Valentín se quedó quieto. No sabía dónde meterse ni cómo huir con toda su vergüenza a cuestas. Sasha ocultó la sonrisa y se puso seria. Le tomó las manos con firmeza y lo miró directo a los ojos:
—Tranquilo. Nadie tiene un primer beso perfecto. Solo relájate.
Cerró los ojos y se inclinó hacia él. Sus labios deseados rozaron los de Valentín, que tembló levemente. Debería haber usado más bálsamo labial, pensó. Sasha lo besó con lentitud, con cuidado, con ternura, como si temiera espantar a un conejito asustado. Él respondió con timidez, inseguro de si lo hacía bien. Pero le encantaba el sabor de sus labios: suaves, carnosos, deliciosos. Un auténtico regalo del cielo. Cuando ella se apartó, Valentín suspiró con desilusión. Sasha le dedicó una sonrisa radiante:
—Nada mal, para ser tu primera vez.
—¿Puedo… puedo repetir? —preguntó, sabiendo que se arriesgaba a un "no", pero por una vez quiso ser atrevido.
Sasha volvió a besarlo, esta vez con más pasión. Valentín ni sabía que se podían hacer esas cosas con la lengua. Las mejillas le ardían, pero intentó no mostrar lo turbado que estaba. ¡Soy un hombre! Y como si quisiera confirmarlo, Sasha le dio su veredicto:
—Muy bien. Solo te falta un poco de confianza. Creo que ya estás listo. Puedes ir a besar a Karolina, no se va a decepcionar.
Esas palabras fueron como un latigazo en el frágil corazoncito de Valentín. Sasha se levantó de la cama y parecía dispuesta a irse. Pero él le apretó las manos con fuerza, sin soltarla. No podía dejarla marchar así. Maldecía su torpeza mental, pero aun con el nudo en la garganta, se obligó a hablar:
—Pero yo no quiero ir con Karolina. Ya no me interesa. —Tragó saliva y continuó con valentía—. Quiero estar contigo. Me gustas mucho. Más que solo gustar.
Se arrodilló de repente, mirándola con esperanza a los ojos color café:
—Sasha, ¿quieres ser mi novia?
Los labios tentadores que lo habían besado minutos antes se curvaron en una sonrisa divertida.
—Valentín, no me estás pidiendo matrimonio. No hace falta que te pongas de rodillas.
Él se levantó enseguida y contuvo el aliento mientras esperaba su respuesta.
—Si no te asusta que tenga media cabeza rapada... podemos intentarlo.
—No me asusta. De hecho, me gusta.
Esa noche la pasaron juntos. Por primera vez en su vida, Valentín durmió en la misma cama que una chica. Aunque no pasó nada más allá de los besos, para él fue un paso enorme. A la mañana siguiente, lo despertó el sonido de una puerta. Sasha salió del baño con un camisón de lo más provocador y él abrió los ojos de golpe. Ella le sonrió con dulzura:
—¿Dormiste bien?
—Genial —respondió. Pensó que con Sasha se dormía mucho mejor que con su madre, pero se guardó el comentario. Se incorporó apoyándose en un codo y buscó otro beso. Se sentía feliz. Con Sasha no tenía que fingir ser un "macho de verdad". Ella lo aceptaba tal como era.
Sasha le dio un beso en la mejilla rasposa.
—Deberías afeitarte. No te ofendas, pero eso no se puede llamar barba. Te sale a parches y te hace ver raro.
—Pero entonces no voy a parecer tan varonil.
—Lo importante es que lo seas por dentro. No todos los chicos están dispuestos a cambiar por una chica. Y menos aún... a renunciar a una por otra.
Esas palabras le hincharon el pecho de orgullo. ¡Sasha pensaba que era valiente! Conmovido, se atrevió a confesar su última preocupación:
—Tengo miedo de cómo se lo tome Rostik.
—Se lo diré yo misma. No le digas nada.