El verano en el campo es Azul [terminada]

Capítulo 13

Las noches restantes dormimos juntos, abrazados y en silencio. Cuando todos se dormían nos escabullíamos a la habitación del otro. Amaba como olía a manzanilla cuando se acostaba a mi lado después de bañarse, como olía a cacao su piel. Disfruté cada uno de los preciosos instantes de esos días. La besé siempre que tuve oportunidad. La abrazaba por la cintura, uniendo mis manos en su vientre. También la acaricié, de forma sutil y melosa, cuidadosamente, como se trata a todo aquello que tiene valor. Estaba muy enamorado de ella.

Nos lo habíamos pasado juntos, en el granero y en la pileta, disfrutándonos mutuamente. Compartiendo todo lo que podíamos y también pasando momentos con los chicos.

Dos días antes de que se marchara ideé una lista con las cosas que debía hacer para ganarse el panda. Ella en un principio protestó, pero luego de que le dijese que haría algunas de las cosas con ella aceptó.

LISTA PARA GANAR EL PANDA:

1-Hacer el reto de la canela (comer una cucharada de canela sin tomar agua)

2- Nadar 10 largos sin descansar.

3- Cocinar waffles.

4- Andar con un bóxer en la cabeza durante todo un día.

5- Dejar que te tiren un bote de agua con pintura en la cabeza.

6- Reventar 3 huevos en tu cabeza.

 

En cuanto vio la lista y la leyó dijo:

—¿Enserio?

—Enseriop. — dije marcando la P.

—Hagamos un trato, hoy hago tres de las cosas y mañana otras tres, pero debes elegir si hacer conmigo hoy o mañana.

—De acuerdo, prefiero hoy. — dije sonriendo.

—Genial. — me sonrió.—Hoy cocinaremos waffles, andaremos con un bóxer en la cabeza y haremos el reto de la canela.

—Bueno.

Ambos subimos y nos pusimos un bóxer en la cabeza, nos veíamos muy ridículos, pero juntos dábamos ternura. Le pedí que sacara fotos de esos últimos días, la cantidad que pudiera, para luego mandármelas por mail. Quería inmortalizar aquellos momentos, porque no sabría si lo que se había dado aquel verano volvería a suceder.

—Vamos al espejo del baño de la abuela, necesito una foto de esto. — dijo saliendo de su habitación con la cámara en la mano.

Fuimos hasta el cuarto y nos sacamos varias fotos frente al espejo, con el bóxer en la cabeza. En una estábamos los dos con caras graciosas, en otra, yo la abrazaba por la cintura y le besaba la mejilla.

—Vayamos a cocinar los waffles mi querido amigo. — dijo mientras colgaba su cámara del cuello.

—Primero el reto de la canela. — dije.

—De acuerdo.

Una vez en la cocina buscamos dos cucharas, canela y llenamos dos vasos de agua. Nos sentamos en la mesa enfrentados y nos miramos.

—El primero que escupe pierde. — le desafié.

—No es justo, porque si pierdo no obtendré mi panda. — dijo haciendo puchero.

Su puchero me podía demasiado, era hermosa, hacía que le hiciera caso.

—Hummm, con que cumplas cuatro de las seis cosas de la lista te lo ganas. –me flexibilicé.

—Gracias, te adoro. — dijo pasando su cuerpo por encima de la mesa para llegar a besarme cortamente en los labios.

—A la cuenta de tres.

—Uno, dos.

—Tres.

Ambos nos metimos la cucharada de canela en la boca. Era exasperantemente seca, me quedé casi sin aire enseguida y abrí la boca escupiendo todo. La mesa quedo bañada en canela en polvo.

—Gané. — gritó victoriosa Ana escupiendo lo que le quedaba de canela.

Ambos estallamos en carcajadas y nos tragamos el agua de un tirón.

—Ha sido bastante asqueroso. — dijo limpiándose la boca con una servilleta.

—Ni que lo digas. — contesté sonriendo.

 

Nos pusimos a cocinar a eso de las tres de la tarde, para tener lista la merienda para las cuatro. Los abuelos se habían ido a visitar a los Mendoza, mi mamá y mi tía habían ido al centro, acompañadas de mi papá, para comprar carne para un asado. Estábamos solos.

—Hay que dejar la mezcla reposando un rato. — dijo Ana dejando el repasador a un lado.

—¿Qué quieres que hagamos? — pregunté llegando a su lado.

—No lo sé, son solo 15 minutos. Podemos jugar a las cartas.

—¿Qué te parece el truco?

—Claro, busca las cartas, te espero.

—Vaga.

—Tonto.

Fui por las cartas a mi habitación y cuando bajé Ana estaba sentada sobre la encimera, dejando colgar sus kilométricas piernas, mirando fotos. Me acerqué y le besé la frente.

—No te escuche entrar. — dijo levantando la cabeza.

—Soy un ninja, ¿No te lo había dicho? — comenté.



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En el texto hay: diversion, adolescencia y amor

Editado: 17.04.2020

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