El Viaje de Roma

Capítulo 9

-No mamá, ninguna novedad.- Dije al teléfono, mientras tecleaba algo en mi computadora.

Me encontraba investigando acerca de un atentado que tenía que cubrir y entregar ese mismo día. Un caso horrible sobre un adolescente que inició un tiroteo en una escuela, y que acabó con la vida de 13 personas- incluyendo la suya.

¿Lo ven? Mito o no- digan lo que digan, el número 13 asusta. Y si puedo, mejor lo evito. Ya saben, elevadores, fechas de vuelo, pisos de edificios, número de la lotería…

-Oye mamá, mejor hablamos otro día, ¿sí?- Silencio. -Sí, todo bien conmigo, lo prometo. Solo que ahora estoy un poco ocupada.- Silencio, silencio. -Sí ma, si estoy durmiendo bien.- Silencio, silencio. -Sí ma, si estoy comiendo bien.- Silencio, silencio, silencio. -Sabes que sí, mami. Mándale besos a papá de mi parte, por favor. ¡Te quiero!

Fin de la llamada.

Adoraba a mi mamá y a mi papá- eran indispensables en mi vida. Se conocieron en Ciudad de México mientras estudiaban, en una plática que impartía la universidad. Ambos iban a la misma, pero estudiaban distintas carreras. Mi papá era arquitecto, y mi mamá diseñadora de interiores. Una mezcla bastante curiosa si me preguntan, y gracias a la cuál pude crecer en la casa más bonita que conocía. De vez en cuando hacíamos llamadas, ya que no vivíamos tan cerca, para ponernos al día con las cosas cotidianas. Ya saben, el trabajo, la casa, los amigos, ¿aún sin novio?, etc, etc.

Durante mi niñez, solía ir mucho a una casa de verano que mi mamá había heredado de mi abuela. Ah, mi lugar favorito. Cerca de esa casa había un faro pintado de líneas rojas y blancas, de aquellas que ves en las famosas cartas postales de los aeropuertos, o tiendas de souvenirs. Adoraba llevar maletas y maletas repletas de libros que devoraba sentada frente al mar, hasta que el sol se escondiera detrás de las olas, para anunciar la llegada de la noche. Lástima que ya no iba tan seguido desde que me gradué de la universidad y me fui a vivir a España. Eso, sin embargo, no impidió que disfrutara de ir tanto como cuando era una niña. Esperaba poder ir ese verano, y esperaba poder hacerlo con mis papás. Ya tenía casi un año que no los veía, los extrañaba mucho.

-¿Soñando despierta, guapa?- Interrumpió una voz.

Esa voz pertenecía nada más y nada menos que al famosísimo de Iván. Pelo oscuro, cara de niño (aunque era mayor que yo), sonrisa pequeña, orejas grandes, complexión muy delgada… Me parecía un chico muy chistoso. Era mi vecino de cubículo, y… sin ningún afán de sonar soberbia o narcisista, se desvivía por mí. Un poquito. Bueno, un poco bastante. Está bien, podría decir que estaba enamorado, pero creo que ya era más bien una obsesión. Y una obsesión cursi, empalagosa, pero que admito que me hacía reír bastante.

¿Qué? Era muy ocurrente, y un poco ridículo.

-Buenos días a ti también, Iván.- Dije, riendo bajito. -Y sí, eso hacía. Lástima que me interrumpiste en la mejor par-

-¡Lástima!- Levantó los hombros indiferente y prosiguió. -Hoy. ¿Tú, yo, cena? En mi departamento.

-Iván.- Comencé a reírme. -Ya sabes que no estoy interesada en salir con nadie por el momento. Tal vez luego, pero por ahora creo que es mejor que busques… en otros horizontes.

-Es que, Roma.- Dijo, poniéndome un dedo sobre los labios para silenciarme. -Yo no soy nadie. Y, ¿qué tiene de malo este horizonte? Yo me quiero quedar aquí. Me gusta este puerto, solo estoy esperando al barco.

Si esa fue una metáfora improvisada, no quiero ni imaginarme las que ya tiene ensayadas.

-Lástima que este barco ya zarpó.- Sonreí a modo de disculpa, y me levanté de mi lugar para dirigirme al baño.

Caminé los largos pasillos que conectaban cada cubículo del lugar, pasé las oficinas, las máquinas impresoras, la sala-comedor de los empleados, y por fin, llegué a los baños. Abrí la primera puerta que se cruzó en mi camino.

-¡Uy!- Exclamé al ver a David en los lavamanos. -Carajo, me asustaste.

-Buenos días, Roma.- Dijo tranquilamente.

-¿Qué tienen de buenos?- Pregunté entre dientes, de forma dramática. -¿Y tú qué haces en el baño de mujeres?

David tomó un papel para secarse las manos e hizo un gesto con la cabeza para que volteara hacia donde apuntaba con ella. Eran los… cubitos en donde hacían… sus necesidades… pipí- en donde hacían pipí los hombres. Bueno, al parecer había sido yo la equivocada de baño. Perfecto. Así empezábamos el día con el pie derecho.

Lo volteé a ver, ambas mejillas rojas como manzanas. A quién engaño, probablemente tenía toda la cara roja, no solo las mejillas. Sonreí de forma tímida ante mi pequeño error, y me di la vuelta para largarme de ahí tan rápido como había entrado. Una vez afuera del baño, me recargué contra la pared y exhalé.

Tonta, tonta, tonta. ¡Qué pena!

Me froté la frente, intentando calmar un poco la vergüenza que sentía.

-No es para tanto, solo te equivocaste de baño.- Escuché a una voz detrás de mí.

David en vivo y a color- otra vez.

-Y por cierto, ¿por qué te veo aquí tan seguido? No sabía que las demandas tardaban tanto en cerrarse.

-Las demandas no se “cierran”, Roma. Y de cualquier forma no vengo aquí por cuestiones laborales. Vengo a verte a ti.- Dijo tranquilo, con ambas manos en las bolsas de sus pantalones.



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En el texto hay: comedia, romance, drama

Editado: 15.09.2025

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