A ti, pequeño milagro que a mis ojos y comprensión eres tan incierto, a ti que creces en silencio en el vientre de tu mamá y a ti, Daniela, compañera de caminos, y raíz de este relato. A ustedes pertenece este libro.
De un juego de charadas nació la primera chispa. Entre risas y gestos, sin querer, tejimos imágenes que después florecieron en palabras. En vez de decir "Cigüeña" dijiste "Zarigüeya" y sin saberlo, este personaje se convirtió en el guardián de este cuento. Eso sí, sin dejar aún lado al "Chigüire" que nunca falta en nuestros juegos y bromas.
De esta forma descubrimos que, de lo más simple, de lo pequeño y cotidiano, puede nacer algo eterno.
Cada capítulo está escrito con la certeza de que un hijo es también un relato sagrado y que este camino también está hecho para sanar aquello que no sabemos que ocultamos.
Ustedes, mis amores que fueron la inspiración, la brújula y la hoguera que mantuvo encendida la escritura. No hay línea aquí escrita que no lleve sus huellas.
Aquí se mezclan animales que hablan con voces y personalidades de amigos y familia, presencias que protegen con ternura, y sombras que recuerdan que el camino no siempre es fácil. Un jaguar asoma sus colmillos, como la vida que prueba y desafía; como una pequeña contracción que nos llenó de temor, pero la fe que tenemos y la oración nos recuerda que no hay oscuridad que no pueda convertirse en aprendizaje.
Este cuento es hogar. Está hecho con madera de fe, con las piedras de los tropiezos que hemos vivido y con el agua clara de la esperanza que nos sostiene. Es también risa compartida, complicidad en las noches largas, y la certeza de que el amor es la tinta más fuerte con la que se escribe cualquier historia.
Que cuando crezcas y leas estas páginas, hijo/a mío, no veas en ellas solo animales y aventuras, sino el reflejo de un padre que soñó contigo antes de tenerte en brazos, y de una madre que, con su sonrisa silenciosa y susurros amorosos, te esperaba ya con todo su ser.
A ustedes familia y amigos que forman parte de esta historia, aunque no salgan sus nombres explícitamente quiero que tengan claro que cada gesto, cada palabra, cada ayuda, ha sido fundamental en esta historia y sin cada uno de ustedes nada podría darse de la forma que se está dando.
A ustedes futuros lectores les entrego este pequeño libro: como semilla de lo que somos, como testimonio de la fe que nos guía y como promesa de que, aun en los capítulos difíciles, la historia siempre seguirá hacia la luz....
César Ochoa.