El viento frío que azotó su rostro

Invasores de tierras lejanas 

❀~✿ ❀~✿ Invasores de tierras lejanas ❀~✿ ❀~✿

Aron se tuvo que ir a la mañana siguiente. Le faltaron palabras para explicarle a su esposa las razones por las que tendría que abandonarlos en invierno, ella había escuchado la conversación que tuvo con Kronblader, pero aún le molestaba; detestaba ser la única esposa que no tuviera a su marido en la temporada más fría del año.

Definitivamente, Marelin a veces envidiaba a las mujeres comunes del pueblo, con sus comunes y perezosos esposos, que no hacían nada más que molestar con sus comunes e insoportables reclamos.

En cuanto a Azra, al joven le era oportuno que su padre se fuera por un tiempo. De esa manera, podría entrenar y así enfrentarlo en un futuro duelo. Él no se confiaría como la última vez, estaba decidido en demostrarle que era merecedor de ser su hijo y heredero de La pararrayos.

La despedida no fue dramática, Freya parecía la más afectada por la ida de quien ella tomó como su señor. Su pecho se comprimía de tan solo imaginar una realidad en la que le pasara algo, lo peor del asunto es que no podía acercarse a donde se encontraba con su familia, tenía que limitarse a observar de lejos como se marchaba en un carruaje que su amigo había preparado para él.

Era la primera vez que la joven permanecería lejos del caballero por mucho tiempo, el tener que esperarlo por tres meses era la más horrible de las situaciones.

«¿Acaso insulté a algún dios?», fue su pensamiento más habitual.

Puede que la situación no haya sido tan mala para Marelin. Con ella al mando de la mansión, y sin un obstáculo llamado «Aron» a la vista, podría librarse de aquella esclava que supondría un problema para su familia. 

Su plan resultaba sencillo y a la vez inquebrantable: no podía echarla directamente porque sabía que hacerlo molestaría a su esposo, quien cuestionaría sus acciones. Así que, debía presionar a Freya para que se fuera por decisión propia.

Durante los dos días que pasaron, la mujer se dedicó a darle una orden tras otra a la niña que no tenía de otra que cumplirlas, quería seguir con Aron y su hijo, quien le estaba empezando a caer bien y para eso, tendría que obedecer a la insoportable de su señora.

—Oye, tú— la joven iba pasando con un lote de ropa limpia, cuando Marelin la llamó. La mujer esperaba que ella cruzara por el patio trasero, para entrar a la mansión y así guardar la ropa en su respectivo sitio —Ven aquí— señaló con los brazos cruzados. 

Su rostro intimidante y la forma tan demandante que tenía de dirigirse a otros, provocaban que la pequeña optara por mantener distancia. Freya le temía.

—Amh…— se le puso enfrente cabizbaja —¿Sí, señora?

La mujer miraba a la chica con desprecio, antes de hablar, agitó su larga cabellera negra poniéndose un mechón de pelo detrás de la oreja. Un hermoso collar de perlas adornaba su cuello, objeto que no tenía recelo en mostrar.

—Quiero que vayas por unos mandados— ordenó ignorando el hecho de que a la niña no le concernían ese tipo de trabajos.

—¿Al pueblo?— dudó frunciendo el ceño por unos segundos —Le diré a…

—¿No escuchaste? Quiero que vayas tú— interrumpió arrugando la frente —¿O qué? ¿Te opones a lo que digo?

—No es eso— negó rápido con la cabeza —Solo que yo… no me ocupo de los mandados, soy del área de lavado— alzó la ropa que tenía en los brazos para reafirmar su punto —Mireya se enojará si ve que abandono mi puesto. Además, nunca he ido al pueblo, podría…

—¿Quién es la que te da de comer? ¿Mireya o yo?— la conversación ya la estaba fastidiando —Mira, no porque le agrades a mi esposo, puedes hacer lo que se te venga en gana. Tal vez no entiendas cómo funcionan las cosas en un lugar civilizado como este, si yo quiero algo, tú lo haces. ¿Queda claro?

—Umh— asintió bajando las cejas. No entendía por qué de la nada, la señora Vritz se comportaba de esa manera con ella. No le parecía justo. Freya no conocía nada del pueblo, nunca había ido allí, estaba segura de que se perdería en el intento —¿Qué… quiere que compre?— sin embargo, no podía desobedecerla. Sus órdenes estaban por encima de las del ama de llaves.

—Y recuerda, si no te parece; la puerta está bastante abierta— sacó la lista de compras y se la soltó en el aire, cayendo la misma en el suelo —Vuelve para antes del atardecer, tengo más cosas que quiero que hagas.

La mujer le dio la espalda, marchándose con una sonrisa maligna en lo que la niña se ponía de cuclillas para recoger la hoja de papel. Ella le había solicitado comprar en el mercado, una infinidad de cosas que Freya no iba a poder cargar. 

Era imposible que llegara con todo para antes del atardecer.

Antes de partir, la niña organizó la ropa, cumpliendo con su primera tarea, y luego salió de la mansión echando múltiples suspiros. Tenía que idear la manera de poder con todo, los demás estaban ocupados, no accederían a ayudarla si la orden no provenía del mayordomo o ama de llaves, igualmente de Marelin.

Azra casi siempre estaba cerca, mientras que él paseaba por el jardín, buscando insectos en los arbustos; observó como su casi amiga se marchaba con dirección al pueblo. Su acción le llamó a la atención, nunca la había visto alejarse tanto. Incluso llegó a pensar que ahora que su padre no estaba, ella no tendría razones para estar en la mansión.




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