El virus de la muerte

Capítulo VIII: Pequeños momentos

El silencio otra vez se hace presente, los distintos tipos de vehículos que quedaron incrustados uno con el otro en un hilo de los más de 3000 metros de largo que tiene el puente cubre la vista de larga distancia y pasar por allí es casi como ir a ciegas. La temperatura llega a una sensación térmica de más de 25 grados siendo el inicio de la época de invierno en el cual la máxima solía llegar a los 15 o 18 grados.

Jonathan y sus nuevos amigos recién se estaban preparando para lo que les podía venir al querer cruzar por allí. Agarraron lo primero que encontraron a sus alrededores, Jonh escogió un palo y la partió en dos dejándolas puntiagudas, Súcare tenía su escopeta y no lo quería soltar por ningún motivo así que ella iba al frente, los demás agarron algo de piedras y más palos.

Llegan a pisar la primera punta de ese puente del lado de Argentina, ya casi todo estaba destruido por la desesperación de la gente que al querer cruzar chocaron por doquier y algunos directamente terminaron en el agua. Sin tratar de hacer ruido caminaron agachados como si fueran soldados profesionales en una misión suicida de alguna parte de Afganistán o ese tipo de lugares.

Por suerte para ellos hasta ese momento sólo veían algunos cuerpos humanos y ningún infectado dentro de los tantos autos que se chocó. Llegan a la mitad del puente y paran a descansar un rato, se toman un poco de agua, comen los Sándwiches de miga para más energía y miran a sus alrededores de vez en cuando por seguridad, hasta que en un momento Jonh escucha un ruído cerca de él, se acerca, vé como que algo se mueve dentro de uno de los autos y apuntando con los palos que tenía en su mano se aproxima un poco más.

Se encuentra a una señora en el asiento del piloto con el pelo todo despeinado que cubría gran parte de su cara, había sangre por todos lados, se acerca hasta llegar a la puerta y ve algo más moviéndose desde el lado del copiloto. Observa mejor y ve a una niña comiéndose las tripas de la señora de una manera muy perturbadora.

Se sorprende Jonathan, la niña se da cuenta y lo mira, de repente le gruñe y despierta a la señora que también terminó convirtiéndose en una de ellos, lo raro para John es que la niña luego abre la puerta con la mano derecha desde su lado mientras lo miraba a los ojos a él.

—Mierda – Dice y corre. Llega junto a sus amigos y apurado les avisa – ¡hay infectados por ahí, vamos!—

—Carajo, ¡vamos!— dice Roberto mientras vé que la niña se acerca toda ensangrentada tratando de alcanzarlos. Corren, pero la niña es demasiado rápida y los alcanza, logra agarrar en la parte de atrás de la remera a Agustina y la tira al suelo, de repente trata de morderla pero ella con el palo que tenía desde el principio logra darle un golpe en la cara y la aleja un poco.

Roberto la ve en el suelo y rápidamente se acerca a ayudarla, pero antes le tira una patada a la niña para alejarla un poco más. Le da la mano a su novia y la levanta del suelo, la niña también se levanta pero Roberto le quita el palo a Agustina y se lo clava directo en el ojo.

Suelta el palo y lo deja incrustado en la niña que se cae al suelo y muere en el acto.

—Vamos...— Le dice luego y siguen sus caminos.

Llegan al otro lado del puente, no sucedió más nada pero para ellos fue llegar a la tierra prometida. Buscan otro auto el cual usar mientras siguen sus caminos.

—Nos quedamos sin comida compas— Dice Santiago mientras revisa su mochila.

—¿Tan rápido? Si teníamos una banda— Dice Luciana.

—Sí, bueno, ya no hay— Le responde.

—Tengo más en mi mochila...— Les cuenta Jonathan.

—No, no. Eso guardalo para más tarde y para emergencias...— Le dice Santiago también a él.

—Entonces sé de un lugar que está acá cerca donde puede haber agua y comida, vamos— Dice Jonathan y lo siguen, llegan a un restauante el cual sus puertas y ventanas están cerradas. No podían abrirla ni pateándola así que Santiago tuvo una idea, les pide que esperen en ese lugar y se va, tres minutos después él mismo de repente llega a toda velocidad en una camioneta 4×4 y derriba por completo no sólo la puerta sino más de la mitad de la pared del frente del restaurante.

—Sí que estás loco— le dice Agustina. Entran y buscan las cosas que les puede servir, encuentran además de refrescos, empanadas, y muchas.

—Lotería— Dice sonriendo Santiago, agarra las empanadas de manera desesperada y las come en ese lugar como un hambriento perro.

Luego de agarrar todo lo que pudieron se fueron de allí satisfechos y con la panza bien llena en la misma camioneta que chocó Santiago minutos antes.

—Bien, ¿y ahora dónde?— Pregunta Agustina.

—Tengo un amigo de la infancia que vive acá en el país, sé donde queda pero el lugar es en medio de la nada y vive con su mujer y sus hijos aunque la casa es grande y podría ser un buen lugar para quedarse hasta que esto pase— Les dice Roberto.

—Bueno, yo creo que tendríamos que ir a ver— Dice Súcare.

—¿Qué dicen entonces?— Pregunta Santiago.

—Sí por qué no— Responde Jonathan.

—Sí vamos— Dice también Luciana.

Maneja entonces la dirección del auto Santiago hacia donde Roberto le indica y se van. Tres horas después llegan a un pueblo chico el cual hay más montañas que casas, las vacas los miraban de reojo mientras comían los pastos desde sus lugares.



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En el texto hay: fantasia, zombies, zombies inteligentes

Editado: 04.06.2024

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