El Virus

El Virus

Ayer mi padre no bebió así que hoy.... ¡nos vamos de compras!, es mi día preferido, además es un día de aventuras, porque para llegar a la feria debemos pasar por el tronco caido de una quebrada, lo atravesamos con miedo pero a la vez con emoción y lo desafortunado de esto es que al otro lado mis papás nos compran a mis dos hermanos y a mí, leche de vaca recién hordeñada, es horrible...                      -

-Papi, mami, no quiero ésta leche

-Pauli acabatela si quieres que te conpremos frutas

-está bien papá

Me encantan las frutas, me las coma todas y sin dejar nada para mi familia. Por eso de regreso a casa mi mamá nos las reparte en porciones iguales y luego a almorzar.                         Este estupendo día termina con las exigencias de mi papi... ver películas de karate todos y en silencio, no me agrada prefiero jugar, pero tengo que quedarme aquí quieta.

¡La puerta!... que emoción, me encantan las visitas 

Soy la primera en correr a abrirla y al instante miro a un hombre alto parado allí. Me pregunta por mi papi y corro de regreso a avisarle que lo buscan.

Mi papá lo hace pasar enseguida y se sientan en los sillones a conversar. Veo que son muy buenos amigos, tanto que los días que va a estar en ésta ciudad va a quedarce en nuestra casa.

Su nombre es Cesar, el hombre de ojos tristes. Parece que es buena persona.

Mi papi le manda a comprar licor a mi hermana, otra excusa para embriagarce. No me gusta que mi papi tome.

Los días transcurren con la visita de este hombre, pero me equivoqué, no era buena persona y sus ojos tristes en realidad son de demonio.

Todos los días viene a darme las buenas noches y no me gusta, actúa raro, es demasiado cariñoso.

Otra noche más ahí viene, no debe tocarme así, no ahí. No me agrada, me hace daño, que alguien me ayude, que alguien lo detenga.

Noche a noche hace lo mismo, mis papis no se dan cuenta, nadie se da cuenta. ¡Quiero que se vaya, que se vaya!

Le tengo mucho miedo, cada que se acerca siento pánico, como cuando veo una película de terror, no me muevo y hasta intento no respirar para que el monstruo se aleje. Quiero que este monstruo se vaya.

Una noche más, lloro suplicándole que no lo haga, pero no se detiene, me manosea, me tortura haciéndolo, es repugnante, escalofriante, que malvado es.

El monstruo hoy por fín se fue... nadie se dio cuenta y no se lo he dicho a nadie.

 

A los monstruos no les importa la edad, el amor, la ternura o inocencia de su víctima.                                                               Los monstruos no detectan el miedo o sufrimiento de los demás, solo les interesa complacerse. 

Por esto cuan importante es tener una buena comunicación con tus hijos, creer en ellos y enseñarles a pedir ayuda. Porque de lo contrario los monstruos se reproducen y el virus se extiende... gracias al silencio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.