La tormenta de nieve afuera hacía que todo fuera más lento esa noche. Todo, menos lo que latía entre ellos dos.
Jasmine estaba sola en la sala de ensayo. De espaldas a la puerta, con los dedos bailando sobre las teclas del piano como si todo el mundo se hubiera convertido en sonido. Las notas eran suaves, pero cargaban un peso que ni ella misma sabía nombrar.
Noah apareció sin que ella se diera cuenta. Se detuvo en la puerta, cruzó los brazos y se quedó observándola en silencio.
Hasta que ella lo sintió. Como siempre lo sentía.
— ¿Vas a quedarte ahí espiándome o quieres acompañarme?
— Solo entro cuando la música me llama.
Ella rió, sin mirarlo.
— Poético. Quién lo diría.
Noah se acercó, tomó el violín, afinó dos cuerdas y se sentó a su lado. Sin palabras. Sin partituras. Solo improvisación.
Y fue perfecto.
No cometieron ni un error. Se miraron dos, tres, muchas veces. No hablaban, pero lo decían todo. Era como si sus manos hubieran ensayado aquello durante años. Como si sus corazones fueran cómplices de una melodía secreta.
Cuando cayó la última nota, el silencio pesó.
Él soltó el violín.
Ella dejó reposar las manos.
Sus ojos se encontraron. Largo rato. Con intención.
Y entonces... él se inclinó.
— Noah... — susurró ella, con la voz temblorosa.
Él se detuvo, con los labios a centímetros de los de ella.
— Avísame si me paso.
— Ya te pasaste.
Ambos sonrieron.
El mundo quedó mudo por un instante.
Pero, por supuesto, Lilith Romanov no iba a dejarlo pasar.
La puerta se abrió de golpe como en una telenovela mexicana.
— Qué maravilla. La tragedia ensayándose en vivo. Espero que también hayan ensayado el ridículo.
Jasmine retrocedió como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Noah frunció el ceño.
— Lilith. ¿Qué parte de "privacidad" no entendiste?
— La parte donde vuelves a entregarte. Pero ahora con más desafinación emocional.
Tiró una carpeta sobre el piano con fuerza.
— Acabo de proponer a la coordinación una nueva formación para el recital de clausura. Tú y yo. El dúo original. Como en los viejos tiempos.
Jasmine sintió el estómago revolverse.
— ¿Y si me niego? — replicó Noah.
— Entonces prepárate para explicar por qué vas a tocar con una pianista amateur mientras los inversores de la Orquesta Filarmónica de Viena observan. ¿De verdad vas a desperdiciar esa oportunidad?
Silencio.
Lilith sonreía como quien ya se sabe vencedora.
— Buenas noches, parejita. Perdón por interrumpir el... preludio del desastre.
Y se fue, dejando en el aire su perfume dulce y su veneno.
Esa noche, Jasmine volvió a su habitación sin decir una palabra.
Pero cubrió el piano.
Y su corazón, aún más.
Editado: 30.05.2025