En la escuela, Valia no se sentía nada cómodo. A la tristeza que lo venía persiguiendo como una sombra, se le sumaban los recuerdos no muy agradables de sus propios años escolares. Solo quería terminar la grabación cuanto antes y volver al hotel.
—¡Bienvenidos! —saludó la directora al aparecer en la entrada—. Soy Yana Dmitrievna, encantada de verlos. ¡Pasen, por favor!
Carolina, con su perrita en brazos, entró al vestíbulo y miró a su alrededor.
—Necesitamos un sitio con mejor luz... con estos focos mi pelo se ve amarillo —frunció el ceño.
Desde el pasillo asomó un chico. Valia lo reconoció al instante: era Miroslav, el que le había aconsejado fanfarronear con la tabla de snow. Y aunque aquel consejo le había salido caro, le alegraba ver una cara conocida.
—¿Para qué buscan mejor luz si tú ya brillas como el sol? —ronroneó Miroslav hacia Carolina, lanzando de reojo una mirada a la directora.
A Valia le costó contener un ataque de celos. Le daban ganas de soltarle un puñetazo en la nariz. Pero... ¿para qué meterse en líos? Mejor quedarse callado, apartado del grupo.
—¿Y tú quién eres? —Carolina valoró su cumplido con escepticismo—. ¿No será mejor si hablo contigo? ¡Seguro que quedaríamos bien en cámara!
—¡No! —exclamó Yana Dmitrievna—. Quiero decir... es nuestro nuevo profesor de matemáticas. Aún no se ha adaptado y no tiene mucho que contar.
—Oh... —parecía que a Carolina todo lo relacionado con Miroslav le encantaba—. ¿Entonces tú enseñas a los niños cosas buenas y luminosas?
—Intento no enseñarles nada malo —le guiñó el ojo.
—¡Y eso no siempre le sale bien! —añadió la directora—. Si no les importa, empecemos con la grabación. Aún me queda mucho trabajo...
Mientras preparaban el equipo, Valia no dejaba de mirar a Miroslav con recelo. ¡Vaya con él! Parecía un tipo normal, y de repente se le pone a coquetear con su chica, así, sin más.
—¡Eh, tú! —gritó Valia, atrayendo todas las miradas. Recordando los consejos de Sasha, intentó parecer lo más masculino posible. Incluso abrió los brazos un poco para parecer más ancho—. Oye tú, el de ahí...
—¿Hablas conmigo? —Miroslav se giró—. ¡Ah, Valia! No te había reconocido.
—Me llamo Valentín —aclaró con seriedad. Él ya no era aquel chico de antes. Había evolucionado: ahora era un auténtico alfa-Valentín—. ¿Podemos hablar?
Miroslav se encogió de hombros.
—Claro —se apartaron junto al tablón de horarios—. ¿Qué tal todo?
—Tú... ¿qué te pasa?
—¿Eh?
—¿Por qué estás así con Carolina? Es que... es mía. Bueno, aún no, pero...
Miroslav soltó una carcajada.
—¿¿Ella?? Por favor, todas esas rubias divinas se me hacen iguales. No te preocupes, no me interesa. Solo quería... —volvió a mirar hacia la directora—. Que Yana se pusiera un poco celosa. ¿Viste cómo se le encendieron los ojos?
—Lo único que vi fue cómo reaccionó Carolina contigo —Valia bajó la cabeza—. No me gusta que le robes la atención.
—Bueno, es que soy increíble, no lo puedo evitar.
—Pero yo también... —Valia se trabó. La verdad era que, comparado con Miroslav, él estaba a años luz. Como caminar a Kiev de rodillas.
—Eh, no te deprimas. Te voy a ayudar.
—¿Cómo?
Miroslav se quedó pensativo. Miró a Valia con atención, luego a Carolina, y se rascó la cabeza.
—Tengo una idea. Después de grabar la entrevista con... mi directora, vayan a la biblioteca.
—¿A qué?
—Le daré una chocolatina a la señora de la limpieza y ella los encerrará allí por un par de horas. Justo cuando acaben las clases y antes de los cursos extra. ¡Nadie los molestará! Es el lugar perfecto para estar a solas con una chica. Créeme, todas sueñan con eso.
—¿Con qué? —Valia no entendía—. ¿Leer libros sin que quede registro en la ficha personal?
—¿Eres tonto o solo te haces?
—No me hago. Solo...
—¡Estarán los dos solos! —bajó la voz a un susurro—. Podrán hacer lo que quieran...
—Ah... —a Valia le temblaron las piernas, pero no podía dejar pasar esa oportunidad—. ¡Vamos!
—No, tú vamos.
—¿Eh?
—¿Cómo que qué? ¡La pasta para la chocolatina! ¿O tengo que pagarlo yo?
—No, claro... —Valia sacó unos billetes del bolsillo. No le gustaba nada eso de tener que pagar cada vez que veía a Miroslav, pero no tenía otra salida—. Toma.
—¡Así sí! Me lo vas a agradecer.
Miroslav fue a hablar con la señora de la limpieza, y Valia volvió a su puesto. Esta vez Carolina no escaparía. Valia iba a redimirse ante sus ojos, sí o sí.