El Violinista Que Odié

QUINCE

El día estaba gris, y la lluvia que caía contra las ventanas parecía querer acompañar el peso de lo que Jasmine sentía. El diagnóstico de lupus aún resonaba en su mente como un fantasma, y cada respiración parecía más difícil que la anterior. Pero ella sabía que algo más estaba por venir. Algo que no quería saber, pero que parecía inevitable.

Sentada en la cama, con los ojos fijos en el punto vacío frente a ella, no podía apartar la sensación de que lo peor aún estaba por venir. El hospital estaba silencioso, excepto por el sonido de la lluvia afuera y los pasos de alguien que se acercaba.

Era Noah. Ella lo vio entrar con el rostro serio, sus ojos cansados, como si la batalla dentro de él estuviera siendo más fuerte que cualquier cosa que pudiera esconder. Estaba sosteniendo algo: un sobre blanco, con el logo del hospital impreso en él.

Jasmine sintió una ola de ansiedad formarse dentro de ella. No necesitaba preguntar qué era. Ya lo sabía. Lo que no sabía era cuánto lo que estaba dentro de ese sobre podría cambiarlo todo.

— Jasmine... — dijo Noah, con la voz quebrada. Le costaba mirarla directamente. — Yo... Recibí los exámenes...

Ella lo miró, intentando descifrar qué estaba pasando. Su corazón latía más rápido y, de repente, la presión en su pecho era inmensa.

— ¿Qué es? ¿Qué está pasando, Noah? — Preguntó, tratando de mantener la calma, pero su voz traicionó la ansiedad.

Noah dio un paso hacia adelante, las manos temblando ligeramente al sostener el examen. Se sentó en la silla junto a la cama y puso el sobre sobre las sábanas. Jasmine lo observó, con el estómago revuelto por lo que vendría a continuación.

Suspiró profundamente antes de hablar, como si necesitara reunir fuerzas para eso.

— Jasmine, los exámenes confirmaron el diagnóstico de lupus... — Se detuvo, como si estuviera sopesando cuidadosamente sus palabras. — Pero hay más.

Sintió una sensación de frío recorrer su cuerpo, y sus ojos se fijaron en los de él. Su expresión era de total seriedad, y ella sabía que lo que él estaba a punto de decir podría cambiar su vida de manera irreversible.

— ¿Qué más, Noah? — Preguntó, con la voz quebrada. — Dime.

Él sacó el examen del sobre y lo miró por un momento, como si el papel estuviera tratando de decir algo más. Luego levantó la vista hacia ella, y el dolor era evidente en su mirada.

— Jasmine... tienes la Síndrome de Alport. — Dijo, en voz baja, como si intentara suavizar el impacto de esas palabras. — Es una enfermedad rara que afecta los riñones, la audición y la vista. Y... lo peor es que no sabemos cómo se va a desarrollar.

Jasmine permaneció inmóvil durante algunos segundos. El sonido de la lluvia parecía haber parado, como si el mundo a su alrededor se hubiera congelado. Esas palabras trataban de penetrar en su mente, pero no podía procesarlas. Lupus... ¿y ahora esto? La sensación de ser engullida por la realidad la hizo mover la cabeza.

— No... No puede ser. — Murmuró, respirando más rápido. — ¿Qué significa esto, Noah? ¿Qué me va a pasar?

Noah la miró, con los ojos llenos de una mezcla de culpa y dolor. Quería tanto poder darle una solución, una explicación, pero no había nada que pudiera decir para aliviar su sufrimiento. Se inclinó hacia adelante, tomando su mano con fuerza.

— No lo sé, Jasmine... No lo sé. Pero estaré aquí. — Dijo, con la voz casi rota. — Vamos a enfrentar esto juntos. No estás sola.

Jasmine sintió los ojos llenos de lágrimas, pero no las dejó caer. La rabia, el miedo y el dolor se mezclaban dentro de ella como un huracán, pero una parte de ella sabía que nada sería como antes. La verdad estaba frente a ella, cruel e intransigente.

Respiró hondo, intentando controlar la tormenta que se formaba dentro de sí.

— No sé si puedo hacer esto, Noah... — Dijo, con la voz más baja ahora, como si fuera difícil incluso pronunciar las palabras. — No sé si puedo luchar contra todo esto.

Él apretó su mano, sin querer dejar espacio para dudas.

— Lo harás, Jasmine. Sé que lo harás. — Murmuró. — Y estaré a tu lado, pase lo que pase.

Jasmine lo miró, el rostro marcado por el dolor y la incertidumbre. Pero, en el fondo, algo dentro de ella se encendió. Tal vez fuera el deseo de luchar, tal vez fuera el amor que sentía por Noah, pero sabía que la lucha apenas comenzaba.

Y en ese momento, se hizo una promesa a sí misma, sin saber lo que el futuro traería: no se rendiría tan fácilmente.




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