El verdadero macho

9.1

Por la noche, Valentín se puso la ropa que Sacha le había elegido. Salió del baño con paso inseguro, sintiendo encima las miradas críticas de sus amigos. Se sentía incómodo. El jersey beige, liso, no le tapaba el cuello; los vaqueros azul oscuro le apretaban más de lo debido, y la chaqueta gris le sobraba por completo. Lo que más echaba de menos era su pajarita favorita y las gafas. Las lentillas le molestaban como si tuviera arena en los ojos. Lo único que quería era quitarse ese disfraz cuanto antes y envolverse en su suéter de Batman de siempre.

Notó cómo los ojos de Sacha brillaban con un destello especial. Se levantó del sofá y, mientras lo observaba, dio una vuelta a su alrededor.

—¡Ahora sí! —dijo al fin—. ¡Estás guapísimo! Un poco más de rudeza y hasta podría enamorarme. Si dejaras de afeitarte, sería perfecto.

¿Enamorarse? Las mejillas de Valentín se tiñeron de rojo. No quería que Sacha se enamorara de él. Esa chica le daba miedo, nunca sabía por dónde saldría. Hasta se arrancaría la barba con las uñas con tal de no despertar interés en ella. Al notar su incomodidad, Sacha soltó una carcajada.

—¡Relájate! Era broma. Sé que estás reservándote para Carolina. Hoy tienes que mostrar todo tu encanto para que vea al hombre que llevas dentro. Aunque... —lo examinó con la mirada y se cruzó de brazos— ese encanto hay que encontrarlo primero.

—Te ayudaremos —intervino Kostik, apareciendo junto a Valentín y rociándolo con perfume. El chico torció la boca con disgusto.

—¿Y ahora qué?

—¿Cómo que qué? El mejor perfume del mundo —dijo con orgullo.

—Pues si es el mejor, no seas tacaño —respondió Rostik, arrebatándole el frasco y rociando varias veces el jersey de Valentín. Un aroma intenso llenó el aire, haciéndole cosquillas en la nariz. Valentín se cubrió con las manos y estornudó.

Sacha agitó el aire frente a su cara, intentando dispersar el olor:

—¿Seguro que es el mejor? No tendrías que haber echado tanto. Ahora Valentín huele como ambientador de baño. A ver... —cogió el frasco y leyó la etiqueta— “Con aroma a geranio”. Kostik, ¿de dónde sacaste esta cosa?

—Me lo vendió una chica guapísima. No pude decirle que no. Además, me aseguró que ese olor atrae a las mujeres.

—Ajá, más bien espanta a las moscas —resopló Sacha, dejando el frasco sobre la mesa—. Esperemos que haya mucha gente en el restaurante y Carolina no sospeche que ese olor viene de ti.

Valentín se frotó los ojos. Las lentillas le picaban y ardían. El médico decía que se acostumbraría, pero ¿cómo acostumbrarse a semejante tortura? Rostik le dio un codazo.

—Lo importante es que no estés tan tenso cuando hables con Carolina. Tienes la cara de alguien que no ha ido al baño en tres días.

—¿Hablar? —Valentín apenas ahora comprendía el desastre que se avecinaba. Un nudo de pánico se le instaló en el pecho—. ¡No sé de qué hablar con ella! ¿Qué voy a decirle?

Se pasó las manos por el pelo, desesperado, como si quisiera arrancárselo. Sacha no tardó en notarlo.

—Tranquilo. Puedes hablar de cualquier cosa. Lo importante es no quedarte callado. Por ejemplo, pregúntale cómo ha sido su día, si le gusta el lugar, si prefiere corbatas o pajaritas. Cualquier tontería sirve para empezar, la conversación fluirá sola. Y trata de parecer relajado. Yo estaré en una mesa cerca. Carolina no me conoce, así que puedo ayudarte si te atascas.

—Sí, Valentín, no te preocupes —añadió Rostik—. Solo no pidas cosas de niña, nada de tortitas ni requesón. Pide comida de hombre.

Eso solo consiguió confundir aún más a Valentín, que apenas abrió la boca para preguntar qué significaba “comida de hombre”, cuando Sacha se encendió:

—¿Qué forma de dirigirse es esa? ¡No están hablando con una niña! Nada de “Vali”. A partir de ahora, llámenlo Valentín. Suena serio y da respeto. Vamos, que se hace tarde.

Sacha se llevó las manos al pecho mientras admiraba su creación. Sin duda, tenía razones para sentirse orgullosa. El chico había cambiado por completo y hasta parecía atractivo.

Valentín se detuvo en la puerta y lanzó a sus amigos una mirada suplicante:

—¿No vienen conmigo? Por si acaso, para cubrirme...

—Vali... —Kostik se dio cuenta de la mirada asesina de Sacha y se corrigió al instante—, perdón, Valentín... vas a una cita, no a una reunión de negocios. Además, yo tengo cena con Larisa. Tengo que compensarle el trauma que le causaste.




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