El viento frío que azotó su rostro

Lo necesario para ser feliz

❀~✿ ❀~✿ Lo necesario para ser feliz ❀~✿ ❀~✿

Ver al caballero combatir contra su hijo sin importar que fuera un niño, era algo que llamaba la atención. 

La mayoría de los empleados dejaron su trabajo, para presenciar la manera en la que Su señor trataba al joven Azra, quien por fuera se mostraba confiado. 

Aron determinó que el enfrentamiento se haría en la parte trasera de la mansión, en un campo destinado al entrenamiento y en donde se dieron muchos duelos en el pasado. 

El hombre invitó a su hijo a tomar una espada de madera,  luchar con una de filo era demasiado para la ocasión. No solo pelearía con su hijo, sino que con un muchacho de doce años, por lo que debía medir su fuerza. 

Freya también acudió al sitio, la niña se encontraba entre la multitud de personas que rodeaban al caballero y al joven. Por alguna extraña razón, se sentía nerviosa, no dejaba de oprimir sus labios y las manos le temblaban. 

No era la primera vez que veía un enfrentamiento, pero era la primera en la que estaban involucradas personas que le interesaban. 

Quería, y a la vez no, presenciar eso. Después de todo, era Aron, claro que no trataría mal a su hijo, al menos eso suponía. 

Marelin estaba nerviosa, fue idea suya inscribir a Azra en aquella academia, por lo que el niño debía dar su mejor esfuerzo si es que quería impresionar a  su padre. Que él no peleara como se esperaba el hombre, la haría quedar absolutamente mal ante los ojos de su esposo. 

Mientras que la niña casi no podía ver lo que pasaba, la mujer se encontraba en primera fila; todos optaron por dejarle su espacio, así que la zona que rodeaba a la señora Vritz estaba despejada. 

—No te contengas— le indicó su padre y contrincante al joven que empuñaba la espada, asumiendo una postura ofensiva. 

Agustino, el mayordomo, aceptó la propuesta de ser el juez que, como en todo duelo, se encargaría de vigilar que todas las reglas se cumplieran. El anciano de cabello blanco sabía que no tenía que ser tan estricto, Aron ya había hablado con él acerca del punto de vista que tenía que tomar. No quería quebrantar la autoestima de su hijo, ese no era su objetivo.

—Muy bien— se puso en medio de ambos —Como sabrán los testigos, y los luchadores mismos; el duelo que se celebrará a continuación, será de carácter amistoso. Las reglas de este tipo de luchas, tienden a cambiar debido a su naturaleza. Sin embargo, hay una que aplica en todas: todo acabará cuando el oponente se rinda o ya no pueda pelear. ¿Lo tienen claro? 

—Sí— asintieron en unísono. 

—Dicho esto, comencemos. 

Azra era buen actor, él era capaz de hacerle creer a todo el mundo que desbordaba confianza cuando no era así. Tenía miedo, no a pelear contra su padre, sino en resultar una decepción para su persona. Sabía que una oportunidad así no podía desaprovecharla, por fin obtendría el respeto de Aron. 

Con todo lo que podía pasar en el futuro, el niño no lo pensó dos veces y se abalanzó en su contra. El sonido de ambas espadas chocando, resonaron en el sitio, los espectadores estaban atentos a cómo terminarían las cosas. 

Freya no apartaba la vista con el ceño fruncido, y Marelin jugueteaba rápidamente con los dedos, estaba a punto de arrancarse las uñas como ya era usual en ella cuando se ponía nerviosa. 

—¡Ah!— gritó Azra sosteniendo el mango con fuerza. El niño se alejaba y acercaba a su padre una y otra vez, repetía los movimientos que le habían enseñado en la academia y eso Aron lo notó. 

—No dejes puntos libres— le aconsejó dándole en la cintura, tal golpe no fue tan fuerte —Con un solo movimiento, pude matarte. 

—Tsh— rechistó alejándose. 

Para comprobar en qué clase de guerrero se estaba convirtiendo su hijo, Aron permitió que este enrede su espada con la suya en un juego de tira y afloja; las personas quedaron boquiabiertas cuando, en un abrir y cerrar de ojos, la espada perteneciente al caballero voló por los aires. 

Algo cambió en las intenciones del hombre cuando vio la actitud que su hijo había tomado tras eso. El niño dibujó una sonrisa engreída en su rostro, la mirada dudosa que tenía, cambió por una más altanera. No había ganado, lo tenía claro, pero el tener una ventaja, hizo que los humos se le subieran un poco. 

Aron había visto esa cara antes y sabía muy bien cómo terminó cada hombre que la portaba. 

De ese modo, en un cambio de comportamiento que desconcertó a Azra, su padre se abajó rápidamente al suelo y de allí recogió un puñado de tierra que le tiró a la cara. Como era de esperar, el niño retrocedió dejando caer su arma, que Aron tomó con el ceño fruncido. 

—En la academia te enseñan truquitos, pero no a pelear de verdad— le dijo con un tono chocante, él acompañó sus palabras dándole un buen golpe en la cabeza —Si es que algún día quieres ser fuerte, utiliza los recursos que tengas a la mano. En un campo de batalla no existen los juegos sucios y limpios, ¡no se usan las reglas de torneos, porque se lucha para sobrevivir! ¡Nunca sueltes tu arma!— él sabía ser alguien compasivo, pero también tan duro como para golpear a su hijo en el estómago y conservar el mismo semblante frío. El pequeño Azra, cayó de rodillas con las manos en la zona afectada. 




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