El Viaje de Roma

Capítulo 28

¿Alguna vez les conté sobre mi sueño frustrado? Además del de ser escritora, claro. Sí sí- suelo hacer chistes de mis penas. En fin, continúo; mi sueño frustrado. La verdad es que, ahora que lo pienso bien, han sido tantos que no tengo uno en específico. Siempre me ha gustado todo lo que tiene que ver con el arte… excepto pintar. Soy pésima. Digamos que, así como tengo dos pies diestros para correr (digo diestros porque soy zurda de pie); tengo dos manos izquierdas para pintar (de las manos si soy diestra)… ¿Entienden? No se confundan, sigan el hilo que pararme a explicarles con peras y manzanas todo lo que pienso y vomito en palabras resulta como hacer atletismo para mí: horrible.

Todo esto por supuesto, hasta que me topé con la escritura. No quiero sonar egocéntrica, pero creo que para esto sí tengo una mano derecha y una izquierda. Aunque, ahora que lo pienso dos veces, ¿qué tendría de malo tener dos manos diestras? O dos manos zurdas. Nadie nos asegura que con una diferente a la otra hagamos las cosas mejor a que si hipotéticamente hablando tuviéramos dos manos iguales. Es simplemente como estamos acostrumbrados a ver el mundo. Pero, ¿qué hay de las personas que solo tienen una mano? ¿O si acaso alguna? Mientras les fluya la imaginación, no imagino barrera que detenga a una persona de convertirse en un buen escritor o escritora.

Perdón, a veces divago un poco. Aunque, supongo que si ya llegaron hasta aquí, es porque les gusta mi divagacidad. ¿Existe esa palabra? Debería.

Cuando estaba en la universidad, tuve un profesor que dijo algo que (además de sacarme una risa), me hizo todo el sentido del mundo. Dijo que escribir era un poco como un acto esquizofrénico, (antes de que me linchen: si alguien de aquí sufre de este trastorno, no pretendo romantizarlo ni hacer una burla de él). Quedé bastante confundida, hasta que continuó desarrollando su idea. Piénsenlo- son más los personajes quienes nos dicen cómo escribirlos y continuar su historia, que nuestra propia mente. Es como si nuestra imaginación los hubiera creado, les hubiera dado vida, pero nada más. El resto les toca a ellos. Y nosotros, escuchamos con pluma en mano. Hizo una pausa, disociado ante sus propias palabras. Si algún día se sienten estancados con algún personaje, imaginen que se sientan con él o ella en un lugar. El que sea, el que más les guste. Y le hacen preguntas. Platican. ¿Qué te apasiona? ¿Cómo te describirías? ¿Qué odias? Y van a ver cómo las ideas comienzan a fluir.

Interesante, ¿no? Y algunos pensarán que muy loco y raro. Yo creo que son todas a la vez.

El gran problema de Roma Cohen, era su dificultad para terminar lo que empezaba- de vez en cuando todavía lo tiene. Se ensimismaba en un proyecto durante horas, si bien le iba días, y después lo botaba a la basura. Como si nunca hubiera existido. Y todo porque tenía miedo. Miedo a que aquello que hiciera, que lograra, que terminara; fuera un fracaso. No podía soportar la idea, y por eso prefería dejarlo. No solo eso, sino que también tenía cero tolerancia ante la frustración. Cuando tenía un bloqueo lector, dejaba la lectura. Cuando tenía un bloqueo escritor, dejaba la escritura. Cuando sentía que estaba estancada, renunciaba. Le era muy difícil trabajar para sobrepasar esos obstáculos que se le presentaban.

Sin embargo, sí llegó a terminar proyectos. Como por ejemplo, el libro que escribió. Lástima que pasó aquello a lo que tantos escritores temen: criticaron lo que creía había sido su obra maestra.



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En el texto hay: comedia, romance, drama

Editado: 15.09.2025

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