El veneno de la dama

Capítulo veintidós: Las cenizas que dejan las llamas

Maratón final 1/3

Durante demasiado tiempo, toda mi vida de la que poseo recuerdos, quise ser rey. Por las noches tormentosas en las que los estruendosos sonidos de las nubes chocando no me permitían dormir me imaginaba con la corona del rey sobre mi cabeza, caminando por elegante palacio y siendo aclamado por la población.

Parece hecho adrede que ahora que tengo la corona, relativamente hablando, el reino este devastado. Demasiadas personas murieron, más de los que me gustaría admitir. No soporto ver las miradas desgarradoras de los que encuentran a sus familiares muertos, no portorto los lamentos que se oyen en todo el lugar.

Quienes lucharon y continúan con vida ayudan a juntar los cadáveres, los ponen en filas y cubren con mantas, evitando así que los demás vean los cuerpos. Poco a poco las personas se van acercando y lentamente retiran las mantas buscando a sus familiares desaparecidos. Muchos sollozan sobre los cuerpos sin vida, se abrazan a ellos y otros lloran aliviados al ver que no es a quien buscaban.

Cadáveres de mandinos, de guardias y soldados, de corbes, de amartistas y presmas. Al final nuestras diferencias no valen nada ahora.

Intento consolar a una familia que llora la pérdida de su hijo pero nada es efectivo, ¿que decir? ¿acaso existe palabra alguna que alivie tal dolor?

—Devan, al fin te encuentro —cierro los ojos con fuerza, ella no puede verme ya que le doy la espalda —¿Has visto a Darya?

¿La he visto? ¿La querrá ver ella?

Giro, relamiéndome los labios. Maquino en mi mente las palabras que usare, busco la manera correcta de informarle la noticia pero dudo que exista una.

—Yennefer, yo…—me interrumpo a mi mismo sin saber cómo continuar—. Yo no pude hacer nada…lo siento tanto…—me reprocho mi comportamiento, se supone que yo debía alivianar la noticia, mantenerme fuerte para ella y no estar llorando y balbuceando como un pequeño niño.

—¿A qué te refieres? —pregunta a pesar de que su rostro refleja el entendimiento. No contesto, mis labios parecen estar sellados. No creo poder olvidar alguna vez su mirada—  Quiero verla.

—No, no —niego con la cabeza mientras hablo— Fue un presma, no creo que…

—Devan, por favor —tiene los ojos brillosos y su labio inferior tiembla.

La guío entre los cuerpos sin vida, camino con la cabeza gacha siendo incapaz de ver la realidad que nos rodea. Bajo el comienzo de las escalinatas que dan ingreso al castillo hay tres cuerpos cubiertos. Colocaron su cuerpo, el de Auroc y Versa juntos. Señalo al que se encuentra en el medio.

—Es ese —da unos pasos—. Yenn en verdad no creo…

—Está bien, tranquilo.

Camina a paso lento pero seguro y envidio eso, a pesar de todo se mantiene fuerte. Me gustaría verme como ella y no derrumbado.

Se agacha y quita la manta, no puedo ver su rostro ni la apariencia de Darya pero no hace falta para saber perfectamente como luce. Mejillas hundidas, piel escasa y un color pálido. Veo cómo se lleva una mano al rostro y sus hombros sacudirse.

Me mantengo alejado, no se si porque quiero darle espacio o porque no soy capaz de volver a verla. Quizás es una mezcla de ambos.

***

Algunos días han pasado desde la guerra que hubo en el reino. 

Poco a poco vamos reconstruyendo el lugar, todos colaboramos para construir hogares para todas esas personas que fueron incendiadas. Realizamos búsquedas continuas para encontrar a aquellos desaparecidos, muchos intentaron escapar del reino antes de que todo explote y otros, no se han visto desde que la sangre corrió.

Decidí cambiar por completo la guardia real, no me atrevería a dejar mi seguridad y la del reino completo en manos de personas que intentaron asesinarnos. Muchos fueron perdonados, solo eran personas que seguían órdenes aterrados por Versa.

Yenn, quien ahora es la nueva líder de las amartistas, pidió enterrar a Darya en el poblado.

—Ella construyó este lugar, Devan —me dijo, tenía los ojos sin brillo, tristes—. Creo que es lo correcto…

—Si, estoy de acuerdo —estuve de acuerdo con ella—. Darya amaba ese lugar, hazlo—agregué—. Puedo ir, ¿verdad?

—Por supuesto que si —no dudo en decir—, siempre tendrás un lugar aquí.

—Y ustedes en el reino, no lo dudes.

La enterraron en su colina favorita, aquella en la que se podía ver todo el poblado y el reino, hay una estrella decorada con flores doradas señalando el lugar. De alguna forma, siento que es una manera de tenerla siempre presente al colocarla allí. 

Desde entonces no la he vuelto a ver, ni a ella ni a Kai. Algunas familias decidieron que quieren vivir en el reino y sin duda, fueron aceptados y se les está construyendo un hogar.

Siempre dije que haría del reino un lugar mejor y no quedará en simples palabras.

Estoy en las caballerizas peinando a el caballo de mi madre, es un corcel de color blanco precioso, cuando escucho unos pasos detras de mi. Al girar sonrío inconscientemente, parece como si me hubieran leído el pensamiento.



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En el texto hay: fantasia amor aventura

Editado: 17.10.2022

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