— ¿Esto es una broma, verdad? — Jasmine sostenía su maleta con una mano y la tarjeta de la habitación con la otra. — DIME que es una broma, Noah.
— Ojalá. Pero no. — Él mostró su papel. Número 7A. — Aparentemente, la coordinación decidió promover la integración entre los talentos. Genial, ¿verdad?
— Solo si el objetivo es promover un asesinato pasional.
— Tranquila. Ronco poco, duermo tarde y me gusta andar en calzoncillos. Va a ser genial.
Ella rolló los ojos.
— Si apareces sin pantalones, te rompo el violín.
Y así fue como, con una puerta chirriando y un frío cortante entrando por la ventana del chalet, comenzó el pequeño infierno de madera.
La primera noche fue... intensa.
Jasmine ocupó la cama en la esquina, montó un pequeño santuario con sus medicamentos discretamente guardados, una neceser llena de tés calmantes y su partitura favorita de Chopin.
Noah tiró la mochila al suelo, colgó el violín en la pared como si fuera un trofeo y encendió el calefactor con una patada.
— ¿También vas a querer controlar la temperatura, princesa?
— ¿Vas a querer morir congelado, ogro?
Pero a pesar de las pullas, algo cambió.
Porque esa noche, ella tuvo una pequeña crisis. Un dolor en el pecho, una debilidad. Y Noah, que fingía dormir, se levantó al instante.
— ¿Estás bien?
— Pasa. Solo una presióncita... emocional.
Él no preguntó nada más. Solo se sentó junto a ella, en el suelo frío, y se quedó en silencio.
Más tarde, ella se durmió.
O fingió que sí.
Y ahí fue cuando comenzó la tragedia cómica.
Noah se levantó lentamente, seguro de que Jasmine estaba en el más profundo de los sueños. Tomó su toalla, fue al baño con ese caminar perezoso y desapareció por unos quince minutos.
El sonido del agua, el vapor por la rendija de la puerta, todo normal.
Pero lo que él no sabía, era que Jasmine estaba despierta. Y completamente aburrida.
Cuando escuchó el sonido de la puerta del baño abriéndose, se giró en la cama, solo por curiosidad.
Y entonces...
Él entró.
Solo en calzoncillos.
Calzoncillos grises, básicos. Cabello mojado. Piel aún brillando por el vapor. Y una actitud completamente despreocupada.
Hasta que lo vio.
— ¿¡ESTÁS DESPIERTA!?
Jasmine arqueó una ceja, fingiendo estar completamente seria.
— Vaya... ¿ese es tu uniforme de guerra?
Él abrió los ojos, tropezó con su propia toalla y trató de cubrir lo que podía.
— ¡¡DIJISTE QUE ESTABAS DURMIENDO!!
— Yo no dije nada. Tú lo dedujiste. Mal músico y mal detective.
Él se envolvió con la toalla de cualquier manera.
— No vas a contarle esto a nadie, ¿verdad?
— Ah, ya estoy componiendo la pieza: "Sonata en Calzoncillos Mayor."
Ella estalló en risa. Él le lanzó un calcetín.
Fue la primera carcajada sincera de los dos juntos.
Y tal vez... el comienzo de algo aún peor que una guerra.
Tal vez, el comienzo de una historia que aún fingían que odiaban.
Al día siguiente, Jasmine despertó con una taza de té y un post-it:
"Perdón por el trauma visual. Yo pago la terapia. — Ogro."
Editado: 30.05.2025