El Violinista Que Odié

CATORCE

El hospital parecía más frío que nunca, como si las paredes se estuvieran apretando a su alrededor. Jasmine, ahora sola en la habitación, miraba el techo con los ojos fijos, pero su mente perdida en algún lugar distante. El diagnóstico aún resonaba en su mente, como una constante reverberación que no la dejaba en paz. Lupus. Esa palabra parecía más pesada cada vez que la repetía mentalmente.

La suave luz de la mañana entraba por la ventana, dibujando sombras que danzaban en las paredes, pero Jasmine no podía concentrarse en las cosas simples a su alrededor. El sonido del monitor de latidos cardíacos fue un consuelo extraño y silencioso, un recordatorio de que aún estaba viva, pero, al mismo tiempo, la sensación de que algo había cambiado de forma irreversible la devoraba por dentro. Nada sería como antes.

La puerta de la habitación se abrió lentamente, y Noah entró. Había ido a tomar un café, pero su mirada al entrar no era la de alguien descansado. El peso de una preocupación silenciosa arrastraba detrás de él, como un manto invisible. Cerró la puerta suavemente y caminó hacia la cama, sus pasos silenciosos.

Jasmine no lo miró de inmediato. Estaba allí, acostada, los brazos extendidos al lado del cuerpo, el rostro pálido y los ojos vacíos de expresión. La lucha interna estaba estampada en cada línea de su rostro.

— Jasmine, ¿aún estás conmigo? — Preguntó él, su voz suave, casi un suspiro, tratando de romper el silencio que los envolvía.

Ella tardó en responder. Cerró los ojos por un momento, respirando profundamente, como si estuviera tratando de recuperar fuerzas. Cuando habló, la voz salió ahogada, sin confianza.

— Ya no sé qué hacer, Noah. — La frase fue pesada, una mezcla de cansancio y desesperación. Finalmente, giró el rostro hacia él, sus ojos llenos de lágrimas, pero sin derramar una sola. — Estoy tratando de entender, pero... esto no es algo que yo pueda controlar. Yo... ya no soy quien era.

Noah se sentó en el borde de la cama y tomó su mano con suavidad. Ese gesto, simple pero tan cargado de significado, trajo una sensación de intimidad. Él la miró, sin palabras, solo observándola, como si estuviera tratando de encontrar alguna manera de aliviar su dolor.

— Sigues siendo la misma Jasmine. — Dijo él, con voz firme, pero cargada de ternura que solo revelaba cuando estaba a solas con ella. — Sé que parece difícil, parece que nada más tiene sentido ahora, pero tú sigues siendo tú. Y yo... no te voy a dejar enfrentar esto sola.

Jasmine lo miró, los ojos aún llenos de un dolor que no sabía cómo compartir. La soledad la consumía más que la enfermedad en sí. Tenía miedo de que, con el tiempo, las personas comenzaran a verla no como ella misma, sino como una enfermedad, un cuerpo enfermo, una víctima.

— ¿Y cuándo ya no pueda más... esconderlo? — La pregunta salió de sus labios como un suspiro. Se sentía débil al decirla, pero era lo que realmente pasaba por su mente. ¿Y cuándo ya no seré la misma?

Noah apretó su mano, el gesto siendo más un ancla para él que para ella. Sabía que las palabras no eran suficientes para calmar las incertidumbres que la asediaban, pero necesitaba intentarlo. Necesitaba hacerla creer, aunque fuera por un momento, que aún había algo más esperando por ella más allá de ese diagnóstico.

— No necesitas esconder nada, Jasmine. Nunca tendrás que ser alguien que no eres. Yo estoy aquí. — Miró profundamente a sus ojos, como si pudiera tocar su alma. — Y si alguna vez te sientes débil, yo seré la fuerza que necesitas. Juntos, podemos... podemos descubrir cómo luchar contra esto.

Ella respiró hondo, aún con una extraña sensación de vacío. Pero su mirada, sincera, ofrecía un consuelo difícil de ignorar. No estaba diciendo que sería fácil. Pero, por alguna razón, sus palabras, a pesar de todo el dolor detrás de ellas, traían un alivio sutil.

La puerta se abrió nuevamente, y un enfermero entró, interrumpiendo el momento silencioso entre los dos. Llevaba una carpeta de exámenes, lo que hizo que Jasmine contuviera la respiración por un segundo. Sabía que más noticias estaban a punto de llegar, y el peso de ellas parecía más intenso que la propia enfermedad.

— Jasmine, estos son los resultados complementarios de tus exámenes. — Dijo el enfermero, con postura profesional, sin muchos rodeos. Pasó las hojas a Noah, quien las miró rápidamente antes de ponerlas sobre la mesa.

Jasmine se encogió, los ojos fijos en la carpeta como si fuera una sentencia. La ansiedad la invadió de inmediato. Sintió su corazón acelerarse y las manos sudar. Había más por descubrir, más verdades por enfrentar.

— ¿Y entonces? — Preguntó ella, tratando de mantener la calma, pero su voz temblaba.

Noah suspiró, pero antes de que pudiera decir algo, el enfermero habló nuevamente.

— Los exámenes confirman que, además del lupus, hay algunas inflamaciones en los órganos. No hay necesidad de pánico inmediato, pero el seguimiento será aún más riguroso en los próximos meses.

Jasmine sintió la presión aumentar en sus hombros. Más complicaciones. Más limitaciones.

— ¿Yo... voy a vivir así? — Susurró, más para sí misma que para los demás.

Noah la miró, sintiendo el peso de la pregunta. Pero no había una respuesta simple, no había una respuesta fácil. ¿Qué podía decirle? ¿Que todo estaría bien? No lo sabía. Pero sabía una cosa: no importaba lo que pasara, no la dejaría enfrentar eso sola.

Tomó su mano nuevamente, apretándola con más fuerza.

— Estaré a tu lado, Jasmine. No importa lo que pase. — Dijo él, con una certeza que él mismo comenzó a creer.




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