El Viaje de Roma

Capítulo 27

Fueron apenas unos segundos. Pero no necesité más para saber que estaba… bueno, jodida.

David interrumpió el beso bruscamente. Me miró, parecía agobiado. Se levantó del suelo y carraspeó, mientras se limpiaba los pantalones (que ni siquiera estaban sucios).

-Me tengo que ir.- Dijo simplemente.

-¿A dónde?- Lo miré, confundida por el repentino cambio de actitud. No le creí nada.

-A un lugar.

-Ah sí, claro. “A un lugar”.- Me levanté del suelo también. -Qué oportuno.

-No sé de qué hablas.- Juntó la basura de nuestra comida y la puso toda de regreso en la bolsa en donde la había traído. Le hizo un nudo. -Es que me acabo de acordar justo ahora de que…

-De que tienes que ir al trabajo, ¿no? A esta hora.- Respondí con sarcasmo.

-Mejor no preguntes, dudo que te guste la respuesta.

-Cualquier respuesta en este instante me va a parecer una mierda, David.- Traté de respirar para calmarme, pero se estaba portando como un patán. -Entonces, ¿a dónde tienes que ir?

-Tengo una cita.

-Una cita de trabajo.- Dije, incrédula. Incredula, incredulísima. Deseosa, incluso. Deseosa de que fuera una cita de trabajo, o de lo contrario derramaría una o dos lágrimas seguramente. Y David no me iba a ver llorar por eso. No señor.

-Una cita.- Corrigió. Parecía incluso apenado ante la respuesta. Y cómo no. Acababa de regresarme un beso y lo primero que pensó correcto en decirme era que tenía una cita. Para empezar, ¿por qué carajo me besó si tenía una cita?

Asentí con la cabeza y empecé a guardar mis cosas en silencio. No tenía nada que decir, y la verdad temía que si hablaba comenzara a llorar, o a gritarle cosas de las que probablemente me arrepentiría después. Así que opté por no decir nada. Al menos por el momento.

-Oye, Roma...- Comenzó a decir, pero lo corté antes de que pudiera seguir.

-Mejor no digas nada.- Sentí las lágrimas agrupándose en mis ojos, pero no me iba a ver llorar, así que sin verlo a los ojos lo rodeé y caminé hacia los elevadores. -Gracias por la comida.- Alcancé a decir con un ápice de sarcasmo, mientras me alejaba.

Cuando por fin me subí al elevador, las lágrimas comenzaron a deslizarse libres sobre mis mejillas. No entendía por qué me había devuelto el beso si sabía que estaba saliendo con alguien. Me pregunté quién era esa mujer. Cuántas citas ya llevaban. Cuánto tiempo tenían saliendo. Mal, mal, todo estaba mal. Me sentía incluso culpable por haberle dado un beso. Lo mal que se iba a sentir la mujer con la que estaba saliendo cuando se enterara… Lo mal que me sentía yo, carajo. David me gustaba en serio. Sí era complicado, y un soberbio, cínico, sarcástico, sabelotodo, dolor en el culo. Pero qué se yo. También era amable y respetuoso. Inteligente. Era un hombre interesante.

Ahora también un patán. Y yo una estúpida. Y no me vengan con que las mujeres se enamoran de los más cabrones, porque no es verdad. No es nuestra culpa que confiemos en alguien que resultó ser una mierda. Cúlpenlos a ellos por haber sido una mierda. Donde sí admito la responsabilidad, es en decidir quedarme a pesar de haber visto tu verdadera cara. Aunque bueno, estaba siendo manipulada y… Bueno, creo que ahora ya ni siquiera estoy pensando en David.

Las puertas del elevador se abrieron, revelando a David del otro lado. Parecía cansado, me imaginé que había bajado las escaleras corriendo.

-Con permiso.- Dije mientras trataba de rodearlo para irme de ahí. No tenía ganas de hablar, y menos con él. Me tomó de los hombros con suavidad y caminó hacia delante, haciendo que los dos entráramos nuevamente en el elevador. Se puso frente a la puerta, que ya se había cerrador otra vez.

-Dame un segundo, por favor.

-Muévete.- Apreté los labios, ahora enojada ante su presencia. Las lágrimas habían dejado de caer.

-Perdóname.- Me miró con ojos de arrepentimiento, mientras le subía y bajaba el pecho por la respiración agitada. -Te mentí. Por supuesto que no tengo una cita, Roma.- Cerró los ojos e inhaló profundo. -Te dije eso porque… no lo sé, simplemente me salió y…

-Porque te asustaste.- Terminé de decir por él.

-No. No lo sé… No es que,-

-Mira David, te agradezco la disculpa. Por lo menos ahora sé que no eres un cabrón. Pero saber que me mentiste tampoco es que sume muchos puntos a tu favor. Y menos si me lastimaste con esa mentira. ¿Te pusiste a pensar en cómo me ibas a hacer sentir diciéndo eso? Yo puedo entender por qué lo dijiste…- Lo miré, y se me llenaron los ojos de lágrimas otra vez.- ¿Pero tú me puedes entender a mí? Me dolió mucho lo que dijiste.- Me limpié la lágrima que cayó rebelde por mi mejilla.

Supongo que al final sí nos va a ver llorar.

-Yo lo sé.- Se lamió los labios en un gesto de frustración. -Perdón, Roma.

Lo miré sin decir nada. Las puertas del elevador volvieron a abrirse, y esta vez se hizo a un lado para dejarme salir.

-No lo vuelvas a hacer.

David asintió con la cabeza, mientras me dirigía una mirada de disculpa.

Caminé hacia él, y le di un abrazo.



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En el texto hay: comedia, romance, drama

Editado: 15.09.2025

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