Facundo
El día de la fiesta ella había ido con unos jeans que la favorecían muchísimo y con una camisa de gaza blanca. Durante nuestra estadía en el boliche la estuve observando todo el tiempo, no quería que pasara un mal momento o que algún degenerado le pusiera las manos encimas. Bailamos juntos, ella se movía sensacional, era sexy o divertida y graciosa cuando lo era necesario. Sabía bailar perfectamente, haciendo enloquecer a todos los hombres, incluyéndome a mí. Estaba pasada de copas, pero no llegaba a estar borracha. Verla así me dieron unas increíbles ganas de besarla, realmente lo quería hacer. En un momento, casi decido por completo a cometer el gran error de querer estar con mi prima; la tomé por la cintura.
—Ana, si no fueras mi prima. — dije suspirando y dejando la frase en el aire, tomando un poco de conciencia sobre lo que estaba haciendo.
—¿Si no fuera tu prima qué? — preguntó poniendo los brazos en taza.
Eso me hizo reír. La miré con ternura, recapacitando sobre lo que había pensado momentos atrás.
Me abrazó por el cuello y se acercó peligrosamente a mí, con sus labios a pocos centímetros de los míos. Su aliento olía a alcohol, pero no me importaba.
—Vamos, contesta.
—No, no puedo. — la alejé de mí sutilmente.
Volvió a tomarme por el cuello, pero esta vez hizo que la mirara a los ojos. A sus bellísimos ojos que tanto me podían.
—Quieres besarme. — soltó de sopetón.
Me sorprendió mucho que lo supiera, tuve una reaccione repentina, de la que me arrepentí más tarde.
—Realmente si, y vaya que quisiera, pero eres mi prima. — suspiré-—y estas pasada de alcohol, no me gustaría aprovecharme de tu estado.
—No te aprovecharías de nada. — parecía frustrada— Estoy total y completamente consciente.
—¿Cuánto es tres más cuatro? — quería saber si mentía.
—Emm. — titubeó. — ¿Trece?
—Estas peor de lo que creí— la tomé por la barbilla— Quien lo diría, Ana borracha.
—Que no estoy borracha, solo un poco pasada quizá. —se sonrojó.
—Pues hoy no será pequeña— dije depositando un corto beso cerca de sus labios.
—¿Por qué me haces esto?
—Porque te quiero y te respeto. — besé su frente— Vamos a casa, no creo que ninguno de los chicos pueda llevarnos.
Ana me había besado, ella lo había hecho. Un beso corto y sencillo, pero dulce a la vez. En el mismo instante en que lo hizo supe que realmente me gustaba. Era su forma de hablar, de mirarme, su simpatía diaria y su sonrisa de toda la vida. Vamos, solo había estado cuanto ¿Un día, dos? Con ella y ya me tenía a sus pies. No se creía para nada linda, y eso la hacía más linda todavía. Claro estaba que era mi prima, y no podía pasar nada entre nosotros, sería moralmente muy incorrecto.
A la mañana siguiente tocó mi puerta, yo seguía en la cama, pero la hice pasar.
—Em, hola.
—Buenos días bella durmiente. — dije sentándome con una sonrisa en el rostro.
—Mira quién habla de bellos durmientes. — dijo con la vista en el piso.
Sabía que lo decía por la hora, pero quise jugar un poco.
—Lo sé, soy bello. — contesté fingiendo arrogancia.
—Si, como no. — suspiró y levantó la vista— Venía a disculparme por lo de ayer, esa, no era yo, en realidad sí, pero estaba borracha, o algo así supongo, la cosa es que...
—Te perdono Ana. — la corté en mitad de la frase un tanto herido— No hay problema.
—Si pudiéramos hacer de cuenta que eso no ocurrió, te lo agradecería. — pidió.
Reí con amargura. Luego de lo de la noche anterior ¿Pretendía que olvidara todo?
—Si es lo que quieres.
—Si, por favor.
Más tarde jugamos al póker, yo gané y me burlé de ella en broma, para fastidiarla un poco.
—Felicidades. — dijo con una sonrisa.
—Gracias, LOSER. — comenté chistoso haciendo una L en mi frente.
—Eres un niño. — rodó los ojos y rio.
—Si es lo que piensas. — sonreí con maldad.
Me lancé al sillón y comencé a hacerle cosquillas en todos lados. Ella pataleaba y reía, pidiéndome que pare. Eso hacía que intensificara las cosquillas. En cierto momento decidí darle la ventaja y que ella me hiciera cosquillas a mí. No paraba de reír y contra atacarla. Los dos terminamos exhaustos, sudados y con calor. Transpirada y todo, era hermosa. Verla así me trajo una imagen pervertida a la mente, la cual saqué inmediatamente de mi cabeza. Me levanté del sillón y busqué agua y galletas para ambos.
El resto del día siguió naturalmente. Seguía confuso acerca de mis sentimientos hacía Ana, si hubiera sido por mí, le hubiese dicho lo que estaba sintiendo sin vueltas, pero mi corazón decía algo y me mente decía otra cosa. Lo de la noche pasada seguro había sido un efecto del alcohol, ella no me quería ni veía de esa forma, tenía que dejar de hacerme ilusiones.