-¿Lo ves? Llevan horas discutiendo.
Me encontraba de visita en el cubículo de Iván, viendo la escena que ocurría en la sala de conferencias. Definitivamente se apreciaba mejor en su cubículo que desde el mío. Dentro estaban mi jefa, David, los dueños de Énfasis, una mujer a quien nunca había visto antes, vestida elegantemente (probablemente la cliente a quien representaba David), y alguien más que parecía ser el abogado de Énfasis.
Iván y yo observamos atentamente parados detrás del cubículo.
-¿Y eso qué? No significa que nos vayan a despedir.- Susurré.
-¿Estás de coña? Este es el fin de Énfasis. Parece demasiado serio como para tener arreglo.
Observé la escena durante unos segundos.
David, que a decir verdad se veía bien ese día: traía unos pantalones de vestir negros y una camisa blanca abierta en la parte de arriba; no tenía puesto el saco, y su pelo estaba un poco desacomodado, dándole un aire despreocupado- estaba explicándole algo tranquilamente a Elena y a los dueños de Énfasis. No parecía agradarles en lo absoluto, ya que sus caras estaban llenas de disgusto, y cuando era su turno de hablar se dedicaban a apuntar dedos y a levantarle la voz a David. Él solo conservaba la calma. Nuestro abogado comenzó a explicar algo, conservando la calma también. Aunque la calma no durú mucho, pues la mujer a la que nunca había visto antes empezó a discutir con él, levantando la voz.
-Okey, no pinta muy bien la cosa, tienes razón.- Tragué grueso, sintiendo los nervios en el estómago. -Voy a averiguar qué está pasando. Y aunque nos despidan, tienen que avisarnos con tiempo antes de hacerlo, sin mencionar nuestra liquidación.
Iván iba a agregar algo, pero la puerta de la sala de conferencias se abrió de golpe, y, como siempre fuimos los más discretos, nos agachamos de golpe para evitar malentendidos.
Esperé unos minutos, y salí del cubículo. Alcancé a ver a David dirigiéndose a los elevadores, y decidí que era momento de tener una seria conversación con él. Nada de jueguitos esta vez.
-¡Espera!- Alcé la voz para que detuviera las puertas del elevador. -Gracias.- Sonreí, mientras me subía a este, puertas cerrándose detrás de mi.
Me mantuve en silencio durante unos segundos mientras pensaba en las palabras correctas, hasta que David habló.
-¿No vas a picarle a un piso?- Preguntó, señalando los botones del elevador.
-Ah sí, sí claro.- Sonreí, y me fijé en el piso al que iba David. -Es que vamos al mismo.
-Okey.
-Oye…- Comencé, pero no pude terminar la oración.
-No puedo decirte nada sobre la demanda.- Me cortó tranquilamente. -Ni sobre la conversación que estabas espiando.
-¿Espiando?- Levanté las cejas, fingiendo sorpresa.
-Espiando.- Asintió con la cabeza. -Te vi, Roma. Ni lo intentes.
-Técnicamente no es espiar. La sala de conferencias es de vidrio, se ve todo lo que hacen. ¿Yo qué culpa?
-Claro.- Respondió con expresión incrédula.
-Solo quiero saber qué está pasando. ¿Me voy a quedar sin trabajo?- Silencio. -¿Cómo te puede importar tan poco que tu nueva mejor amiga tenga miedo de quedarse sin trabajo?
-No intentes manipularme, Roma.- Volteó a verme. -Te diría con gusto, pero ni soy tu jefa, ni somos amigos. Creí que ya habíamos establecido eso.
Traté de sonreír para fingir que no me dolieron sus palabras. No funcionó.
-Si tanto quieres saber, ¿por qué no le preguntas a tu jefa?
-Déjalo, entiendo.- Negué con la cabeza mientras forzaba otra pequeña sonrisa. Solo me quería largar de ahí -Nos vemos luego, David.
Me despedí justamente cuando llegamos a nuestro piso, y salí del elevador rápidamente. Definitivamente no tenía ganas de seguir viéndolo. Me sentí tonta al girar a la izquierda para tomar las escaleras de regreso a mi piso. No quería que se diera cuenta de que había bajado solo para tratar de sacarle información (que ni siquiera pude conseguir), así que subí los ocho pisos caminando. Pero cuando abrí la puerta que daba a mi piso, se me cayó la cara de vergüenza. David estaba recargado contra un escritorio, mirándome.
-Siento lo que dije. No quería ser un cabrón.
-Pues sí lo fuiste.- Cerré la puerta y empecé a dirigirme a mi cubículo.
-Y ya me disculpé. ¿Te gustaría algo más?- Habló mientras caminaba detrás de mí.
-¿Vas a decirme sobre la demanda?- Presioné.
-No. Que haya venido a disculparme no significa que haya cambiado de opinión.- Me detuve y giré hasta quedar de frente a David. -Nunca mezcles lo laboral con lo personal.
-No me digas qué hacer.- Solté sin pensarlo dos veces. -Además, ¿personal? No te entiendo. Acabas de decir que no somos amigos, ¿no? Por lo tanto no hay un “personal”. ¿Me equivoco?- Esperé unos segundos mientras lo miraba a los ojos. Finalmente, negó con la cabeza, dándome la razón. -¿Te cuento qué es lo que pienso? Que te caigo bien. Que ahora, en este mismo instante, es así como tú dices. No somos amigos. Bien. Pero eso es hoy. Y me parece que más bien no te gusta la idea de que perfectamente nos ves siendo amigos.