El verano que nos juntó

Capítulo 15

Me detuve frente al espejo para echarle un vistazo a mi atuendo; me había puesto una camisa de botones azul marino y unos pantalones de color caqui

Me detuve frente al espejo para echarle un vistazo a mi atuendo; me había puesto una camisa de botones azul marino y unos pantalones de color caqui. Me peiné el pelo hacia atrás, pero sacudí la cabeza despeinándome porque tampoco quería lucir demasiado producido. Iríamos a cenar para conocer a la wedding planner de la boda de Val y James.

Esa misma tarde, un poco antes, había recibido una llamada de mi madre preguntándome cómo iba el trabajo. No tenía ni idea de donde nos encontrábamos y una punzada de culpa me arremetió. También había intentado hacer que James entrase en razón con respecto a contarle a nuestros padres acerca de la boda que se avecinaba, pero no hubo una respuesta adecuada por su parte.

Me dirigí al salón donde todos esperábamos a que enviasen a un chofer a recogernos. O a varios, dudaba que cupiésemos todos en el mismo vehículo. Un bullicio de voces femeninas inundaba la estancia con todas las hermanas García tomándose fotos en sus vestidos. Me fijé en cada una de ellas con discreción. Cada una era completamente diferente a la otra en todos los aspectos.

James me llamó desde la mesa de pool donde jugaba un partido amistoso con el señor García.

—¡Frank! Le contaba a don papá que cuando eras joven ganaste un cinturón negro en karate.

El señor García me observó con una sonrisa enorme. Yo me limité a asentir.

—¡Yo también! —comentó el señor, que se mantenía sumamente concentrado en tratar de ganarle el partido a mi hermano—. Tenía dieciocho años cuando me nombraron el ninja de la ciudad. Había logrado vencer a tres idiotas en la misma ronda. ¡Fue una locura!

—Vaya, eso suena...

—¿Brutal? —me cortó el señor García, empujando una pelota con el taco. La metió en el hoyo y soltó un grito de júbilo.

James se rio por lo bajo e hizo una ovación.

—Frank también venció a dos en la misma ronda —agregó mi hermano en tono burlón.

—Fue uno solo —reviré, fulminándole con la mirada.

—Está siendo modesto.

—Honesto. Es diferente.

El padre de las García estalló en una carcajada estruendosa. Pero luego recuperó la compostura y su semblante se volvió impoluto. Trasladó las manos frente a su pecho e inclinó su torso hacia mí. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios.

—Pelea conmigo —me desafió.

Mi pecho se llenó con una carcajada y me apuré en negar.

—¿Está bromeando? —Y esperaba que sí, porque no había manera en la que yo enfrentase a un abuelito.

Bueno, no tan abuelito, pero sí llevaba unos buenos años encima. Se sentiría como pelear con mi padre o con Biden. No podría hacerlo sin sentirme un idiota.

No obstante, el señor García no parecía bromear. Seguía ocupando su misma línea de combate, y una de sus cejas se paralizó en una mueca extraña.

—Creo que no esta bromeando —cuchicheó James al borde de la risa.

—¡Venga, flacucho! ¿Acaso le tienes miedo a un abuelito?

Me negué en redondo a seguirle el juego, pero el señor García lanzó un golpe al aire que, con suerte, conseguí esquivar. No pude ocultar la sorpresa que me recorría el cuerpo.

Le ofrecí una sonrisa afable y serena.

—Señor García, no quiero ofenderle, pero no pelearé con usted —disuadí.

—¿Por qué no? ¿Acaso crees que estoy muy mayor?

—No, no es eso.

—¿Entonces? ¡Pelea! —bramó atizando otro puñetazo que se enterró en el costado de mi abdomen.

James soltó una risita guasona y yo le miré buscando ayuda. Pelear con un señor no era una de las metas de vida que tenia escrita en mi diario.

—¡Sé un hombre! ¡Devuélvemelo!

—Yo... —Me aflojé el cuello de la camisa y puse mis brazos para defenderme de la ráfaga de golpes que me lanzó. Los esquivé uno por uno y eso pareció avivar el fuego en sus venas.

Pronto, una voz se sumó a nuestro improvisado ring de pelea. Me encontré con sus ojos mieles y una sonrisa que tironeaba las comisuras de sus labios brillantes y rosados.

—¿Qué está sucediendo aquí? —inquirió Luna sin borrar su sonrisa. Se detuvo junto a James y puso las manos en sus caderas enfundadas por un vestido violeta con un escote adulador.

Don papá ha desafiado a Frank a una pelea —le explicó James con la voz cargada de guasa.

—¿Una pelea?

—¡De karate! —gritó su padre, inclinándose hacia mí con las cejas curvadas—. ¡Mucho músculo, pero le faltan huevos!

Aquello me robó una risa de esas que gestas en el estómago y que te remueve las tripas por dentro a medida que sube a la garganta. Luna puso una mueca sorprendida, y luego dejó escapar una risita escandalosa. Muy típica de ella. Una risa que te electrificaba hasta el tuétano.

Se plantó frente a su padre y me observó con supremacía.

—¿Adivinas quién fue la aprendiz de mi padre? —Hizo una reverencia y se puso en posición de pelea. Una sonrisita malévola le surcó los labios.

Emití un resuello.

—No pelearé contigo tampoco.

—Entonces mi padre tiene razón y eres un gallina... —Y dicho esto cacareó. Tuve que asimilar la información con lentitud. Luna estaba retándome a pelear con ella frente a su padre. ¿Acaso se había vuelto loca?

La locura estaba arraigada a algún cromosoma en esta familia. Todos lo portaban en menos o más medida.

—No soy un gallina. —Me remangué la camisa hasta los codos y le mostré una mirada de seguridad. No pelearía con ella... no directamente.

—Demuéstralo, porque hasta ahora solo te hemos visto las plumas.




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