hermano actuaban de manera equivocada y mi interior se encontraba completamente vacío.
A partir de ese día comencé a actuar, cansada de perder oportunidades.
Supe que cuando Devan asumiera el trono sería nuestra perdición porque él posee todas las creencias erróneas y destructivas que afectan nuestra vida por lo que tuve que abrirme el camino hacia la corona para preservar nuestra realidad.
El primer paso fue deshacerme de mi madre. Devan siempre fue muy allegado a Eaterina por lo que ella influyó, o mejor dicho envenenó, su mente. Mi hermano creció creyendo en todas las estúpidas historias que ella le contaba, en todos sus sueños.
Cuando mi padre mandó a matar a Ekaterina, él ya se encontraba gravemente enfermo por lo que muy pocas veces se levantaba de la cama, lo que significaba que yo tenía el camino libre para accionar.
La idea era que Devan permaneciera preso en las mazmorras unos días, sufriendo y luego, haría que un guardia lo asesinara. Poco grata fue mi sorpresa cuando me percate de que él y sus amigos habían huido gracias a la amartista pero al ver que no causaba problemas deje de preocuparme.
Con suerte, ya estaría muerto y me ahorraría el esfuerzo de deshacerme de él.
El siguiente paso fue acabar con Melkor.
Esa mañana ingresé a su habitación con la excusa de llevarle algo caliente de beber. Melkor, en un estado decrépito, apenas y pudo alzarse de la cama para ingerir la bebida.
—Oh, hija…gracias —dijo de forma ronca—. Qué haría yo sin ti.
—No es nada, padre —acaricié su largo cabello negro, con una fingida onrisa tierna—. Es lo menos que puedo hacer por ti…Te lo debo todo.
Se recostó nuevamente en su gran cama y acarició mi mano que descansaba a un lado de su cuerpo.
—Deberías descansar un rato…
—Si, tienes razón…dormiré un poco.
—Descansa, padre —le contesté en voz baja, dejando un suave beso sobre su transpirada frente—. Te acomodaré mejor las almohadas.
Me levanté lentamente de la cama y tomé una de las mullidas almohadas que reposaban a su lado. Tenía los ojos cerrados y sin dudarlo la sostuve fuertemente sobre su rostro. Melkor se sacudió, pataleo e incluso me arañó los brazos.
Tras unos segundos en los que mi corazón se encontraba desembocado, él dejó de moverse. Sus brazos cayeron laxos a los lados de su cuerpo y al retirar la almohada me encontré con sus ojos abiertos y una pequeña gota de sangre saliéndole de la nariz.
—¡Ayuda! ¡Alguien ayudenme! —comencé a gritar de forma desesperada.
Los guardias ingresaron a la habitación con espada en mano, creyendo que alguien me atacaba. Tras ello, un médico real confirmó la muerte de Melkor, dijo que su enfermedad pudo con él.
Obviamente nadie dudó de mi. Todos creyeron mi papel de hija dolida que lloraba desconsolada por la muerte de su padre.
—Pobre princesa, su padre muerto, su madre asesinada por traición y su hermano desaparecido —oí decir a una de las mujeres de servidumbre.
—Ella no merece nada de esto…no es justo.
En el castillo nadie criticó mis acciones, atribuyen todo a mi corazón roto.
Ingenuos que creían que a los unico que debían de temer era a los seres perversos que viven en el bosque por fuera del reino cuando en realidad, a quien deben de temer está a pocos metros de ellos todos los días. A quien llaman reina, a quien le besan los pies con devoción.
Devan siempre decía que cuando fuera rey cambiaría las cosas, que haría de nuestro reino un lugar mejor.
—Haré que las amartistas puedan vivir entre nosotros si quieren —me dijo el día en que Darya nos atacó y se negó a sanar a nuestro padre—. Todos tendremos una vida mejor.
Estaba convencido de lo que decía pero no se daba cuenta de lo que enverdad estaba diciendo, su mente está infectada por los ideales de Ekaterina.
—Si, tienes razón —me limité a contestar cuando en realidad quería decirle que nada debía cambiar o que quizás, no como él quería. Nuestra vida ya era buena y con eso bastaba.
Antes de la despedida a mi padre, mandé a un guardia al bosque para que se deshiciera de Darya. Esa mujer es un estorbo para mi y es necesario eliminarla.
Por ello ahora me encuentro sentada en un amplio sillón frente a un gran ventanal que deja ver a todo el reino y no puedo evitar sonreír al ver acercarse al hombre que fue enviado a la misión. Tomo una gran respiración para mantener la compostura, adelantándome a las buenas noticias ya que si se encuentra de regreso es porque Darya ya no se encuentra con vida.