Al día siguiente que llegué a Énfasis, parecía un zombie; apenas había dormido en toda la noche. Una o dos horas quizá. No podía dejar de darle vueltas a lo que Nadia me había contado en la madrugada. Al menos ella sí cayó rendida después de unos minutos. Probablemente tantas emociones la tenían exhausta.
Sin poder evitarlo, busqué con la mirada a David. Pero parecía que ese día no tenía ningún pendiente en Énfasis. Decidí esperarme a la tarde, a ver si tenía suerte. Pero tampoco llegó a la empresa.
Suspiré derrotada y busqué en mi bolso aquel papel que me había robado el día anterior. La tarjeta de presentación de David. Ahí venía su número de teléfono incluido. Sin darle muchas vueltas, decidí marcar los dígitos que descansaban sobre el papel. Sonó unas cuantas veces, antes de que su voz se escuchara al otro lado de la línea.
-Hola.
-David, soy yo, Ro…-
-Por el momento estoy ocupado. Deja tu mensaje y te devolveré la llamada en cuanto me desocupe.
O no.
-Agh.- Mascullé, mientras ponía los ojos en blanco.
Colgué sin dejar mensaje y volví a marcar el número. Nada. Volví a marcar. Nada. Un último intento…
-Sí.- Dijo una voz seca y tajante.
-David, soy yo, Roma. Qué bueno que contestas, quería...
-¿Roma?- Preguntó confundido.
-Sí…
-¿Tú eres la que me ha estado marcando sin parar?
-Eh… sí pero…
-¿Después de escuchar el mensaje de voz que claramente especifica que estoy ocupado?
-Si pero yo…
-Estoy ocupado, márcame después.
-¡Espera, espera!
Pero ya había colgado.
-¡Qué tal este!- Apagué el teléfono y miré con mala cara a la pantalla, como si hubiera sido la cara de David.
Esto es más importante que cualquier junta. Marqué otra vez. Su voz sonó después del segundo tono.
-Más te vale que te estés muriendo, porque ya me hiciste salir de la junta.
-Bar de Marco hoy a las 7. Por favor. Es muy importante, David.
David hizo una pequeña pausa, haciéndome pensar que me había colgado. Suspiré derrotada.
-Te veo a las 8.- Fue lo único que dijo antes de colgar. Sonreí entre triunfante y agradecida.
Más tarde, cuando llegó mi hora de salida, junté mis cosas y me dispuse a ir a casa. Quería bañarme, cambiarme, comer algo y tomar una siesta larga antes de ir al bar a encontrarme con David.
-Roma.- Era mi jefa, deteniendo mi huída. Venía caminando hacia mí con un montón de papeles en las manos. -Necesito que te quedes hasta tarde. Tenemos mucho trabajo atrasado.
Elena me extendió los papeles para que los tomara, sin pestañear. Nada, ni una sonrisa apenada por hacerme trabajar tiempo extra, o una mirada que me lo pidiera amablemente. Solo… una órden. Seca, directa.
-No puedo.- Respondí finalmente. No sabía de dónde había venido tal respuesta, usualmente le daba mil vueltas, me disculpaba muchas veces e inventaba miles de excusas. Pero esa vez lo dije directo, claro- sin rodeos.
-¿Perdona?- Elena levantó las cejas, sorprendida.
-Eh… es decir… es que tengo un compromiso muy, muy importante. No puedo faltar, lo siento. Mañana puedo quedarme el tiempo que sea necesario, pero hoy… hoy no puedo, perdón.- Ya iría aprendiendo a poner límites sin echarme atrás. Poco a poco.
-Roma, querida.- Elena sonrió con falsa ternura. -No es una pregunta, linda. Es una órden. A menos que prefieras que alguien más haga tu trabajo, claro…
-No.- Interrumpí de inmediato. No podía perder mi trabajo. Me costara lo que me costara. -Yo lo hago.- Sonreí forzadamente y comencé a caminar de regreso a mi cubículo.
-Gracias, linda.- Escuché decir a mi jefa a mis espaldas. -No olvides apagar las luces a la salida. No queremos que suban las cuentas.- Su (en ese momento horrenda y molesta voz para mis oídos) resonó en los pasillos. -¡Hasta mañana querida, no te desveles mucho!
Bruja cínica.
Nota mental: vengarme de mi jefa (a quien lamentablemente también admiraba) en un futuro lejano. (Muy lejano). (Muy, muy lejano).
Dejé mis cosas en mi escritorio y me senté en la silla de un suspiro. Cansada, pues no había dormido nada la noche anterior y había sido un largo día en el trabajo; froté mis ojos y dejé salir un largo bostezo. Decidí que necesitaba un café (o dos), o no iba a lograr terminar a tiempo para irme a casa y descansar unas horas. No era tan tarde aún, así que estaba a tiempo de terminar a una hora no tan indecente.
Lo que sí iba a tener que hacer era cancelar era mi cita con David. Bueno, no era una cita. El… encuentro. Mi compromiso, vaya. Y me daba mucha pena, porque ya lo había sacado de su junta para pedirle que me hiciera ese favor, y ahora iba a ser yo la que lo iba a cancelar. Vaya importante que era, ¿eh? No tanto como para no cancelarlo. Aunque bueno, pensé que quizá David estaría contento de no tener que verme.