❀~✿ ❀~✿ El joven caballero ❀~✿ ❀~✿
Pasó un mes desde la llegada de la niña, en todo ese tiempo, ella se mantuvo aprendiendo sobre la vegetación de Lym y la historia de aquella ciudad que le encantaba tanto.
Freya empezó a notar que, día tras día, el caballero se quedaba por menos tiempo en la mansión y cuando llegaba, lo hacía bastante agotado. Tenía mucho trabajo que hacer, a pesar de que la jovencita no tenía idea de a qué se dedicaba, sabía que era muy importante. No por nada, los ciudadanos lo vitoreaban tanto.
Esos días en los que Aron se encontraba en el balcón, ella aprovechaba para llevarle el té y de paso conversar sobre cosas pequeñas. La niña era la única que se le acercaba con tanta confianza, los demás sirvientes, incluidos los mayordomos y el ama de llaves; mantenían distancia.
Las pláticas de la joven chica con el señor, llamaron la atención de todos. La mayoría estaban interesados por saber cuál era el motivo de tanto diálogo. Y es que, lo que las personas más cercanas al caballero desconocían, era lo mucho que a él le agradaba responder preguntas, más cuando estas venían de un niño que no sabía nada del mundo.
Desde, cuántos países había, hasta cuántos días, una persona podía quedarse sin comer. Todas eran preguntas que Freya le hacía con el mayor interés, a ella le encantaban sus respuestas, le gustaba la forma tan simplicista que tenía de responder y además de eso, lo más importante, amaba escucharlo.
La niña era capaz de identificar el cambio de su rostro cuando hablaba del mar, de montañas y de los diversos lugares que había atravesado. A Aron le apasionaba describir, y a Freya le apasionaba oírlo.
Cumplir con la rutina fue fácil: El caballero se iba por tres o cuatro días, luego regresaba, ella le dejaba un día de descanso y pasado este, acudía a él con el té para hablar.
Mientras que el hombre veía ocurrencia en sus acciones, cada pregunta hecha por la niña tenía semanas de preparación.
Ella había creado un libreto mental, su ingenio era tan grande que en un solo mes, aprendió cada cosa de Aron hasta el punto en que conocía cada gesto de su parte, con solo una expresión sabía que el rumbo de la conversación no le estaba gustando y al contrario, también reconocía cuando le encantaba el tema.
Nadie supondría que una persona tan distante como él, sería tan conversador y dinámico. Para Freya, su trabajo no solamente consistía en lavar y barrer, sino en entretenerlo.
Todo cambió cuando una carta cerrada con el sello de la familia Vritz, cayó en manos del caballero. Él tenía meses esperándola y por fin llegó; tenía tiempo que no sabía nada de su esposa e hijo. La misma decía que ellos alcanzarían el puerto en dos días, y que era necesario que Aron se encontrara en la ciudad para recibirlos.
Freya sin saber nada de esto, encontraba extraño ver cómo, de un día a otro, todos se esmeraban en decorar la casa, limpiar doblemente las habitaciones y lavar las sábanas. Ella pasaba más tiempo haciendo lo último, así que fue sorprendente como su trabajo incrementó tanto. De la nada aparecieron prendas que nunca había visto, la mayoría apuntaban a ser de mujer, además de algunas ropas masculinas que daban la impresión de ser de alguien menor.
Ni en mil años, a Aron le entraría algo así.
Lavar los vestidos se convirtió en un desafío, debía tener cuidado si no quería dañar la tela de los mismos. Cada ropa de mujer que tocó, la maravilló debido a lo elaboradas que estaban; no había que ser conocedor para darse cuenta de los finos que eran los vestidos, era como si le pertenecieran a una princesa.
Y ahí recordó a Margarie, a la chica le encantaba todo lo concerniente a los cuentos de reyes y reinas.
En el momento de su merecido descanso, ella decidió alejarse un poco y trepar el árbol más alto que vio. En ocasiones hacía eso para poner sus pensamientos en orden, Freya llegó a la conclusión de que Aron no estaba tan solo como al principio supuso, alguien importante llegaría y esa persona era el motivo por el que los sirvientes estaban tan atareados.
Sí, tenía esposa, era evidente. La posibilidad de un hijo incrementó. ¿En dónde estaban todo ese tiempo? Fue una pregunta que se hizo muchas veces.
La niña permaneció en el árbol hasta que escuchar los pasos de un caballo llamó su atención, pues, el caballero venía de dar sus paseos cotidianos. Este se detuvo al darse cuenta de la presencia de la chica:
—¿Te desperté?— cuestionó con una sonrisa bromista.
—No estaba durmiendo— replicó acomodándose, ella puso la mano en el tronco y sacudió los pies para adelante y hacia atrás —¿Le gustó su paseo?
—Sí, pero creo que a él no tanto— acarició la cabeza del caballo —Es mejor que descanse.
Aron se bajó del animal. Con una mediana sonrisa agarró la rienda, invitando a Freya a venir con él. Así que la niña, correspondiendo su petición, se tiró del enorme árbol aterrizando de cuclillas en el suelo.
El hombre la vio sorprendido tras su acción, considerando la altura del lugar, era sorprende que ella se levantara sin el menor de los daños; simplemente, sacudió su vestido crema como si nada hubiera pasado.
—¿Cómo…?— arrugó la frente. No esperaba que la jovencita fuese tan ágil.
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Editado: 12.03.2024