El Viaje de Roma

Capítulo 7

Regresé a mi departamento a eso de las 9 de la noche. Me había quedado en la oficina más tiempo del habitual dándole vueltas al tema de la demanda, y también a la crítica que Elena amable y carismáticamente dio sobre mi libro.

Habría sido un alivio que esa fuera la parte de la película en la que aparece tu hada madrina y te dice: tranquila, esto solo es un tropiezo. Y después moviera su varita mágica e hiciera que tu libro apareciera en todas las librerías del mundo. Aunque solo me habría durado hasta las 12 de la noche, y así no tendría chiste.

Mi departamento era un piso pequeño, con dos recámaras, un baño, una cocina de tamaño mediano, y una pequeña sala. Chico, pero muy acogedor. Lo había llenado de plantas, porque siempre creí que le daban vida al hogar, y, como entraba mucho sol, crecían y florecían como si todo el año fuera primavera.

Lástima que a Nadia le dieran tanta alergia.

-Soy yo…- Comenzó a decir una voz seguida de tres estornudos. -¿O compraste una maldita planta que está tirando polen como si fuera difusor?

Ella era Nadia. Mi roomie. Estatura baja, cara de enojada las 24 hrs del día (excepto cuando estaba con su gato Troya), pelo largo de color negro, tez morena, y vocabulario bastante extenso… y con poco filtro. Nos conocimos en la universidad, y desde ahí nos volvimos mejores amigas. Éramos bastante opuestas, pero parecidas en algunas cosas. Cuando decidí darle una oportunidad a España, Nadia decidió que quería acompañarme. Teníamos siendo compañeras de departamento casi 2 años, y, aunque a veces sufríamos por nuestras diferencias, llevábamos las cosas bastante bien. Ella a lo suyo, yo a lo mío; y de vez en cuando, una que otra reunión con un vino para ponernos al día.

-¿Te recuerdo a tu inquilino favorito?- Contraataqué. -Troya me da alergia a mí.

-Te aguantas.- Dijo desde la cocina, mientras preparaba nuestra cena.

-Lo mismo digo.- Respondí desde la sala, mientras me dejaba caer de cara al sillón. Solté un gruñido de queja contra la almohada.

-¿Qué? ¿Por fin te corrió la vieja esa?- A Nadia no le caía muy bien Elena.

-No le digas así.- Dije, mientras me recostaba boca arriba en el sillón. ¿Por qué a todos le cae mal mi jefa? Sí sí, era un personaje. Pero, ¿tan desagradable era? -Es… una buena persona. Tiene un buen corazón.

-Esa no tiene corazón.- Dijo Nadia, mientras le ponía dios sabe cuántos condimentos a la charola de agua hirviendo que reposaba sobre la estufa. Estudió gastronomía, y cocinaba delicioso. Un bonus de tenerla como roomie, pues siempre se ofrecía a hacer la cena gustosa. Eso sí, con la pequeña condición de que yo limpiara todo el desastre que dejaba esperando para mí en la cocina. -Se lo vendió a satanás cuando nació.

-¡Nadia!- Me senté sobre el sillón para voltear a verla.

-¿Qué?- Hizo una pausa con la pimienta para verme a los ojos. Después levantó los hombros indiferente, y continuó con lo que estaba haciendo. -No me tiento el corazón cuando se trata de ella, ya lo sabes. No la aguanto, es una bruja.

-Tu no te tientas el corazón más que con tu gato.- Corregí, y ella asintió, dándome la razón. -Además, hay brujas buenas.- Reproché.

-Están las brujas buenas, y luego está ella. Es Cruella de Vil en persona.

-Cruella es increíble.

-Y tú eres una masoquista.- Sentenció y apagó el fuego de la estufa. -El punto no era ese. El punto era que me contaras por qué estabas chillando como niña chiquita en el sillón. Estoy esperando el chisme.

Me paré del sillón y me dirigí a la cocina para abrir la botella de vino que estaba en el refrigerador. Me serví una copa, y le serví otra a Nadia. Después puse los dos lugares en la mesita de madera que había en la sala, y le ayudé a mi amiga con los platos. Una vez que nos sentamos, miré a Nadia con cara de pocos amigos.

-Suelta la sopa.- Dijo, y empezó a comer mientras le contaba sobre mi día, y la historia con el extraño del bar. Le dije sobre la demanda, sobre la coincidencia de encontrarme en mi trabajo al cínico de David, y finalmente le conté sobre la crítica que Elena hizo sobre mi libro.

-Por eso está tan sola.- Comentó Nadia cuando terminé de contarle.

-Nadia.

-Bueno, está bien. ¿Qué quieres que te diga? A mi sí me gustó tu libro. Ya decidirás si creerle a Satanás en mujer o a mí. Además, por mucho que odies a David, sabes que tiene un punto. Las opiniones son subjetivas, habrá a quienes les guste lo que hagas, y habrá quienes le tiren mierda. Lo importante es lo que pienses tú de tu propio trabajo.

-No lo odio.- Dije, cambiando un poco de tema. Sabía que Nadia tenía razón, pero me costaba mucho trabajo hablar de ese tema. Yo no era precisamente fan número uno de lo que escribía, y por eso me importaban tanto las críticas que hacían los demás de mis historias. Ella sabía que no me gustaba tocar el tema, así que no insistió.

-No, no lo odias.- Dijo, llevándose un bocado de pasta a la boca. Estaba deliciosa. -Te lo quieres coger.

-¡Nadia!- Se me fue chueca la pasta, y empecé a toser como si me hubiera fumado un porro. Digo, no es que yo sepa la reacción de tu cuerpo al fumar marihuana, por supuesto…

-Tranquila, por como lo describiste, no te culpo.- Se limpió la boca tranquilamente con una servilleta, mientras yo recobraba la compostura.



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En el texto hay: comedia, romance, drama

Editado: 15.09.2025

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