El virus de la muerte

Capitulo XV: Locura encrucijada

"En una era de zombies, donde vayas tarde o temprano, te los vas a cruzar y van a intentar comerse tu cerebro. Por eso, el único consejo es no rendirse y enfrentar la realidad por la que estás pasando. Si no te defendés, sos hombre muerto. La única cura es mantenerte vivo. Matarlos a todos es tu única condición... Claro, eso a no ser que sepas que éstos zombies hablan, piensan y escuchan".

La lluvia en Buenos Aires acaba de llegar y llega con todo, como si el cielo se cayera, como si las nubes de pronto mandaran un tornado gigante y arrasara todo lo que hay en su camino. Aunque sólo es viento fuerte y un montón de gotas de agua que no impedirán que los esclavos sigan con su trabajo, el doble de esfuerzo para ellos ahora.

—¡En cualquier momento el viento me va a volar!— Grita Enzo, que arrastra un escombro paso a paso y con la mirada baja.

—Aguantá, falta poco— Le explica Súcare que hace lo mismo más adelante. Llegan a la punta del muro, donde dicho monumento ya se está por terminar de construir. Se están uniendo las dos puntas para así terminar en un enorme círculo o cuadrado o la forma que tenga. Lo que se sabe es que terminará de construirse ahí.

—Esto te va a impedir seguramente atacarme. Al fin Marcos hizo algo bueno— opina Leonardo, que sostiene el aparato creado por Marcos para controlar a Sebastián. Un zombie de menos de un metro lo libera de las cadenas; cerca de ellos se encuentra sentado en una silla Wáng que de a poco se recupera de los golpes.

—Listo Jefe. ¿Puedo comer un poco?— pregunta el zombie.

—Está bien. Pero sólo la mitad de uno— Le responde Leonardo y el zombie se acerca a la heladera donde se encontraba el virus. De ahí agarra uno de los cerebros humanos conservados y lo parte a la mitad, le da un bocado y se retira contento con su comida en la mano.

—Es increíble— Opina Sebastián soltando una risita.

—¿Qué cosa? ¿Eso que hizo el zombie recién? Solo es el inicio. Evolucionan cada día que pasa. Ya hasta me acostumbré. Si me pidieras una opinión, te diría que en menos de veinte años ya no van a vivir más. Sería como una extinción instantánea. No habrá más humanos a partir de hoy, entonces ya no habrá más cerebros que comer, tal vez sí animales, entonces esa supervivencia pasaría a prolongarse unos años pero no más que esa cantidad que te dije— explica Leonardo mientras observa en detalle el aparato creado por Marcos. De pronto aprieta uno de los botones de color amarillo y Sebastián grita de dolor mientras se agarra la cabeza y cae al suelo.

—¡Basta!— Grita Sebastián.

—Si el amarillo te hace sufrir, ni me imagino este de color rojo— Opina Leonardo mientras lo ve a Sebastián aún sufriendo – ¿Y cómo lo paro?—

—El verde, el verde— Le indica Sebastián, aún sufriendo.

—¿Cuál? ¿El rojo?... Aaah, el verde – Aprieta Leonardo el botón verde y Sebastián deja de sufrir. – Bien, cualquier cosa, ya sabes entonces. ¡Vamos, que hay que construir la máquina maravillosa!— Se retira del lugar. Sebastián se levanta despacio. Wáng se pone de pie y también se retira.

*BRASIL*

—Necesitamos llegar lo más rápido posible. Deberíamos conseguir a tu ejército algún tipo de transporte— opina John, parado en su lugar observando a los cientos de soldados del Rey caminando en fila.

—Perderíamos más tiempo si buscamos los transportes, todo está destruido en estas zonas. En el camino tal vez haya algo, pero es mejor caminar— explica el Rey César que está a su lado.

—Entiendo. Los acompaño entonces a pie— Responde John.

—¿Estás seguro?— Pregunta César.

—Quiero demostrar esta lealtad que estoy teniendo de ustedes acompañándolos— Asegura John.

—Te veo muy diferente a la primera vez, Jonathan. No digo cuando me conociste como Rey en estas tierras. Sinó cuando Sebastián te dio el artefacto esa noche. Ahí tenías miedo, eras básicamente un cobarde. Ahora no digo que no tengas miedo, pero no huirías de una batalla— Comenta César.

—Voy a tomar eso como un halago— Dice John, confundido.

—Lo es...— Responde César.

—Okey... Gracias... ¡Vj!—

—¿Sí?— Pregunta Vj mientras se acerca.

—Ustedes se van a adelantar en el camión, ¿no?— Pregunta John.

—Sí— afirma Vj.

—¿Me cuidás por favor la escopeta? Los quiero acompañar a pie y no quiero nada encima— explica John.

—¿Estás seguro?— Pregunta Vj.

—Sí... Seguro— Responde con algo de duda John.

—Muy bien. Nos encontramos entonces allá— Dice Vj y se retira.

—Adiós— Responde John aún con un rostro dudoso.

La tormenta en Buenos Aires terminó. Las calles pasadas por agua ahora esperan el gran momento. Lo mismo con los zombies que siguen a Vj. Tienen toda la ansiedad que un humano puede tener al estar esperando los refuerzos.

Es hora del almuerzo. Súcare se encuentra sentada sobre el escombro que va a transportar mientras come arroz con la mano. Lo mismo hacen Enzo, Sofía, Mileva y los cientos de humanos esclavizados. Entre ellos también descansa Funsiztik, que aún sigue malherido.



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En el texto hay: fantasia, zombies, zombies inteligentes

Editado: 04.06.2024

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