Iniciando activación de emergencia.
Día 29,220 desde lanzamiento.
Comenzando análisis de emergencia. Escudos al 100%. Sistema de navegación activo y sin fallas. Motores al 100%. Sistema de refrigeración de los motores activo y sin fallas. Sistema de soporte vital sin activar y sin fallas. Cápsulas de estasis A1 activas y sin fallas. Cápsulas de estasis A2 activas y sin fallas. Cápsulas de estasis A3 activas, con fallas en la cápsula 1120. Iniciando escáner completo de cápsula 1120.
***
El silencio sepulcral en la nave fue interrumpido bruscamente por un golpe seco, seguido por un grito ahogado. Las cámaras de estasis se alineaban una al lado de la otra en la sala principal, diseñada específicamente para contenerlas. Todas se encontraban encendidas, emitiendo una suave luz blanca desde dentro. Las cápsulas, echas de fibra de vidrio, transparentes, permitían ver hacia el interior, mostrando a sus habitantes plácidamente dormidos para el viaje de miles de años que les esperaba.
Pero había una que estaba apagada. La cápsula transparente no emitía ningún tipo de luz y su ocupante se encontraba desesperado, golpeando el vidrio que tenía frente a sus ojos, tratando de salir. Pero era inútil, porque no había nadie más despierto en aquella nave, por lo que nadie podía escucharlo.
El hombre apoyó ambas manos contra la cápsula, ejerciendo toda la fuerza que los músculos debilitados por el viaje espacial y la posición horizontal le permitían. No hubo demasiado éxito, ya que la fuerza era prácticamente nula y aquel material estaba diseñado para resistir, de ser necesario, impactos contra la superficie de un planeta. Ya no intentó gritar, se había dado cuenta de que era inútil pasados unos minutos. Estaba solo, nadie le respondería. Al menos que ese alguien fuera la computadora de la nave misma.
—Computadora, abrir cápsula.— No hubo respuesta alguna. — Solicitando reconocimiento de voz, líder equipo alfa, abrir cápsula.” Aún nada. “Iniciar reconocimiento de fallos.
“Bienvenido, general.” Una voz metálica le respondió por fin. “Al parecer, su cápsula se ha dañado, solo tiene un par de horas de oxigeno restante.”
— ¡Abre la cápsula!
“Lamento informarle que eso no es posible, la nave no posee oxígeno actualmente por lo que estaría poniendo en riesgo su vida. Mi principal función es protegerlo.”
Se llevó las manos a la cara. Las IA no eran demasiado brillantes en cierto temas. — Acabas de decir que mi cápsula tampoco tiene oxígeno.
“Su cápsula tiene un par de horas de oxígeno restante, la nave no posee oxígeno alguno. Tiene más probabilidades dentro de la cápsula.”
— Inicia proceso de oxigenación de la nave.
“Iniciando proceso de oxigenación.”
Todo siguió igual, la voz de la IA se detuvo y el general permaneció inmóvil dentro de su cápsula. Una vez que la nave estuviera oxigenada y aquella Inteligencia Artificial lo dejara salir, podría saber qué había ocurrido con su cápsula y, lo más importante, repararla para regresar a la estasis. No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado en aquel estado, pero si el resto de la tripulación no había respondido a su grito de auxilio, significaba que aún estaban dormidos y, si así era, significaba que aún no habían llegado a destino.
Permaneció en aquella incómoda posición, mirando hacia arriba, con los brazos al costado de su cuerpo, mientras intentaba despejar su mente de los pensamientos catastróficos que lo invadían segundo a segundo. Era como intentar dormir en una casa extraña, con sonidos nunca antes escuchados, cuando la mente inventa extraños y desastrosos escenarios para intentar explicar cada uno de los nuevos sonidos. La diferencia era que, en aquella nave, no se escuchaba ningún sonido. Un silencio de ultratumba lo invadía todo, y el general pensó que era incluso peor.
El silencio desesperaba porque hacía más evidente la localización. El espacio profundo era oscuro, vacío, silencioso, frío y mortal. Y estaba sintiendo todo aquellos en ese instante. La única luz provenía del reflejo de las demás cápsulas que, activadas, permitían que el líquido de la estasis emitiera su resplandor tan característico. En el techo de la nave una pequeña luz titilante roja cual ojo lo observaba todo, pero especialmente a él y se clavaba directamente en su mirada. Probablemente fuera la luz de la computadora central, de la IA que controlaba la nave y la dirigía a destino.
A falta de algo mejor, se concentró en su respiración. Pausada, rítmica, tranquila, entrenada por años de yoga y meditación. Era la única forma que conocía de despejar su mente y disipar sus ansiedades. E incluso de dormir en un entrame como aquel, asfixiantemente artificial.