El Viaje De La Bolsita Misteriosa

Capítulo 9 – La llegada al umbral

La sabana se abrió de pronto como si el monte hubiera decidido regalarles una última vista.

Una planicie inmensa, dorada por el sol de la tarde, se extendía frente a ellos.

El viento soplaba suave, y en lo alto, el Alcaraván daba vueltas en el cielo como un trapo feliz.

—¡Esta vez sí! ¡Nunca estuve tan seguro! —gritaba entre trinos— ¡Están cerca! ¡Lo juro por mi pico torcido! ¡Yo estuve por aquí! ¡La familia está más allá, detrás del claro!

Miixa e Ischo se miraron.

El corazón les brincaba de emoción… pero también de algo más.

Una puntada suave, un jaloncito interno.

No querían soltar la bolsita.

No todavía.

Caminaron en silencio. Cada paso era como una despedida que no querían aceptar.

—¿Y si… no llegamos? —susurró Miixa—. ¿Y si seguimos nosotros? Lo criamos… le cantamos, lo cuidamos.

—Miixa… —dijo Ischo con voz grave—, todo esto, todo el camino… los ríos, la luz, los peligros…

—Las flores que cantaban —dijo ella.

—Los mimos en la fogata —agregó él.

Y entonces, con la voz cargada de verdad, le gritó:

—¡Tú también lo viste, Miixa! ¡El sueño!

—¡Sabes que pertenece allá!

—Nosotros solo somos los guardianes… los primeros abrazos.

—Nuestra misión fue llevarlo… y ya casi lo logramos.

Ella cerró los ojos. Apretó fuerte la bolsita contra su pecho.

Sí. Lo había visto.

Aquel hogar hecho de madera, tierra y ternura.

Aquel Papá de manos firmes y alma blanda.

Aquella Mamá que hablaba con el corazón.

Suspiró.

—Tienes razón, Ischo... —dijo con una media sonrisa—. Fuimos elegidos para esto, no para retenerlo… sino para entregarlo.

Desde lo alto de un arbusto, unos ñengueres miraban la escena sin hacer ruido.

Un par de Mochuelos con ojos redondos se asomaban entre las ramas.

Y hasta los Ratones de campo, siempre nerviosos, habían dejado de correr para observar.

Todos lo sentían: El aire se había puesto más claro, como si el mundo contuviera el aliento.

El destino estaba tan cerca que dolía.

Y aunque a Miixa e Ischo se les encogía el corazón, ya no había marcha atrás.

La historia estaba a punto de llegar a su última página.

Y ese pequeño milagro… iba a encontrar su lugar en el mundo.




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