El veneno de la dama

Capítulo veintiuno: Hogar destruido

 

Las calles sucias, las pocas casas que quedan en pie en mal estado, estructuras carbonizadas, cadáveres por todo el lugar. El castillo vacío, frío. Se siente aterrador, desolado. La mayoría de las ventanas se encuentran tapadas por lo que los pasillos están en penumbras, los gritos del exterior no logran ingresar aquí y si te mantienes abstraído de todo, jamás te enterarás del tormento que se vive fuera.

Me cuesta creer que este es el lugar en el que me crié, esas épocas en donde el castillo se encontraba lleno de vida y brillo se encuentran distantes. Debo esforzarme en poder visualizarlo como era antes, a  mi madre recorriendo los elegantes pasillos saludando a cada servidor que se encontrara.

A mi pequeña hermana correteando por el lugar siendo seguida por sus nodrizas. Los elegantes bailes en el salón principal, las aburridas cenas con mi padre. Y las fastidiosas clases de diplomacia.

No era una vida perfecta, la presencia de Melkor no lo permitía, pero sin dudas, no era mala. Viví casi veinte estrellas encerrado en una burbuja, sabía que no todos gozaban lo mismo que nosotros pero nunca había visto la cruel realidad con mis ojos.

No hasta ese día en el que mi padre secuestró a Kai y Darya apareció de entre las sombras para rescatarla. A partir de ese día mis ojos parecieron ser liberados de una neblina que no sabía que se encontraba allí.

Jamás olvidaré ese momento, el miedo que sentí cuando me estaba desangrando y Darya se agacho frente a mi para sanarme.

 Muchos la juzgaron mal, sin duda alguna, y yo fui uno de ellos. Agradezco haberme dado cuenta de mi error y poder retractarme a tiempo.

—Darya en verdad me agrada —le dije a Kai una noche—. No es como la imaginé.

—Muchos temen acercarse a ella por la idea errónea que hay alrededor de ella —contestó con su dulce voz.

—Es una buena persona.

—No, no lo es —aseguró, la mire con extrañeza impactado por sus palabras—. Ha hecho cosas malas, las sigue haciendo pero solo cuando lo considera sumamente necesario. No la excuso pero…ella nos protege, a su manera algunas veces.

—Nadie es perfecto —decidí decir, sus palabras no me hicieron cambiar de opinión. Darya es una de las mejores personas que he conocido—. Todos cometemos errores.

Poco a poco fui conociendo un poco más a Darya, se fue abriendo a mi y sin duda, la comencé a considerar una amiga. En verdad espero que todo esto no sea en vano , que su muerte no haya sido por nada. Ni siquiera me atrevo a pensar en Yennefer, ¿cómo le diré que su esposa murió porque yo no fui lo suficiente rápido? Ambas se miraban con tanto amor que me preocupa su reacción, él como continuará viviendo una eternidad sin ella.

Vivieron juntas, viéndose cada día por más estrellas de lo que cualquier persona podría, ¿cómo se supera eso?

Giro en uno de los pasillos y me encuentro a dos guardias parados frente a una gran puerta. Se tensan al verme, por lo que deduzco, mi hermana se encuentra al otro lado.

—Quiero hablar con mi hermana —ordenó.

—No puede pasar, debe marcharse —contesta uno. 

El ambiente es tenso, los tres parecemos querer atacarnos al otro. Pienso, ¿cómo actuaría Darya en mi lugar?

—Sigo siendo el príncipe y el legítimo rey —cuadro los hombros y hablo con voz firme—. Así que haz lo que te ordeno.

Se observan de reojo y lentamente se apartan de la puerta para dejarme pasar. No abren la puerta para mí pero no les digo nada, ahorrando energía para lo que se avecina.

Ingreso y me encuentro a mi hermana sentada en un gran trono, viste un elegante y ostentoso vestido de color escarlata y porta una gran corona.

En el reino se están matando y ella aquí, muy cómoda y relajada.

Alza una de sus cejas cuando me ve ingresar, se ve prepotente, engreída y odio eso. Dista demasiado de la niña que vi crecer hasta convertirse en una mujer. 

—Versa…

—Eres muy valiente para venir hasta aquí, hermanito.

Lo dice casi con burla y eso me enoja demasiado.

—No es valentía, Versa —digo con enojo—. Es algo necesario.

—No, no lo es —enreda un mechón de cabello en uno de sus dedos y luego lo deja caer. En esa acción, puedo ver a mi pequeña hermana y no a esta persona desconocida que hay frente a mi—. Y me sorprende tu valentía para venir ya que todo esto es tu culpa. Tu causaste esto.

—¿Mi culpa? —pregunto asombrado— ¿Dices que es mi culpa? —remarco el mi en un intento de que note lo absurdo de la situación.

—Si, decidiste irte con las amartistas y provocaste un revuelo en el reino. Las personas comenzaron a creer,  a quejarse. Como si tuvieran el derecho.

—Lo tienen —me apresuro a contestar—. Además, ¿me culpas por escapar cuando me secuestraron en mi propia casa por ordenes de mi padre y me torturaron? Estás siendo ridícula.

—Respetame, Devan.

Intento mantenerme calmado, no colapsar y gritarle porque sé que eso solo empeorará todo.

—Tienes que detener todo esto, Versa —digo por fin—. Esto está muy mal, estás destruyendo nuestro reino.



#7526 en Fantasía
#9710 en Otros
#1171 en Aventura

En el texto hay: fantasia amor aventura

Editado: 17.10.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.