Me despertaron unos incesantes golpes en la puerta principal. Decidí no hacerles caso al principio, pero la persona que estaba en la puerta no parecía querer irse a ningún lado, así que me levanté de la cama y salí de mi cuarto. Seguro era Nadia que había salido y olvidado su llave; tendría lógica, pues si no fuera ella ya habría salido de su cuarto para abrir la puerta. Tenía un sueño muy ligero.
Pero no era Nadia. Me la encontré saliendo de su cuarto al mismo tiempo yo salía del mío, ambas con la intención de abrir la puerta.
-Qué bueno que tienes el sueño ligero.- Dije sarcásticamente, quejándome (indirectamente, claro) por haberme tenido que salir de la cama.
Los golpes seguían sonando al otro lado de la delgada madera, y comencé a desesperarme.
-Ya voy, ya voy, carajo.- Puse los ojos en blanco y me froté la cara medio dormida. Odiaba que interrumpieran mi sueño. Cuando abrí la puerta, encontré a la persona que menos esperaba ver esa noche- o cualquier día en realidad, que no fuera el día de su boda.
-¿Evan?- Puse cara de confusión. Él solo me ignoró y me hizo a un lado para pasar. Ah bueno. Si claro, pasa, bienvenido. Estás en tu casa.
-No.- Nadia negó rápidamente seguido de su risita incrédula. -No, no y no. Tú te largas.
-Sabes perfectamente lo que estoy haciendo aquí.- Parecía enojado pero al mismo tiempo tranquilo, pues una pequeña sonrisa había comenzado a resaltar en la comisura de sus labios. No era precisamente mi idea meterme en la conversación que acababa de comenzar a desenvolverse frente a mis ojos, no- pero por supuesto que tampoco pensaba irme, ¿no? Era mi casa también, tenía derecho a saber qué carajo estaba pasando.
-Te largas.- Repitió Nadia, sin dejar que Evan pasara de la sala. -O le llamo a la policía.
¿A la policía? Está bien que esté enojada, pero…
-¿Ah sí?- Sonrió.
Yo cada vez estaba más confundida.
Sí, Evan estaba enamorado de Tanya y probablemente no le agradaba la idea de que Nadia hubiera estado con ella, (ni a mi amiga que él fuera prometido de su ex) pero sentía que había algo más de lo que no me estaba enterando. Sus caras y el enojo que irradiaba Nadia me lo dejaba claro.
-¿Y qué le vas a decir, exactamente?- Evan se cruzó de brazos.
-Primero, que vienes aquí como loco a irrumpir en mi casa en plena madrugada. Segundo,- Nadia se acercó a Evan. -Pienso decirles lo que vi.
-Porque te van a creer, me imagino.- Evan no perdió la sonrisa desde la primera vez que abrió la boca, lo que hizo que mis nervios aumentaran. ¿De qué hablan? ¿Ver qué cosa? -Tu única prueba fue lo que viste… Y mi amor nunca se pondría en mi contra. Nadia… -Evan ladeó la cabeza mientras su semblante se transformaba en falsa lástima. -¿Estás segura de que viste bien? ¿O te estás inventando cosas porque estás dolida de que Tanya me haya elegido a mí… y no a ti?
Nadia cerró el espació que había entre los dos y le soltó una cachetada que resonó en todos los rincones silenciosos del departamento. Pensé que hasta los vecinos habían alcanzado a escuchar eso.
-¡Nadia!- Interrumpí espantada y me dirigí hacia él. -Evan.- Cuando giró su mirada hacia mí, me arrepentí al instante. Dirían los españoles- me aconojé que flipas tío. -¿De qué está hablando Nadia?
-Roma...- Evan sonrió con amabilidad. Aunque no parecía una amabilidad real, sino más bien fingida. Más bien parecía tener ganas de gritarme que me largara. -¿Por qué no dejas que Nadia y yo lo arreglemos? ¿Mmm? Mejor regresa a la cama.
-No me mientas.- Fruncí el ceño y me dirigí a mi amiga. -¿Nadia, qué está pasando?
-Pasa,- El enojo de Nadia era tal, que podría haberle salido humo de las orejas y lava de los ojos. Espuma de la boca. -Que Evan abusó de Tanya. Y yo lo vi.
Creo haber sentido cómo se paró mi corazón durante unos segundos. Mi sangre se volvió helada, y mi cuerpo dejo de funcionar. Mis oídos se cerraron, y dejé de escuchar la voz de Evan que había comenzado a hablarme otra vez. Un hormigueo me abordó desde la punta de los dedos de la mano hasta los oídos, hasta que de pronto, el sonido estaba de vuelta.
-…creerle? ¿Es en serio?- Se burló, como si la acusación de Nadia fuera la cosa más absurda que hubiera escuchado en su vida. -Tu amiga no tiene ni puta idea de lo que está hablando, Roma.- Clavó los ojos en Nadia, y su ceño fruncido se relajó un poco. Se alizó la gabardina. -Cómo pongo esto… vamos a ver.- Evan carraspeó, pensativo. -Estoy de puta madre con mi futura esposa. Y ni tú,- Señaló a Nadia. -Y menos tú,- Apuntó hacia mí. -Váis a hacer mierda todo lo que construí.- Evan volteó a ver a Nadia. -Y ya quita esa puta cara, ¿sí? Que sabes que aunque vayas con la policía con tus putos cuentos, no tienes cómo comprobarlo. Sino entonces, ¿por qué no has ido?
Evan se dio la vuelta y comenzó a dirigirse hacia la puerta principal. Pero antes de salir, se detuvo unos segundos. Al parecer todavía tenía algo que decir.
-Abusar de Tanya.- Repitió, como tratando de procesar lo absurdo que sonaba. -Tanya es mi prometida. ¿Eso de abusar de tu pareja?- Negó con la cabeza, aún de espaldas a nosotras. -No existe.- Voletó un poco la cabeza, viendo de reojo, aún de frente a la puerta. -No existe porque es mi puto derecho.