El verdadero macho

12.1

El trabajo se había convertido en una tortura. No solo le temblaban las manos como a un alcohólico, sino que además tenía que preparar con antelación cada palabra que pensaba decirle a Carolina. Debía aprender de sus errores y no repetirlos jamás. Nada de llamadas a mamá, nada de comida picante y, gracias al cielo, en la biblioteca seguro que no habría ninguna abuela. Solo de pensar que el primer pecho que había tocado en su vida pertenecía a una anciana, a Valia le daban náuseas. Sus fantasías eróticas eran muy distintas. Muy, muy distintas.

Al terminar la entrevista, siguió el plan de Miroslav al pie de la letra:
—¡Carolina! —llamó a su amada—. Tenemos que...
—¿Qué?
—Grabar unas tomas… en la biblioteca. Vamos… —se felicitó mentalmente por no decir ninguna tontería. Aunque se había puesto pálido como un muerto, al menos no metió la pata.
—¿También la biblioteca? —frunció el ceño ella—. ¿Cuánto más falta?
—Eh... es orden de Mordakov. Yo no tengo nada que ver.
—Está bien —suspiró, como si le estuviera haciendo un gran favor a la empresa—. Me retoco el maquillaje y voy.

Valia decidió esperarla en la biblioteca. Le costó encontrar el sitio. Primero se sentó en una mesa de lectura, pero la postura era absurda: las rodillas sobresalían, la mesa le presionaba el ombligo, y apenas podía respirar. Necesitaba una pose más impactante para recibir a Carolina. Se apoyó con valentía contra una estantería con los brazos cruzados. Mejor, pero la estantería se tambaleó bajo su peso. Algunos libros cayeron al suelo. Valia se apresuró a recogerlos: no podía permitir que Carolina lo encontrara a cuatro patas, como un perrito desorientado. Por suerte, lo arregló todo a tiempo. Dejó los libros en su sitio y echó un vistazo. No había nadie. Solo silencio y libros… como un viaje al pasado.

—¿Qué haces escondido aquí? —Sasha irrumpió como un vendaval—. ¿Viniste a actualizar tus conocimientos?

—No, es que… ¡lárgate! Tengo un plan...

Pero no alcanzó a terminar la frase. Apenas Sasha dio un paso, la puerta se cerró tras ella. Dos giros de llave y pasos apresurados alejándose por el pasillo. Estaban encerrados. Aislados del mundo durante al menos una hora.

—¿Pero qué…? —Sasha probó el picaporte. Nada. —¿Qué clase de broma es esta? ¡Oigan! ¡Abran! ¿Esto lo hizo algún crío? ¡No tiene gracia!

Valia estaba al borde del llanto. ¡La señora de la limpieza lo había confundido todo! En lugar de quedar a solas con su amada, estaba atrapado con la chica que más miedo le daba.

—No van a abrir… —sollozó—. Todo estaba planeado… ¡Tú no debías estar aquí! Tenía que ser Carolina…

Sasha le lanzó una mirada fulminante.
—No recuerdo haber planeado eso contigo. ¡No tenías derecho a actuar por tu cuenta!
—¿Y por qué no?
—Porque somos un equipo. Y… me siento responsable por ti —se sentó frente a él con un suspiro—. Cualquier movimiento sin coordinar puede volverse en tu contra.
—El plan era perfecto. Todo habría salido bien si no hubieras aparecido.
—Para nada. Primero persigues a una pobre abuela, luego te encierras con Carolina… ¡Ella podía pensar que eres un maníaco! —sacó el móvil—. Mierda, aquí no hay señal.

—¿Y qué hacemos ahora? —preguntó Valia, aterrado.

—Podemos gritar, romper una ventana o simplemente esperar a que alguien venga a liberarnos.

—Carolina notará que desaparecí y…

—No lo va a notar, Valia —negó con la cabeza Sasha—. Seamos sinceros: le das igual. Para ella sigues siendo un cero a la izquierda.

—Pero yo me he esforzado tanto...

—Pues tendrás que esforzarte más. O… —bajó la mirada, como si luchara consigo misma para no decir lo que realmente pensaba—. O…

—¿O qué? Dilo de una vez.

—O pasar página —soltó al fin Sasha.

—¿Qué quieres decir?

—Que no entiendo qué le ves a Carolina. No tiene nada especial. Cero personalidad. Es solo una muñequita con cara bonita.

—¡Eso no es cierto! Ella… —Valia intentó encontrar alguna cualidad única que nombrar, pero su mente se quedó en blanco—. Me gusta, ¿vale? Y eso es suficiente. Y además, no quiero hablar de ella. ¡Y mucho menos contigo!

Sasha arqueó una ceja.
—¿Por qué "mucho menos conmigo"?

Valia se quedó en silencio.
—¡Vamos, responde! —le dio un empujón en el hombro—. ¿Qué tengo yo de malo?

—Es que... —tomó aire y lo soltó de golpe—. Tu forma de ser me recuerda a mis antiguos compañeros de clase. Los que se burlaban de mí todo el tiempo. Y aquí, en el colegio, se siente aún más fuerte.

—Vaya… —Sasha se recostó en la silla—. ¿Tuviste una infancia difícil?

—Solo en lo que respecta a mi relación con los demás chicos —confesó—. No lo creerás, pero nunca fui el alma de la fiesta.

—¡Venga ya! —Sasha puso los ojos en blanco.

Valia asintió con seriedad.
—Siempre se reían de mí… Por ir a la escuela con mi madre, por mi ropa, por usar gafas. Los niños pueden ser crueles. Y los que eran como tú, siempre buscaban demostrar su fuerza sobre los más débiles.




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