El Viaje De La Bolsita Misteriosa

Capítulo 2 – El viaje comienza... ¿más o menos?

—Al comenzar su viaje, la Zarigüeya —que en realidad se llamaba Miixa— echó una última mirada hacia el monte antes de avanzar.

—Yo no sé tú, Ischo, pero creo que no pensamos bien el rollo en que nos metimos... —dijo con la voz apretada mientras se colgaba la bolsita al hombro.

—A su lado, el Chigüire —un tipo grande, redondito y de andar tranquilo— parpadeó con calma.

—Miixa… si el destino nos puso esto en las patas, será por algo. Aunque sí admito que ese Alcaraván grita burdaaa y nada que nos guía.

— Justo en ese momento, el Alcaraván los sobrevoló otra vez, como si el viento lo arrastrara.

—¡Sigan derecho! ¡Derechito! ¡Todo recto! ¡Ya van por buen camino! ¡Más o menos! ¡O eso creo!

—¿Ves? —dijo Miixa con los bigotes tiesos—. ¡Ni siquiera sabe a dónde vamos! ¿Y si esta bolsita no es de aquí? Creo que debimos preguntar a dónde iba antes de aceptar.

—Chivo que se devuelve se esnuca, Miixa. Así que nos toca resolver —dijo Ischo.

Caminaron y caminaron, hasta que se detuvieron bajo un árbol de taparo. Bajaron con cuidado la bolsita y la observaron como si se tratara del tesoro más valioso del mundo.

—¿Y si le echamos una miradita? —susurró Miixa.

—¡Yo digo que es un príncipe con liqui liqui! —dijo Ischo con voz solemne—. Se siente esa energía… varonil, así tipo coplero de festival.

—¡Nooo, si eso es una princesa! —protestó Miixa—. Mira cómo brilla la bolsita, como una corona tejida con flores de bora.

De repente, la bolsita se movió.

Pausa.

Se miraron.

Otro movimiento.

Y de la nada… ¡salió un puñito apretado, chiquitico, pero con fuerza de amenaza!

—¡Ajá! —gritó Miixa, dando un salto hacia atrás—. ¡Nos está echando bronca!

—Yo no sé si es príncipe o princesa… ¡pero carácter no le falta! —rió Ischo, que ya estaba enamorado del paquetico.

Así, sin saber si llevaban un heredero o una guerrera, los dos compañeros retomaron el camino. El sol bajaba lento y el viento les despeinaba el lomo, pero ellos caminaban con paso firme y el corazón medio enredado... porque sabían que algo muy grande se estaba por revelar.




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