El verdadero macho

Сapítulo 27

Valentín entró nervioso en la habitación de Sasha y se quitó los zapatos, dejándolos perfectamente alineados. Caminó con orgullo hasta el interior, satisfecho de llevar calcetines negros, sin dibujos ni agujeros. Se detuvo frente a la chica y le dio un tímido beso en la mejilla.

—Gracias por cuidar de mi madre.

—Ay, llegaste justo a tiempo. Un poco más y cometía un crimen. Mi paciencia estaba colgando de un hilo.

—¿En serio? —Valentín alzó las cejas con susto—. Pues ella habló bien de ti. Dijo que, aunque seas Escorpio, tal vez haya una oportunidad para nosotros.

—Creo que hoy me he ganado un postre.

Sasha le empujó suavemente el pecho y lo tumbó en la cama. Él ya pensaba qué dulce podría pedirle.

—¿Quieres pastelitos o un trozo de tarta?

—Te quiero a ti —susurró ella, y se abalanzó sobre su boca con un beso exigente.

A Valentín le encantaba delinear sus labios, sentir su cuerpo cálido entre sus manos, compartir el mismo aliento. Sasha se sentó sobre sus piernas y fue entonces cuando él entendió a qué postre se refería. El pecho le latía con fuerza y las mejillas ardían. ¿Era esa la esperada primera vez? Claro que deseaba probar aquel fruto prohibido, pero temía estropearlo todo con su inexperiencia.

La abrazó con cuidado por la cintura y se inclinó un poco.

—¿Estás segura?

—¡Más que nunca! —exclamó ella, quitándose la camiseta de un tirón.

Valentín la vio por primera vez en ropa interior. Su piel, sus curvas, el encaje negro... todo lo excitaba y lo intimidaba a la vez. Con torpeza, extendió la mano hacia el sujetador.

—¿Puedo?

—Contigo no hay que pedir permiso. Solo hazlo.

Aquellas palabras fueron una señal verde, pero él no sabía bien qué hacer con ella. Sasha, percibiendo su tensión, le sonrió con dulzura.

—Déjame llevar el control esta vez. Tú solo relájate y disfruta.

Le quitó el suéter y hasta la camiseta interior. Valentín quedó con el torso desnudo, avergonzado por su vientre poco trabajado y la falta de músculos. Pero Sasha no pareció notarlo. Empezó a acariciarle el pecho con suavidad, descendiendo con sus dedos por el abdomen hasta detenerse justo encima del pubis. Dibujaba círculos alrededor del ombligo sin dejar de besarlo.

Su boca descendió al cuello, haciéndolo reír.

—¡Me haces cosquillas!

—Veamos dónde más eres sensible…

Sus labios recorrieron su abdomen con besos suaves y dibujos invisibles. Valentín contuvo el aliento, sintiendo cómo la piel se le erizaba y los dedos de los pies se le encogían como un erizo. Intentó pensar en cualquier otra cosa para no arruinarlo: la tabla periódica, capitales del mundo, hasta los nombres de los renos de Santa Claus.

Cuando Sasha se separó por fin, soltó el aire con alivio. ¡No se había descontrolado!

Ella le desabrochó el cinturón y, con un solo gesto, le bajó los pantalones. Valentín se felicitó por haber elegido boxers en vez de sus calzoncillos de siempre. En un parpadeo, solo le quedaban puestos los calcetines. Sasha también se desnudó. Para él, era como una ninfa, una Afrodita moderna, la reina de todos los concursos de belleza.

Ella se sentó encima y se fundieron en uno solo. Sus manos le rodeaban los hombros, y Valentín, para resistir, intentó recitar mentalmente el abecedario. Llegó hasta la "Z" y no pudo más. Su cuerpo estalló en fuegos artificiales. Por fin podía considerarse un "hombre de verdad", uno que conocía el sabor de una mujer.

Sasha se acurrucó a su lado, con la cabeza apoyada en su pecho. Él sabía que no había durado lo esperado, y con cierto pudor la atrajo hacia sí:

—Perdón... no me pude aguantar. Eres demasiado tentadora.

—Está bien. No esperaba una maratón.

—Pero me ha encantado… ¿Repetimos?

Sin esperar respuesta, se colocó encima de ella. Hizo todo lo que había visto en esas películas que un chico decente no debería ver. Aunque, a veces, uno tiene que dejar de ser decente. Besó sus labios, su cuello, descendió. Se dejó llevar por sus instintos, olvidándose por completo de la vergüenza. Con Sasha podía ser él mismo. Ella le había mostrado una nueva versión de sí.

Al rato, con la respiración agitada y una sonrisa de victoria, cayó de espaldas sobre la cama. Sasha, jadeando, se abrazó a su pecho.

—Wow… No sabía que podías ser tan... salvaje.

—Ni yo. Tú lo despertaste en mí. Sasha, creo que... te amo.

La chica se puso seria y se inclinó sobre él. Le observó con atención, como buscando rastros de mentira en su rostro. Entrecerró los ojos color chocolate.

—Antes decías eso de Karolina.

—Me equivoqué. Lo que siento por ti es mucho más fuerte.

Ella se lanzó sobre él con un beso hambriento. Sus manos acariciaban su piel, bajando cada vez más, despertando de nuevo su imaginación…




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