Otro día en la vida.
No pedí nacer, y aquí estoy
Belu…
-¡¡S-zi..zeñora!!.... ¡¡pe-pe-perdón..p-perdón!!– ¡p-perdón.. z-eñór!
Ella se agacha a recoger las partes para ordenar lo que se produjo. Algunos hombres iban con unas mujeres y otros borrachos vomitaban cerca de ella.
Una dama le arrojó un trato
La muchacha de nombre Belu, no tendía más de veinte años cumplidos y gastados, no obstante su apariencia y derrota le dan casi cuarenta. Cabello despeinado y sucio color Rosáceo como alguna flor perdida en el pantano, cuando se coagula y se seca al sol. Un peso de relleno en su cuerpo, y un harapo roto y sucio en forma de vestido que fuera usado en la eternidad.
Al entrar en aquél lugar llamado burdel podía notarse en sus ojos un semblante que solo se asimila a la tristeza que se acumula. ¿Quisiera..Quisiera saber de esa tristeza? – Concluí cuando la vi por primera vez en la mazmorra, o ella me vio a mí. -
Y Mientras observa el suelo, el agua la refleja en un rostro preocupado exhibiendo sus pocos dientes blancos y amarronados conjuntamente con las caries y la falta de calcio.
…Mi nombre es Belu. No recuerdo bien cuando nací. Aunque hablando de nacer hubiera preferido no hacerlo.
Solo tengo una leve imagen de que estaba en una cabaña. A mi mama se la llevaban siempre a otra cabaña y luego regresaba con un rostro triste y a veces con golpes que marcaban moretones o quemaduras. Ella me decía que todo estaba bien, pero en la tierra de los esclavistas no existe eso de esta bien.Dicen que la llevaban para divertirse. Yo no entendía y me acurrucaba en un espacio solitario y oscuro de esa habitación para que nadie me vea. Pasaba frio y hambre, pero era mejor eso hasta que ella llegaba. A veces los hombres me miraban con cierta curiosidad y crujían sus dientes. Sin embargo nadie se acercaba por suerte.
Desde la ventana veía día tras dia la llegada de nuevas personas, y otras se marchaban. Entraban y salían en carros con jaulas. También había otros a los que enviaban lejos. Esos tampoco volvían, y estaban en condiciones peores de las que puede estar alguien que se ha muerto.
¿M-me p-preguntaba a mí misma si la culpa era de uno por haber venido a la vida?
Hoy apenas puedo hablar bien. Fue cuando a la edad de trece años recibo mi primer golpe en la mandíbula de uno de los esclavistas. Estaba bebiendo como lo hacen todos para quitarse la frustración de lo que son al verse al espejo. Me negué a beber, y fue el primero de todos y tantos que vendrían hacia mí. Mi madrese encontraba sentada en una mesa y no se movía. Ella también había sido golpeada. Su cuerpo estaba desnudo, y en el suelo, acurrucándome entre las miradas y risas de aquellos y aquellas en esa taberna, me acerqué; ella no se inmutaba, nopresentaba gesto, y sus retinas abiertas hasta el cielo sin dejar de mirarme, con la boca cerrada. Le acaricié la frente cuidadosamente, y de la cual una línea de carne vertía un líquido viscoso de sangre. Y un aroma que nunca olvidaré. Pronto vomité de tal manera que recibí una patada en las costillas y grité del dolor.
Giré en varias vueltas hasta una pared.
Me dejaron fuera entre los pastos, y fui gateando a la cabaña. Alguien a lo lejos arrojó un pedazo de pan. Supongo que solo comería eso. Pero no, y ladee la cabeza mirando al suelo. No podía dejar de experimentar ese olor, y los ojos de mi madre. Me quedé en la cabaña hasta que un hombre salió con un paquete. Una envoltura grande y lo arrojó al rio. Luego nunca más vi a la mujer que llamaba mama.
No paso mucho tiempo. Me dejaban un poco de comida las damas de la taberna. Era un campo de varias cabañas hasta que vino una mujer de aspecto avanzado en edad con un vestido violeta. Abrió la puerta sin decir nada y me tomó del brazo.
Me grita, y agacho la cabeza con algunas lágrimas.
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Editado: 19.09.2025