Un día antes
-Un poco más a la izquierda.
Al final, Nadia decidió ayudarme. El día anterior, cuando discutimos, regresé al departamento ya de noche y me encontré a Nadia sentada en el sillón de la sala, tomándose un té. Me había servido otro a mí, y descansaba paciente a lado del suyo.
Hablamos toda la noche. Decidí abrirme de una vez por todas con alguien, y contar la historia completa de lo que pasó con Stefano. Claro, ahorrándome algunos detalles porque bueno, seguía siendo Roma. Lloramos juntas e incluso se disculpó por haber sido un poco insensible en cuanto al tema. Después, la escuché a ella. Me contó de su vida, de su relación con Tanya, de Evan… incluso de su familia. Por primera vez, Nadia se abrió conmigo. Y se lo agradecí enromemente.
Cuando despertamos, nos pusimos a trabajar.
-Un poquititíto más a la derecha.- Dijo Nadia, cerrando el ojo izquierdo. -¡Ahí, ahí, ahí!
Con cuidado, solté la cámara de vigilancia que había comprado la noche anterior, y que pusimos mi mejor amiga y yo justo en la esquina de la sala. Había quedado perfecta. No se veía, y tampoco es que alguien en sus cinco sentidos fuera a voltear a ver esa esquina. Y aunque así fuera, había una planta colgando a lado de ella, así que era imposible verla.
-No puedo creer que vamos a hacer esto.- Dijo Nadia de repente, haciéndome despegar la mirada de la cámara que habíamos colgado.
-Ey, ey.- Me bajé rápida pero cuidadosamente de las escaleras de metal y caminé hacia ella. -Si no te sientes segura, no tienes que hacerlo. ¿Lo sabes, verdad?
-La verdad es que después de anoche…- Nadia inhaló, exhaló y negó con la cabeza. -Lo que va a pasar mañana es poco, comparado a lo que quiero hacerle a ese depravado.
Sonreí ante su respuesta y le di un abrazo.
Me probé el vestido que habíamos ido a comprar a la tienda. Era rojo, justo el color que le gustaba a Stefano. La verdad es que odiaba ese vestido con todo mi ser, pero sabía que a él le fascinaría. Así que era un mal necesario. Antes de que estuviéramos juntos, mi color favorito era el rojo. Y cuando nos juntamos y usaba vestidos de ese color, me di cuenta de que Stefano cada y una de esas veces, quería acostarse conmigo. Así perdí mi virginidad. Quiero decir- esa fue la primera vez que abusó de mí. En ese lindo, y rojo vestido. Mi favorito.
Así que decidí comprar el vestido que más le gustara a él, para que no pudiera resistirse. Mi plan era simple. O más bien, poco planeado. Al día siguiente, Stefano pasaría a mi departamento probablemente usando la excusa de querer conocerlo, se quedaría un rato más, yo actuaría enojada y dolida- pero finalmente cedería, obligándolo a darme esa maldita memoria con la que me tenía amenazada. Que por cierto, por lo imbécil que era, sabía que no tenía ninguna copia.
Y ahí es cuando me forzaría a tener relaciones con él.
No iba a dejar que eso pasara, claro está. Así que eso en particular, no me tenía muy preocupada.Todo iba a quedar en cámara, la policía llegaría y por fin me libraría de esa escoria.
Roma, Roma, Roma…
Las cosas nunca pasan exactamente de la forma en la que las planeamos, ¿no es así?