El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 1 - Parte 2

  Al escuchar los tacones de su tía subiendo por las escaleras, Nathaly giró la cabeza al instante. Deprisa, guardó todo en el baúl, cerró las puertas del armario con cuidado y tomó la vela. Soltándola en la mesilla de noche, se metió en la cama, agarró el libro de ciencias y lo abrió por una página al azar.

  Justo a tiempo.

  —¿Se puede saber qué haces? —exigió saber Sara.

  —Lo siento, tía Sara. Es que... —se quedó sin habla cuando su tía le arrebató el libro de las manos.

  Sara la miró con seriedad y Nathaly tragó saliva. Su tía rara vez desconfiaba de ella, pero, cuando pretendía esconder algo, era como si se lo oliera a kilómetros de distancia. Menos mal que, para las pocas veces que necesitó ocultarle la verdad, aprendió a hacerlo dentro de otra verdad, porque, cuando estallaba en momentos así, daba mucho miedo, y eso solo ocurría si intentaba mentirle. Por eso siempre le decía la verdad. Eso sí, solo si era el momento adecuado. Y ese no lo era.

  —Es por un examen —se apresuró a explicar Nathaly—. Lo tengo mañana a primera hora.

  Sara estampó el libro en la mesilla de noche, haciendo que la vela perdiera vida por un momento.

  —¿Ya volviste a confiar en alguien con los ojos cerrados? —la regañó.

  —Pensé que no bromearían con algo tan serio —acabó contestando, mientras agachaba la cabeza.

  —Nathaly, ¿cuándo aprenderás que no te puedes fiar de nadie? ¿QUÉ TE TENGO DICHO RESPECTO A CONFIAR EN LA GENTE?

  —Lo siento, tía Sara —contestó, encogiéndose de miedo.

  Sara desvió la mirada con una mueca de frustración. Nathaly no tardó en mirarla con curiosidad.

  —¿Cómo sabías que había sido engañada?

  —¿Acaso no es obvio? Tú nunca estudias tantas horas un día antes del examen.

  —¿Y solo por eso ya...?

  Sara agarró el libro de ciencias y se lo estampó en el estómago.

  —Por esta vez dejaré que uses la luz, así que date prisa en terminar lo que te falte y duérmete de una vez.

  Su tía bajó la persiana, echó las cortinas y, después de encender la luz, apagó la vela. Antes de que sus miradas acabaran cruzándose, Nathaly bajó la vista y abrió el libro para disimular, aun sabiendo que eso no la libraría de una buena y breve reprimenda por mantener la mirada sobre ella. Para su tía era un completo descaro hacer algo así si no tenías un buen motivo para ello, pero Nathaly sabía bien que, en realidad, lo que ella detestaba era que los hombres la miraran. Allá donde fuera, su tía siempre era el centro de atención para el género masculino.

  Para sorpresa de Nathaly, su tía se limitó a marcharse en silencio, lo que resultó todo un alivio. Que no diera un portazo como en anteriores ocasiones significaba que esta vez no se había enfadado con ella. Al menos, no demasiado.

  Tras dejar pasar un breve y precavido tiempo, Nathaly dejó el libro de ciencias a un lado y fue a buscar su álbum. Quería volver a mirar la foto en la que salía con aquel hombre de ojos grises. Tenía la sensación de que era alguien muy importante para ella, pero mirar la imagen con suma atención no hizo que recordara nada de él.

  Pasando la página, las siguientes fotos se saltaron unos cuatro o cinco años de golpe. En las de la izquierda salía sola, con una vestimenta entre élfica y pirata, conjunto que siempre combinaba con la capa negra que se encontró en el baúl. Parecía gustarle mucho llevar la capucha puesta, pues solo en una pudo verse con el pelo suelto. Lo llevaba igual de largo que ahora, y en esa foto lo lucía semirecogido con un par de trenzas que se unían en la parte trasera. A pesar de no reconocerse por la actitud que irradiaba su rostro, el color de su pelo era el mismo que el suyo: marrón y con finísimos reflejos castaños y dorados que partían más allá de la raíz. Lo mismo pasaba con sus ojos. Por eso estaba segura de que esa niña tenía que ser ella, por muy seria y desafiante que luciera.

  En casi la mitad de las fotos que había en la página derecha, Nathaly vio que aparecía con un león blanco, del cual solo salía su cara y parte de su melena. Intentando imaginárselo de cuerpo completo, se dio cuenta de que tenía que ser bastante grande, porque en una de ellas estaba abrazando su morro y ocupaba de ancho lo mismo que ella. ¿Quizá había leones así y no lo sabía? Nunca había visto ninguno que superara en tamaño a los leones africanos, pero, claro, documentales sobre la naturaleza había muchos, y ella solo veía dos diarios entre semana.

  Martirizada por sus dudas, Nathaly revisó las siguientes fotos para ver si ese león salía en alguna de cuerpo entero. Y sí, en la última foto salía junto a ella, ¡y era enorme! Corpulento, más grande que un caballo y con una abundante melena. Si no fueran por las alas blancas que tenía en la espalda, hubiera salido corriendo a buscar a su tía para preguntarle si semejante animal existía. ¿Por qué tendría ese tipo de fotos? ¿Acaso fue actriz o modelo? Tenían toda la pinta de ser de algún rodaje o algún anuncio, pero...

  Sin ganas de darle más vueltas al asunto, Nathaly pasó a la siguiente página. Por lo que había crecido en las primeras fotos, se notaba que debía haber pasado al menos un año o dos. Su mirada se había vuelto más fría y desafiante, pero eso no fue lo que más la impactó. En una de las fotos estaba al lado de un chico que sería más o menos de su misma edad, un chico que tenía el mismo color de pelo y de ojos que el niño que salía con ella cuando era pequeña. Lo único que les diferenciaba con creces era su mirada: la del niño era fría y vacía, mientras que la del chico era orgullosa y divertida. Le recordaba mucho a... No. No podía ser el chico de sus sueños. ¿O sí?

  Pasando la página, comprobó que ese chico salía con ella en más fotos. En una, donde ambos estaban de espaldas, parecían escuchar con atención lo que el hombre de ojos grises les decía con seriedad. Parecía estar bastante enojado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.