El Viaje de Roma

Capítulo 34

Tanya decidió no presentar cargos contra Evan. Sostuvo la historia de que todo lo que Nadia vio fue consensual- que no pasó nada. Mi amiga tomó la noticia como balde de agua fría, como era de esperarse. Se enojó, gritó, lloró, se negó a aceptarlo… yo solo podía acompañarla, a pesar de que me pedía estar sola, no lo pensaba hacer. Inluso si eso significaba que me odiara por no hacerle caso.

En cuanto a su amistad con Tanya… ya no había amistad. Al menos por el momento. Supuestamente decidió que tenían que distanciarse, que era lo mejor. Obviamente había alguien (con nombre y apellido), moviéndole hilos a Tanya como si fuera marioneta, diciéndole qué hacer, qué no hacer. De cualquier manera, Nadia seguía mandándole mensajes a Tanya diciéndole que por favor entrara en razón, que hiciera lo correcto. Pero no obtenía ninguna respuesta; de hecho, me sorprendía que todavía no la hubiera bloqueado.

A pesar de que no todas las cosas estaban del todo bien, me sentía… positiva. El correo que me había mandado Marcelo me dio mucha ilusión, y no podía evitar pensar en lo que eso podía significar para mí, para mi futuro y para mis historias. Para mis sueños.

Además de que… ya saben, mi no-amistad con David me tenía algo contenta. Bueno, muy contenta. Pero no me quería ir de ocico al piso, así que prefería ir despacio.

-¡No, no y no!- Elena azotó mi artículo recién terminado sobre su escritorio y soltó un suspiro frustrado. -¿Qué es eso, Roma?

Eso era un artículo impecablemente escrito, sin errores, con estilo, y muy, muy interesante, si me permiten agregar. Lo que pasa es que Elena había estado tan amargada por la situación en el periódico en las últimas semanas, que ya no podía ver las cosas objetivamente. Ahora, a todo lo que le entregaba le decía basura- o como a ella le gustaba tanto llamarle: esa cosa. Pero incluso ella sabía que no era cierto, y que yo era su basurero de frustraciones. Sino hubiera sido así, ¿por qué no me había despedido?

Quizá porque era el peor momento para tener (encima de todo), falta de personal capacitado.

-El artículo que me pediste.- Dije con una seguridad que antes de ese día, nunca había podido presentar frente a Elena.

-Pues no me gusta.- Refutó como niña que niega comerse su plato de verduras. -Hazlo otra vez.

-Sí, jefa.

La verdad es que no lo iba a volver a escribir. Elena era tan cambiante y distraída, que me bastaba con cambiarle cuatro o cinco palabras para que pensara que lo había escrito todo otra vez. Y, ¡sorpresa! El segundo borrador siempre le fascinaba.

Empecé a recoger las hojas del artículo que ahora estaban esparcidas por todo el escritorio de Elena, cuando la puerta de su oficina se abrió.

-Disculpa Elena, ya están aquí el abogado y su cliente.- Anunció su secretaria. Ella era la única empleada que la llamaba por su nombre ahí, a excepción de los dueños de Énfasis, claro.

-Hazlos pasar.- Ordenó mi jefa.

Perfecto, era momento de largarme de ahí. Aunque el futuro de mi empleo era incierto, yo continuaba haciendo mi trabajo como todos los días desde que había empezado a trabajar en esa compañía. Como dicen en los deportes, el juego no ha terminado hasta que ha terminado.

De camino a la salida de la oficina de Elena me topé con David, quien venía de traje oscuro y olía al país de las maravillas. Atrás de él, venía el cliente a quien representaba. Le sonreí a David cuando me cedió el paso a la salida, pero cuando giré la cabeza para ver al frente, todas las partes de mi cuerpo se quedaron congeladas.

Mis manos dejaron de funcionar y todos los papeles de mi artículo cayeron al piso, apenas haciendo ruido. Todo se había vuelto en cámara lenta.

En ese momento, solo fui capaz de escuchar mi pesada respiración, y los fuertes latidos de mi corazón, golpeando con fuerza contra mi caja torácica, retumbando por todos los rincones de mi cuerpo.

Ah sí, casi se me olvida.

También fui capaz de ver esa sonrisa.

La sonrisa de Stefano.



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En el texto hay: comedia, romance, drama

Editado: 15.09.2025

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