El verano que nos juntó

Capítulo 9

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Para mi primera mañana en Bali, se me dio por madrugar. Me levanté de la cama cerca del alba. El Jet Lag me había robado el sueño y lo único que conseguí durante las cuatro horas que estuve en cama fue mirar al techo como un zombi. Mi mente divagaba como una máquina vieja que ha perdido el control.

El amanecer me atrapó en el rellano de la villa mientras me anudaba los cordones de las zapatillas deportivas de correr. Me encasqueté lo auriculares inalámbricos y pulsé en mi playlist deportiva. Runaway Baby del maestro Bruno Mars le aportó un extra al paisaje colorido que cubría el cielo. Una explosión armónica de colores rosados y naranjas se entretejían a medida que el sol iluminaba el día y la luna se iba a su descanso. Su turno había culminado. Ardua noche de atestiguar a todos aquellos turistas que amanecían tirados en la playa y los bares hechos añicos.

En cuanto acabé de trotar, tenía el cuerpo bañado en sudor. Me había quitado la camiseta deportiva y ahora colgaba de mi hombro casi a exprimir. Chequeé en mi reloj para ver la cantidad de pasos y calorías que había consumido. 2 kilómetros en media hora. No había estado mal, considerando que llevaba alrededor de cuatros días sin hacer ejercicio. Me propuse hacer medio kilómetro más antes de irme a dar una ducha y desayunar algo. Estaba famélico.

—¡Frank! —No lo escuché, pero pude leer sus labios cuando James echó a correr hacia mí desde su villa. También se había puesto un short de mezclilla y una franelilla holgada.

Me quité un auricular, más no detuve mi trajinar.

—Buen día, James.

—¿Has podido dormir? —me inquirió, tratando de moverse a mi ritmo. La respiración le silbaba entre los dientes y no pude evitar fruncir el ceño. Venga, que apenas estábamos moviéndonos a caminata moderada.

Señalé mi rostro con un dedo.

—¿A ti qué te parece?

—Pues que no mucho. —Me observó de refilón—. Pero esta noche de seguro podrás. Ya con el tiempo te acostumbras a estos trotes. —Inspiró con fuerza a mi lado como si fuese a darle algún ataque.

—Seguro que sí.

—En fin... necesito hablarte de algo importante —comentó casi al borde de desmayarse.

—Soy todo oídos.

—¡Bien! El tema es que... he visto como te llevas con la hermana de Val. Y no sé qué mierda sucedió entre ustedes dos, pero tienes que dejarlo en el pasado. —Y tan pronto soltó aquello se detuvo.

Lo noté un minuto después. De hecho, tal vez lo había notado al instante. Pero sus palabras me nublaron la mente.

Frené mis pasos y miré hacia el frente. En una hilera de bares, un par de personas se encontraban limpiando todo el desastre que habían dejado las personas la noche anterior. El cielo ya se había aclarado por completo y el brillante sol me apuntaba de lleno en los ojos.

James se acercó a mí, sus resuellos eran alarmantes. De verdad creía que le daría un ataque.

—No te preocupes. —Fue lo que le dije. No tenía ganas de aportarle más información acerca de mi registro pasado con Luna. Tampoco era algo que le inmiscuía, porque tenía la certeza de que después de esta ceremonia ridícula que se había inventado su familia, no tendríamos que coincidir nunca más.

Era un mundo gigantesco. Además, tenía pensado mudarme del país cuanto antes. Después de mi ruptura con Charlotte no me apetecía echar raíces en Nueva York. Tampoco en Florida, Oklahoma o algún otro condado. Mis planes al comienzo del año eran esos. Mantener mi empleo, meter puñados de dinero en el banco para comprar una casa en las afueras de la ciudad y pedirle a mi novia que viniese a vivir conmigo.

Fue mi meta para este año que escribí bajo los mínimos efectos del alcohol en un yate en Miami, donde recibimos el año junto a los padres de Charlotte. Al día siguiente me tuve que tomar un vuelo exprés de vuelta a Nueva York porque tal parece que a una de mis pacientes se le había ocurrido parir ese día sin avisar.

Charlotte estuvo muy enojada por dejarla colgada con sus padres. Luego de allí, su madre no quiso saber más de mí. Y su padre que, de vez en cuando, se acercaba a la ciudad a saludarla, me rehuía como si fuese un delincuente de primera en su lista.

—No tienes idea de lo que me importa lo que piense esta familia de mí. Los García son muy unidos. Tendrías que ser parte de ellos para entenderlo. Por eso no quiero que nada ni nadie arruine esta ceremonia —enfatizó James.

Me reí sin humor.

—¿De verdad piensas que puedo arruinar tu boda? —le solté casi escéptico.

—Pues... —James se llevó la palma a la nuca y su gesto lo dijo todo.

—No lo haré.

—Y eso espero. De verdad que lo hago, Frank. Por eso no invité a mis padres, imagínate lo que sucedería si descubren lo de la ceremonia.

—¿Y qué le dijiste a Val sobre nuestros padres? —le pregunté. No estaba de acuerdo en lo que había hecho James. Conocía a mis padres, sabía que no eran personas fáciles de roer pero, ni siquiera les dio la oportunidad.

—Le dije que se había enfermado mi madre y que estaba demasiado delicada para tomar un avión —confesó con un suspiro.

—¿Y te comió ese cuento de pacotilla?

—Eso espero. Parece que sí. Se puso muy triste y agobiada. Incluso, propuso aplazar la boda un mes más hasta que mi madre estuviese en condiciones de subirse a un avión. —Se le iluminó la cara con una sonrisa. En realidad, todo le brillaba cuando hablaba sobre su futura esposa—. ¿Puedes creer que sugirió eso? Es tan comprensiva y amorosa y cariñosa y...




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