—Hasan ¿Estás viendo esto?
El hombre de cabellos negros y enormes lentes de fondo de botella alzó la vista en dirección a su compañero, quién con las manos temblando le extendió varias hojas llenas de gráficas, números y letras que resultarían incomprensibles a ojos ajenos a los de aquellos dos líderes de aquel extraño pero partícular grupo de científicos.
—No podemos confiarnos, Erik arrojó los mismos resultados la primera semana de pruebas— pese a su corta edad, Hasan lideraba la investigación “Dones divinos”, la cuál era patrocinada por el inversionista apodado Vrasësi, a quién jamás había conocido de manera directa, sino que todo era a través de representantes que eran diferentes después de unos cuantos meses—Vamos a dejar al niño en observación durante algunos días más. Ahora busca a Natasha, dile que vaya por India, ella debe alimentar a su hijo.
El contrario pasó saliva, evitando mover sus manos de forma inquieta sobre su estómago.
—India no se ha podido levantar de la cama desde que dió a luz. Natasha cree que va a sucederle lo mismo que a nuestros anteriores pacientes. Le he dejado el reporte en su oficina, pero debemos de estar preparados para lo peor.
—Si el niño sobrevive una semana más, entonces podremos replicar el suero a nuestros otros sujetos de prueba— Hasan acomodó sus lentes, centrando toda su atención en el pequeño que dormía en aquella incubadora—¿Tienes algo más que decirme? Te ves preocupado.
—El país está en guerra, oficialmente. Las noticias dicen que hay cientos de muertos, los hospitales tienen a los heridos en pasillos, bueno, los lugares que aún no han sido tomados por los rebeldes. Afuera es un caos.
Aquellas palabras hicieron que Hasan se pusiera de pie, caminando directamente hasta la puerta que los separaba de aquel bebé sin nombre, pues sus dos padres apenas si podían hablar y él no estaba dispuesto a encariñarse con aquel pequeño ser.
—Él puede ser nuestra esperanza. Puede ser el héroe que necesita la humanidad.
—Entonces debemos de movernos antes de que nuestra ubicación sea descubierta. Si los rebeldes saben lo que estamos haciendo aquí, nadie estará a salvo, menos ese bebé— Hasan comenzó a apretar la mandíbula— Le prometí a India que cuidaría de ese niño si algo llegaba a pasarle.
—Te dije desde el inicio que no debías hacer promesas y menos a los sujetos de prueba.
Luken colocó su mano sobre el hombro de Hasan en un intento por calmarlo.
—Voy a llamar a Vrasësi, él debe de tener alguna forma de sacarnos de aquí.
Hasan al ver que Luken salió de aquella sala, comenzó a caminar hasta el pequeño armario que tenían, tomando un traje de color blanco que se colocó de forma apresurada, pues el bebé había iniciado a llorar.
—Por ahora tu mamá no puede verte, pero te aseguro que tratamos de cuidarte todo lo que podemos.
Aunque Hasan lo negara, la preocupación que tenía por aquel bebé era realmente sincera, pues en muchos aspectos la situación le recordaba a lo que había vivido con su familia, en especial con su hermano menor que falleció antes de cumplir siquiera los dos años.
Los labios de Hasan se habían abierto para comenzar a tararear una pequeña canción de cuna que su madre le había enseñado hacía bastante tiempo, una que esperaba lograra tranquilizar al inquieto bebé.
—Hasan… Hasan.
—Luken ¿Qué…?—él no pudo continuar con sus palabras, ya que un alarido le hizo quedarse congelado en su lugar, observando con miedo la habitación principal.
—La camioneta, debes de irte ahora mismo. Ellos están aquí— la mano de Luken temblaba sobre su estómago, aquellos largos dedos apenas si dejaban ver la enorme mancha de sangre que se extendía rápidamente por encima de la bata blanca.
Por las cámaras de seguridad ambos pudieron observar cómo diversas camionetas negras empezaban a llegar por el camino principal, tirando y disparando a todo lo que les impidiera su entrada.
No hizo falta que ninguno hablara para saber qué se trataba de los rebeldes.
—Ve por India y Erik. Avísale a Natasha por radio que deje libres a los demás sujetos de prueba. Voy a activar el protocolo de destrucción— Hasan dejó al bebé en la incubadora, quitándose el traje para ir directamente por un bolso, guardando medicamentos, hojas y demás artículos que iban a necesitar para cuidar al pequeño.
Sin pensarlo dos veces, se acercó hasta su computadora, tecleando el nombre del experimento “Dones divinos”, dejando programado para que en menos de un minuto cualquier documento relacionado con ambas palabras fuera destruido en su totalidad.
Apresuradamente tomó al bebé en brazos, arropándolo torpemente, para caminar hasta los botones encargados de cerrar las entradas principales, dejando libre la salida trasera, aquella que iniciaba y se perdía en un camino de espesa vegetación. Hasan sabía que su amigo no iba a poder ser de mucha ayuda en ese momento, así que aún con miles de dudas en la cabeza, corrió con el bebé y la maleta hasta el estacionamiento subterráneo, abriendo una de las camionetas al mismo tiempo que Natasha entraba con Luken.
—¿Dónde están Erik e India?— la mujer de cabellos pelirrojos ayudó a Luken a sentarse en la parte trasera.