Mis gritos fueron aumentando el volumen, y las lágrimas comenzaron a salir sin reparos.
Llevaba unos diez minutos caminando, hasta que finalmente llegue a un cruce; cuatro posibles caminos por donde Penryn pudo haber cruzado, estaba perdida. Me tomaría una eternidad revisar cada intercepción, me acerque a la esquina más cercana, el farol iluminaba escasamente la acera dándole un aire tétrico, me tape la boca temerosa cuando uno de los zapatos de Penryn apareció en mi campo de visión.
No, no, no, no. No puedo perderla, esto no puede estar pasando.
Antes de que pudiera seguir avanzando por la angosta calle, una mano se apodero de mi hombro y una voz desconocida ordenó que me detenga. Comencé a gritar desesperada, y cuando quise despegarme de la mano y comenzar a correr la presión en mi hombro aumento y una mano cubrió mi boca.
―Dios, ¿Cómo alguien puede tener tanta fuerza en sus cuerdas vocales? ―se quejaron, unos segundos más tarde me dieron la vuelta, mi rostro chocando con la amplitud de su pecho, aunque seguía sin poder ver su rostro debido a la oscuridad de la calle desprovista de luz― Escucha. Eres Charlie, ¿cierto? ―asentí, con temor― Voy a quitar la mano, ¿puedo confiar en qué no comenzaras a gritar? ―asentí nuevamente. Mis ojos poco a poco acostumbrándose a la oscuridad. Pero no lo suficiente para distinguir sus rasgos.
―¿Eres amiga de Penryn? –―pregunto sorprendiéndome.
―¿Cómo lo sabes? ―comencé a inquietarme, mi cuerpo preparándose para dar batalla.
―Ella me pedio que te buscara. ―explico simplemente. Tomo una de mis manos y comenzó arrastrarme calle abajo.
Caminamos dos calles abajo hasta llegar a un pequeño contenedor, su mano aun sosteniendo la mía. Procurando no ejercer demasiado presión, pero si la suficiente para poder sostenerme en caso de que caiga debido al malestar de las calles. Cada tanto dirigía mi vista hacia él, pero no alcanzaba a ver mucho con los ángulos de su rostro, parecía tener cabello claro, y medir al menos 1.80, pero ¿Cómo podría saber? Teniendo en cuenta mi baja estatura y que no contaba con un metro.
El cabello rubio platinado de Penryn finalmente salto a la vista, se encontraba sentada en un banco improvisado, justo al lado del contenedor, una chaqueta que parecía estar algo sucia la cubría, su rostro estaba blanco y ambos pies se encontraban desprovistos de su correspondiente calzado
Comencé a llorar con fuerza y quise correr a abrazarla hasta que la misma mano que me sostuvo todo el camino me detuvo―Yo te aconsejo que no lo hagas. ―habló. Mis ojos dirigiéndose a su rostro una vez más, pero esta vez fueron capaces de apreciar la hermosura de sus rasgos― Acaba de vomitar, la chaqueta es la prueba―hablo nuevamente, cuando noto la confusión escrita en mi rosto.
―Lo lamento, seguramente ella también…
―Lo hará mañana. Si, lo he escuchado antes. ―me corto.